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Daniel Ortega, reformas

La paz de Daniel Ortega es la guerra

Democracia es la clave de la paz. Pero no. Ayer, en la llamada “batalla final” morían más nicaragüenses, ardían radios, edificios. La violencia. Es la paz de la que hablaba Daniel Ortega.

La paz de Ortega

Es extraña la paz de Daniel Ortega. Mientras Ortega hablaba de paz a la rala concentración de empleados estatales que logró reunir en la rotonda Hugo Chávez, turbas paramilitares atacaban a balazos a la multitudinaria marcha azul y blanco de las madres de los masacrados en el sector de la UNI. Y otros de sus simpatizantes atacaron a pedradas el canal de televisión 100 por ciento Noticias. Es que la “paz” de Ortega no es lo que define el diccionario como tal, ni la paz que usted y yo conocemos. “Paz” para Ortega es algo cercano al poder, a “su poder” y cuando dice que Nicaragua debe volver a la “paz” al precio que sea, se refiere, literalmente, a que Nicaragua debe volver a ser su hacienda aunque tenga que reventar a todos los que se le opongan. Y en esa intención lleva ya más de 80 muertos y 800 heridos. Y contando.

Democracia

La democracia no es importante, dijeron, que al nicaragüense solo le interesa resolver su plato de comida diario, dijimos, que la economía iba creciendo, insistieron, y que eso bien valía hacerse de la vista gorda con pecadillos como la reelección, los fraudes, y la destrucción institucional, pensaron. Y ahora los hechos, la historia, vienen a demostrar que todos, empresarios, encuestas, analistas, periodistas, estábamos equivocados. Que los derechos son los que nos definen como hombres y mujeres libres. Y que podemos vivir sin derechos un día, un mes, incluso diez años, pero al final, la libertad se reclama, aunque sea a costa de la economía, a costa del plato de comida y aunque sea a costa de la propia vida.

Fantasma de la guerra

Nadie quiere guerra. Los nicaragüenses menos. En los últimos 40 años unos cien mil nicaragüenses han muerto en las guerras. Y es el fantasma de la guerra, no la resignación, lo que hizo que durante este tiempo la población aguantara tanto abuso. El asunto es que todos sabíamos que Daniel Ortega es violento, que tiene las armas, la gente desalmada y ninguna intención de irse del poder. Ortega es el tipo que considera su derecho abusar, y si le reclaman se quita la camisa y grita ¿y qué? De tal forma que la paz se volvió un dejarlo abusar, y reclamarle se volvió la guerra.

Gobierno mara

Lo que hay en Nicaragua no es un gobierno siquiera. Lo que tenemos aquí es un grupo mafioso que se ha enraizado en el poder y cuyo propósito es controlar el territorio conquistado, lograr beneficios para los suyos, y definir por sí y ante sí cuáles son los derechos y cuáles las obligaciones del resto. El gobierno de Daniel Ortega es algo muy parecido a lo que sucedería en El Salvador, por ejemplo, si la mara Salvatrucha tomara el poder.

Batalla final

Antes de la marcha de ayer 30 de mayo, algunos de los orteguistas hablaban de “la batalla final”. De poner el “el llano en llamas”. Y solo me acordé de los guardias en sus últimos días. Les pedían resistir, a través de la radio del gobierno. Dar la batalla final. Que llegarían refuerzos. Que pronto se voltearía la tortilla. Que la Guardia era invencible. Y mientras los guardias mataban y morían creyendo eso, quienes les pedían que resistiera alistaban maletas y salían para Miami. Ni un nicaragüense más moriría en estas protestas si Daniel Ortega acepta que Nicaragua cambió. Bastaría que se adelantaran las elecciones con un tribunal profesional para saber de qué lado están las mayorías y quién y cómo se debe gobernar Nicaragua. Democracia es la clave de la paz. Pero no. Ayer, en la llamada “batalla final” morían más nicaragüenses, ardían radios, edificios, se levantaban barricadas en Managua y las carreteras. La violencia. Es la paz de la que hablaba Daniel Ortega.

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