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Que decida el pueblo presidente

Si Ortega pensase que los opuestos a las elecciones anticipadas superan a quienes las desean, él aceptaría el reto a ojos cerrados

Ya lo sabemos: la mejor salida para la crisis sería preguntarle al pueblo si quiere o no elecciones adelantadas. Y es lo más lógico y apropiado, ya que al fin y al cabo el pueblo es el soberano; el único a quien corresponde decidir su futuro, aquel que debe tener la última palabra. ¿No dice acaso Ortega que el pueblo es “presidente”? Entonces, ¿por qué no le pregunta qué prefiere? Esto fue precisamente lo que Andrés Oppenheimer le planteó en su entrevista.

En su esfuerzo por contestar, Ortega objetó la idea de un referéndum alegando que si la mayoría contestaba que no quería elecciones anticipadas, la oposición diría que el gobierno habría falseado los datos, cosa difícil de refutar, pues el actual sistema electoral necesita mejorar su credibilidad y esto solo podría lograrse con recursos que no se tienen.

En esto Ortega tiene razón: su sistema electoral no es creíble y corregirlo requiere de muchas reformas, tiempo y recursos. Mas esto no es razón para no auscultar el sentimiento del pueblo, pues existen formas alternativas de hacerlo. Aparte de las encuestas de opinión, un procedimiento sencillo sería pedirle al comandante que invite a todos los nicaragüenses que no quieren elecciones adelantadas a que demuestren su número en una gran concentración en la Plaza de la Fe. Drones manejados por técnicos independientes fotografiarían exhaustivamente a la multitud y luego observadores internacionales procederían a contabilizar los asistentes. Las tecnologías actuales de gran resolución permiten hacerlo con facilidad.

Luego se dejaría que la oposición haga lo mismo, invitando a los partidarios de elecciones adelantadas a que se congreguen en el mismo lugar una semana más tarde. Tanto gobierno como oposición podrían utilizar los medios de transporte de que dispongan con el compromiso mutuo de no obstaculizar la movilización de los manifestantes. Para evitar márgenes estrechos o dudosos la victoria solo se adjudicaría a quien supere por más del 20 por ciento a la multitud rival.

Si Ortega pensase que los opuestos a las elecciones anticipadas superan a quienes las desean, él aceptaría el reto a ojos cerrados. Así legitimaría el esperar hasta los comicios del 2021 y daría un golpe político demoledor a sus adversarios. Si no lo acepta es porque sabe que, aún con todos los recursos del Estado y su capacidad de coaccionar a los empleados públicos, su concentración jamás podría superar en número de asistentes a la de la oposición.

Las implicaciones de semejante rechazo no podrían ser más claras: sería una señal inequívoca de que el mandatario está consciente de la impopularidad de su posición; de que no reconoce el derecho del pueblo soberano a decidir; y de que su lema “El Pueblo Presidente” es pura hipocresía.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

Columna del día Crisis en Nicaragua Nicaragua

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