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elecciones 2019

La insurrección de los estudiantes

En esta insurrección cívica que aún no termina, hemos visto escenas que jamás se han visto ni en las películas, como la población civil en actitud verdaderamente cristiana y solidaria, devolviendo a los supermercados Palí el botín que los vándalos, a la vista y paciencia de la Policía, se habían llevado a sus casas.

Nicaragua ha vivido seis días de una verdadera insurrección popular iniciada por jóvenes estudiantes autoconvocados a un protesta pacífica, que al ser reprimida con violencia tanto por los grupos de choque paramilitares como por la propia Policía Nacional ha resultado en al menos 28 jóvenes asesinados con fusiles de guerra cargados con balas de verdad.

En unas pocas horas, el panorama político ha cambiado radicalmente y tal como lo expresó un amigo, “el país vive ahora una oleada democratizadora cuyo impulso vital lo ha puesto la sangre de los jóvenes asesinados”.

Ortega ha cruzado muchas rayas rojas en tan poco tiempo durante estos álgidos días, comenzando el pasado 19 de abril, pero la más importante es haber disparado contra su pueblo, tal como lo hizo Somoza.

A manera de comparación histórica: la masacre estudiantil del 23 de julio de 1959 que perpetró la guardia somocista en León contra una marcha de jóvenes de la UNAM que se dirigía a protestar al comando local, dejó como saldo fatal cuatro estudiantes asesinados y 60 heridos.

En contraste, a la noche del lunes 23, se contabilizaban 28 jóvenes asesinados con certeros balazos en la cabeza, en el corazón o en el tórax, entre ellos figura un periodista de Bluefields asesinado en cámara. Sin contar los cientos de heridos de menor o mayor consideración, como el infortunado joven que perdió un ojo a consecuencia de una bala de goma.

Enardecida la juventud y llena de una energía inspiradora, ha hecho ondear la bandera azul y blanco de Nicaragua donde antes estaban los megarrótulos de culto a la personalidad de la pareja presidencial, en algunas alcaldías bajaron la bandera partidaria y han dejado ondeando únicamente la azul y blanco, y en un gesto de simbolismo profundo, reemplazaron en el cuello de la estatua de Sandino en Niquinohomo, la bandera rojinegra del partido sandinista, colocando en su lugar la que cobija a todos los nicaragüenses.

También han quemado y botado estrepitosamente varios inmensos árboles de lata que han sido el símbolo esotérico y fachadista del actual gobierno, que plagan los cuatro puntos cardinales de la capital. Jamás imaginé verlos caer al suelo, como el caballo de Tacho, o quemados, como los árboles de Indio Maíz.

En esta insurrección cívica que aún no termina, hemos visto escenas que jamás se han visto ni en las películas, como la población civil en actitud verdaderamente cristiana y solidaria, devolviendo a los supermercados Palí el botín que los vándalos, a la vista y paciencia de la Policía, se habían llevado a sus casas.

El pueblo nicaragüense ha dado al mundo una muestra de civismo que nos enorgullece a todos y estos jóvenes estudiantes, que un día parecieron apáticos o hipnotizados, le han dado a la nación un ejemplo que cambiará nuestra historia para bien.

Gracias a la tecnología moderna, toda persona con un teléfono celular es hoy un reportero, por ello, todo ha quedado documentado en videos y compartido miles de veces por medio de Whatsapp, una aplicación elemental para la comunicación masiva en estas situaciones, cuando el régimen controla la gran mayoría de los medios de comunicación y ha ordenado el cierre de la señal de medios independientes como 100% Noticias, medio con que me solidarizo totalmente, así como la incendiada Radio Darío de León.

A como lo han pedido diversas fuerzas vivas de la nación, entre ellos el Cosep, los estudiantes autoconvocados, el partido Ciudadanos por la Libertad, personalidades políticas y académicas, si queremos salir de la violencia el Gobierno debe: cesar completamente la represión, liberar a los presos políticos, garantizar la libre emisión del pensamiento volviendo al aire los medios clausurados, y montar a la brevedad una mesa de diálogo incluyente, con amplia representación sectores empresariales, laborales y estudiantiles.

El diálogo debe tener como objetivo devolver la paz y restaurar plenamente la democracia en Nicaragua, con elecciones libres y transparentes, castigar a los responsables de la masacre estudiantil de abril y buscar una salida a la crisis del Seguro Social, entre otros graves problemas que aquejan a la nación.

Finalmente, creo que la Conferencia Episcopal de Nicaragua, en la persona de monseñor Silvio Báez, quien jugó un papel muy destacado en la crisis, llamando vehementemente a la no violencia y la OEA deben ser los garantes y moderadores de este diálogo patriótico.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

Columna del día estudiantes

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