La angustia como factor de impulso a la liberación se vivió en Madrid, uno en Chamartín y otro en Vallecas. El primero ocurrió más temprano, cuando Solari hacía su debut en Liga ante el Valladolid, recién ascendido. Se vio el mismo equipo que Lopetegui, y es que no existe la magia de la noche a la mañana, el cerrar los ojos y despertar convertido en el deseo más profundo. Los Blancos reaccionaron en los últimos 10 minutos tras un partido con llegadas ocasionales pero sin goles, mientras el Barcelona veía como su cuento de hadas sin Messi se destruía: perdían cinco minutos antes del final.
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Sin embargo, en este caso, la angustia parió al alivio. El Madrid ganó 2-0 al Valladolid y el Barcelona 3-2 al Rayo Vallecano. Si algo quedó demostrado de la victoria de Solari es que la suerte está de su lado, algo con la que no contó Lopetegui. Jugar mal y ganar, hacer un centro-disparo sin sentido de Vinicius Jr. y golpear a Kiko Olivas para terminar en gol y luego brindar un pase a Benzema para terminar derribado y Sergio Ramos marcara el penalti a lo Panenka.
Los Merengues siguen en las sombras con la luz de la victoria por la fortuna. Este sábado fue un día para resistir, disimular un poco el tragar saliva y respirar para el próximo duelo de Champions ante el Viktoria. Bale y Benzema lo intentaron, pero en el alto nivel de nada sirve la intención sino los hechos concretados, Ordriozola y Reguilón funcionaron tras la ausencia de Marcelo y Carvajal, sin llegar a causar el mismo impacto, entretanto el mediocampo sigue sin encontrar la constante de calidad. Están y no están. Y para colmo, la suerte apoyo tanto al Madrid que no solo abrió el marcador, sino que evitó dos goles del Valladolid, que hubiesen sido antólógicos. El travesaño los detuvo.
¿Y dónde estaba el Barsa?
Es cierto que Messi no estaba, pero un equipo como el Rayo Vallecano, penúltimo en la tabla de posición y con un conjunto descabezado nadie se hubiese atrevido a vaticinar la tortura vivida en Vallecas.
Primero Suárez en 11 minutos ya había abierto el marcador. Todo se encaminaba a una goleada. Mayor posesión de la pelota, más determinación ofensiva y seguridad en la defensiva, era la base de un conjunto culé funcional. No obstante, se desconocieron con el pasar del tiempo. Tan así que José Ángel Pozo igualó al 35’. Terminó la primera parte y con la sensación que el Barcelona relampagueante empezaba su declive.
El Rayo con más claridad logró remontar con Álvaro García, pero cuando todo parecía el final, surgió lo que a Zidane le llamaron “La Flor”, esa inexplicable fuerza que empuja el triunfo sin merecerlo. Empató Dembelé, haciendo un mal juego y Alba se volvió a combinar con Suárez para que un minuto antes del final lograran el alivio tras la angustia vivida con un colero.