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Daniel Ortega, reformas

¡Ojo! Lo esencial puede ser invisible en la negociación

Daniel Ortega no está en la negociación, con su delegación, en esa mesa redonda del INCAE por su propio gusto. Está porque no tuvo de otra.

Negociación

Algunos apuntes sobre la negociación. Primero, hay que reconocer que Daniel Ortega no está negociando ahí, con su delegación, en esa mesa redonda del INCAE por su propio gusto. Está porque no tuvo de otra. Se sintió asediado. Cercado. Recordemos que la comunidad internacional estaba por echársele encima cuando sacó la banderita: “¡Voy a negociar, voy a negociar!”

Tomar aire

Negociar, sin embargo, no significa ceder. No es que Ortega esté capitulando. Su plan ahí es ganar tiempo, relajar los demonios que despertó y que lo tenían en una esquina. Si se desmontan las amenazas que había sobre Ortega, los suyos y su gobierno, bajo la premisa de que “entre nicaragüenses ya nos estamos entendiendo”, Daniel Ortega se habrá salido con la suya. Volverá a las andadas tan pronto tome aire.

Iglesias

Reclamar que si la iglesia católica está de testigo también tiene que estar la evangélica porque un gran porcentaje de los nicaragüenses son evangélicos, es orinar fuera del huacal. Los jerarcas católicos no están ahí representando religiosamente a nadie. Están por la autoridad y protagonismo moral que ganaron en estos últimos diez meses como mediadores durante la rebelión cívica que vivió Nicaragua.

Divisiones

Divide y vencerás es una de las estrategias más antiguas de negociación. O Ortega es un maestro en el arte de la división, o es cierto eso de que basta que dos nicaragüenses se junten para que se arme un pleito.

Linchamientos

Vivimos tiempos de linchamientos virtuales. Héroes pasan a villanos o viceversa, con una facilidad pasmosa. Un día, por ejemplo, llueven señalamientos de timorato y “vendido” contra el cardenal Leopoldo Brenes, y al otro los mismos que le lanzaban piedras lo llevan en hombros porque se paró ante Ortega: “O me invitan formalmente o no sigo de testigo”. Asimismo, algunos de los que ayer pedían a gritos que doña Francisca sea la presidente de Nicaragua, hoy la lapidan por “manejada”, “buscadora de protagonismo” y “divisionista”. Ahí vamos, cayéndole sin piedad al que saca la cabeza. Y Ortega ríe desde el palco.

Los ilegales

Que no venga “los ilegales” a convertirse ahora, por conveniencia en “los legales”. Es que ya veo que al régimen buscando cómo trabar las negociaciones con purismos legales o constitucionales, como ha sido su costumbre. No les luce. Ellos son los que han puesto patas arriba al país precisamente por los abusos a las leyes y a la Constitución. Hay que cuidar la legalidad. Eso es correcto. Lo que no se les puede permitir es que abusen de ella como antes abusaron de la ilegalidad para conseguir sus propósitos.

Pablo Escobar

Dime qué quieres y te diré de qué negociación estamos hablando. ¿La negociación que hay ahora en Nicaragua a cuál de las negociaciones, propias o ajenas, se parece? Es como el pacto de los generales, entre Somoza y Emiliano Chamorro de 1950? ¿O el de Alemán y Ortega en 1998? No, esta, quiero creer, no busca una repartición de poder. En esta los principales ingredientes son poder, impunidad y dinero, por un lado, justicia, libertad y paz por el otro. Siendo así, se parece más la fallida negociación de Pablo Escobar y otros capos con el gobierno de Colombia en 1984 en Panamá. Los capos pedían no ser extraditados y a cambio se comprometían a desmontar sus negocios ilícitos, repatriar sus capitales y someterse a la justicia “a su manera”. Falló la negociación y quedó la guerra.

El Pacto

Por último, recuerden que en esto de las negociaciones, parafraseando a El Principito, “los esencial puede ser invisible a los ojos”. En 1998 el Frente Sandinista comisionó al reverendo Miguel Ángel Casco para liderar una comisión negociadora con los liberales que era la visible, la que aparecía públicamente y daba conferencias de prensa. Pura pantomima. Mientras tanto, en la hacienda El Chile se reunían en secreto Arnoldo Alemán, Daniel Ortega, Dionisio Marenco y Jaime Morales Carazo, entre otros, para cocinar lo que conocimos como el pacto, una de las más despreciables y perniciosas negociaciones de la historia de Nicaragua.

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