España pasó pérdida por Rusia. El equipo no encontró la fórmula que deslumbró al futbol mundial de 2008 al 2010 con y sin Iniesta al frente. No hay la misma chispa colectiva ni individual desde el primer partido al último. El balón fluye pero no como antes sin fronteras, ahora su juego se atasca contra cualquier oponente sin jerarquía como Rusia y la defensa es reiterativa en despistes. En esta versión no hay garantías de nada y dejó su futuro a la ruleta rusa de la tanda de penaltis en los cuales Akinfeev se agigantó atajando dos disparos.
La Roja se marchó del Mundial en octavos de final cuando estaba prevista estar al menos en la semifinal. Rusia, un conjunto entusiasta y de poco futbol, se erigió como la selección sorpresa eliminando (4-3 en penalti) a un campeón del mundo con Afinkeev como protagonista, preciso en los penaltis y en los disparos más precisos de España con Iniesta (85’) y Rodrigo (108’). España regresa a casa con la cabeza gacha por su nulo ataque y mantener la maldición de nunca imponerse al equipo anfitrión, que camina sonriente a los cuartos donde le espera Croacia o Dinamarca. Ya no importa a cuál se enfrentará porque solo los más nacionalistas rusos creyeron poder superar a la reputada España.
España salió a buscar la versión que maravilló al mundo. La entrada en el once titular de Asensio y Koke le dieron más juego interior con Isco y Silva, dos jugadores que se mueven como fantasmas entre líneas. Mientras los engranajes del equipo se aceitaron, la Roja ensayó en el pizarrón: una falta lateral de Asensio al segundo palo terminó en gol. El pase iba potente a la cabeza de Sergio Ramos, quien le ganó la posición de la jugada. El central Sergei Ignashevich (12’) quiso tapar al capitán de España sobre la marcha y metió el esférico por accidente.
Sensación de cambio
Ya nada fue lo mismo desde ese momento. España fue más España: posesión absoluta, desarrollo del juego en campo contrario y traslado del balón de un costado a otro en busca de los espacios. Todo marchaba perfecto hasta un despiste de Piqué, villano en el empate ruso. El central del Barsa saltó con la mano levantada en un tiro libre y el cabezazo de Dzyuba le estrelló en antebrazo: penalti claro que el mismo Dzyuba (41’) convirtió en gol.
España siguió sin dar ese golpe sobre la mesa que tanto se ha exigido. Seguía teniendo la posesión, sin poder maximizarla mientras la sensación de vulnerabilidad se mantenía atrás. El complemento no cambió ese pálpito, sino que lo dejó más latente. La entrada de Iniesta llevó esperanzas de cambio, pero el manchego le costó entrar en el juego. Más rápido lo hizo Iago Aspas, quien ingresó por Costa.
De las primeras acciones de Aspas en el área, La Roja coqueteó con el gol. Aspas dejó de pecho a Iniesta (85), quien sacó un potente remate que rechazó a Akinfeev y el rebote lo cazó Aspas sin poder concretar con su remate cruzado. España presionó para marca diferencia, sin embargo su futbol no fluía y sus mejores oportunidades aparecieron en tiros de esquinas bien defendidos por los rusos.
Consagración de Akinfeev
Rusia se refugió en el contraataque en el cierre del partido y realizó tres ataques propicios para marcar, no obstante la Roja se replegó con lo justo. En el tiempo extra mantuvo esa misma postura, no era para menos porque dejarle metros a España era una muerte anunciada. La tropa de Hierro jugó en campo contrario, trasladó el balón de un lado al otro para hacer un hecho, pero los rusos se multiplicaron.
También Rodrigo (109’) lo intentó pero otra vez Afinkeev neutralizó el rechace como lo hizo en la tanda de penalti, por más que Iniesta abriera marcando. Smolov empató y Piqué dio la ventaja. Ignashevich emparejó y Afinkeev detuvo el remate de Koke. Golovin adelantó a los rusos por primera vez, Ramos niveló y Cherychev inclinó la balanza. Akinfeev, el héroe ruso, neutralizó el penalti de Aspas. Así fue el triste adiós de España en el Mundial que llegó como gran favorita.