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En Letra Pequeña, Silvio Báez

Democracia, libertad y justicia. ¿Es mucho pedir?

El fondo de la crisis es bien sencillo de entender. Olvídense de la conspiración internacional. Tres palabras lo explican todo: democracia, libertad y justicia.

Renuncia

Ahora dicen que no se pueden adelantar las elecciones. Que la Constitución establece cinco años de Presidencia y eso no se puede cambiar. Lo ponen como si un grupo de personas un día amaneció con ganas de tomar el poder y le están pidiendo a Daniel Ortega que renuncie porque ya aburre. Por gusto. No, señor. Aquí se le está exigiendo su renuncia porque un criminal, responsable de más de 300 asesinatos, no puede seguir gobernando un país. Por delitos menos graves que esos, personas con algo de vergüenza renuncian inmediatamente, sin que nadie se los pida. No es antojo de nadie, es que se descalificó como dirigente, y bastaría que se sometiera a unas elecciones de verdad para que se dé cuenta cuánta gente es la que le queda.

Constitución

“Todo dentro de la Constitución nada fuera de ella”, dicen con un purismo que no les conocimos nunca. En primer lugar, la renuncia o destitución de un presidente está contemplada en nuestra constitución. Y en segundo lugar, si mal no me acuerdo, la Constitución que prohibía la reelección les importó un pepino cuando quiso reelegirse. Tampoco les importó cuando partidarizaron a la Policía. Ni cuando pusieron banderas de su partido en todas las instituciones y actos de gobierno. Y tampoco les importa ahora que organizan y arman a grupos paramilitares a pesar de su prohibición expresa en esa Constitución que ahora dicen defender.

Mundo Murillo

La gran frustración de Daniel Ortega y Rosario Murillo es no haber logrado en Nicaragua un control como el que tiene Kim Jong-un en Corea del Norte. Ya quisieran ellos que todos los nicaragüenses solo nos informáramos por los canales oficialistas, que las redes sociales estuviesen controladas y que creyéramos que la realidad es la que presentan en sus videos. Para ellos el mundo ideal es uno donde estuviésemos convencidos que “terrorismo” es protestar contra su gobierno o llevarle agua o comida a quienes protestan. Uno donde los “héroes” son los que se desplazan en camionetas con capuchas disparando a los ciudadanos y aparecen luego bailando luego sobre los cadáveres.

Muertos

Ni un solo nicaragüense debió morir para que alguien se mantenga en el poder. Ortega tiene que responder por esos más de 300 muertos. Por todos. Porque incluso los paramilitares y policías que han muerto lo hicieron bajo sus órdenes defendiendo un proyecto mafioso que se disfraza de gobierno y se cobija en una retórica revolucionara que ya le queda ajena. Nicaragua no tendrá paz mientras no se haga justicia. Por eso es importante que terceros imparciales participen en la investigación y en el establecimiento de las responsabilidades. Y claro, cuando se pide justicia, sin embargo, es para todos. Caiga quien caiga. Nada justifica la crueldad y el asesinato.

Dinero

Ni Daniel Ortega ni los orteguistas logran entender lo que está pasando. Saben sí que eso de una “conspiración internacional” es un disparate que deben repetir a falta de otra explicación. Sienten que el pueblo los traicionó porque ya les demostró que no los quiere en el gobierno. Y entonces esa “traición” solo se la explican por dinero. Por eso todos sus comunicados llevan la muletilla de “grupos financiados…” Según ellos aquí hay ríos de dinero corriendo para que la gente se manifieste en las calles y levante tranques en sus barrios y comunidades. Y esa insistencia en el financiamiento para explicar la protesta solo me hace recordar aquella frase de Benjamín Franklin: “De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero”.

Democracia

El fondo de la crisis es bien sencillo de entender. Señores, olvídense de esas teorías de conspiración internacional o golpes suaves o duros. Tres palabras lo explican todo: democracia, libertad y justicia. Bastaba que en Nicaragua hubiese alternabilidad en el poder como exige la democracia, y que se respetaran las libertades de los ciudadanos para que esta tragedia con su espeluznante cantidad de muertos nunca hubiese ocurrido. Mientras haya democracia, libertad y justicia, importa poco el signo ideológico o la persona que esté en el gobierno. Es difícil entender cómo alguien se puede oponer en estos tiempos a la democracia, la libertad y la justicia. Y, peor, que esté dispuesto a matar para impedirlas.

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