El día de hoy 5 de septiembre el caso de Nicaragua será abordado por primera vez en la historia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, teniendo como preámbulo un informe devastador del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh) y su posterior expulsión del país, un hecho insólito.
Como si eso fuera poco, en la “Marcha de las Banderas” que tuvo lugar el domingo pasado hay un video tomado sobre la Carretera a Masaya en donde se aprecia claramente, cuando tres camionetas portando banderas del FSLN que vienen de sur a norte pasan frente a la marcha pacífica y abren fuego contra los protestantes que avanzan en sentido contrario, resultando herido el doctor Carlos Fletes.
Si el régimen quisiera investigar y castigar a los culpables de haber disparado una vez más, contra una protesta pacífica, hay abundante evidencia audiovisual para dar con los conductores y paramilitares que viajaban a bordo de las mismas, haciendo un acto de ostentación de su filiación política, al exhibir las banderas rojinegras. Pero sabemos que como en otros casos no lo va a hacer y esta vez no solo se someterá a la condena hemisférica como fue el caso de la OEA, sino que a la condena mundial, que puede significar serias sanciones para la dictadura de Ortega y Murillo, que al parecer ha optado por la política del jugador del azar de una ruleta que cuando va perdiendo lo expone todo, para ver si un golpe de suerte le favorece y recupera la fortuna que ha ido perdiendo gradualmente.
Pero lamentablemente en esta etapa del juego, que ya entró a las grandes ligas, no existe margen para la suerte, ni mucho menos para el engaño. Quizás Ortega con su discurso envalentonado aún pueda engañar y dar ánimo a sus más ciegos seguidores, pero no puede engañar, primero a las democracias del continente americano y luego al mundo.
Después de las medidas que seguramente adoptará hoy el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas —porque estoy seguro que ni Rusia ni China vetarán una resolución para salvar la cara de una cruenta dictadura violadora de los derechos humanos— vendrán las que impondrá el Senado y el Congreso de los Estados Unidos, que hasta ahora se encontraba en receso legislativo.
Con sus acciones insólitas y torpes, como la expulsión de Acnudh, luego que este equipo rindiera un informe devastador sobre la situación de derechos humanos, el régimen ha logrado un excelente cabildeo a favor de la no aprobación bipartidista del Nica Act y la llamada “Ley 2018 para los derechos humanos y lucha contra la corrupción en Nicaragua”. No puede la suerte serle favorable.
Solo una acción política trascendental tendiente a revertir el curso de colisión contra el mundo que lleva el régimen y abrir un espacio hacia la democratización real del país, podría cambiar el destino, que ya está escrito sobre piedra.
El autor es periodista, exministro y exdiputado.