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La muchacha de Pernambuco

Mientras tanto, el cadáver de Raynéia, la muchacha que se pagaba sus estudios vendiendo brigadeiros, ya fue sepultado en su tierra natal de Pernambuco

El reparto Lomas de Monserrat hervía de paramilitares encapuchados. Muy cerca de allí se encuentra la UNAN, tomada por estudiantes desde los inicios de la protesta cívica que sacude al país. Siempre fue inminente un ataque sangriento para desalojarlos, el cual se dio la tarde del 13 de julio.

Continuaron en Lomas de Monserrat tras la “operación limpieza”, y el 23 de julio aún estaban allí. Esa noche, Raynéia da Costa, de 31 años, originaria de Pernambuco, estudiante de sexto año de Medicina, asistió junto con su novio, Harnet Lara, a una fiesta en ese reparto.

Bella como una modelo de revista de modas, según se la ve en las fotografías, había llegado a Managua 6 años atrás, recién casada con un nicaragüense de quien después se separó.

Para sostener sus estudios fabricaba “brigadeiros”, trufas de chocolate y coco, y cuando sus compañeros la veían acercarse sonriente ofreciendo su bandeja de dulces, silbaban en su homenaje La garota de Ipanema.

Tras la fiesta, cerca de medianoche, los novios abandonaban el reparto, ella por delante conduciendo su auto, un pequeño Suzuki, y él detrás al volante del suyo. Al escuchar disparos, Harnet aceleró y la encontró sentada en el pavimento, bañada en sangre. Ya herida, había logrado deslizarse fuera del vehículo.

Al descubrir a tres paramilitares encapuchados, las armas en ristre, se acercó con las manos en alto. La cargó en brazos hacia su auto, sin que ellos se lo impidieran, para llevarla al hospital más cercano. Es lo que relató a los practicantes que la recibieron en emergencias, algunos de ellos compañeros de clase de Raynéia.

Todo fue inútil. Había recibido un balazo lateral de alto calibre a la altura de las costillas que le dañó el corazón, el diafragma, y parte del hígado.

Agentes de policía se presentaron en busca del novio para llevarlo “a reconstruir la escena”, pero los médicos lo impidieron alegando su estado de shock.

La Policía imputó primero a un guarda de seguridad no identificado. Luego señaló a Pierson Gutiérrez, de 42 años, oficial retirado del Ejército, y profesor de taekwondo, a quien le fue incautada una carabina M-4, de uso militar.

Gutiérrez, militante del partido oficial, es empleado de Petronic, que funciona bajo el paraguas de Albanisa, la empresa a cargo del negocio del petróleo venezolano, con sede en Lomas de Monserrat.

Hoy no se sabe nada de Harnet. El Suzuki de la víctima desapareció de la escena del crimen. Las cámaras de vigilancia del vecindario fueron desmontadas.

El inculpado fue presentado subrepticiamente en los tribunales el 1 de agosto, feriado obligatorio. La audiencia se celebró a puertas cerradas.

Las malas novelas resultan incongruentes. Y mal contadas. La Fiscalía culpa a la víctima por conducir de forma “descontrolada y con actitud sospechosa”; y respecto al hechor, explica que venía de buscar, a esas horas, un local para abrir una escuela de taekwondo; de camino se acordó que conocía en Lomas de Monserrat a unos guardas de seguridad, y fue a ofrecerles capacitación en defensa personal y uso de armas de fuego.

“Debido al comportamiento y movilización errática del vehículo” los guardas sentían “que sus vidas estaban en peligro”, dice la Fiscalía. Ambos portaban escopetas.

Pierson, diligente en proteger a sus amigos, sacó de su auto la carabina M4, y disparó contra el Suzuki.

El hechor pronto estará libre por razones de salud, como es usual cuando se trata de estos juicios arreglados.

Mientras tanto, el cadáver de Raynéia, la muchacha que se pagaba sus estudios vendiendo brigadeiros, ya fue sepultado en su tierra natal de Pernambuco.

El autor es escritor. Masatepe, agosto 2018

Columna del día paramilitares protestas UNAN

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