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Presidentes

Lo que Ortega no ha prometido

El gobierno se ha limitado a decir que continuará trabajando con la OEA en la preparación de reformas a la ley electoral y que seguirá recibiendo su apoyo técnico para preparar las elecciones de 2021

En el actual diálogo nacional Ortega ha prometido cosas buenas, pero no la más importante. Ha prometido liberar los presos, restaurar los derechos ciudadanos, promover la repatriación de los exiliados, etc. Es cierto que pocas ha cumplido y probable que no piense cumplir las restantes. Pero al menos las ha expresado y firmado ante testigos, creando un compromiso público que no puede ignorar sin consecuencias. Es muy preocupante, sin embargo, que no ha hecho compromiso alguno, ni verbal ni firmado, respecto al tema del cual depende resolver la crisis y que debe ser el centro de gravedad del diálogo: el garantizar elecciones verdaderamente libres, con todas las exigencias que estas conllevan.

El gobierno se ha limitado a decir que continuará trabajando con la OEA en la preparación de reformas a la ley electoral y que seguirá recibiendo su apoyo técnico para preparar las elecciones de 2021. Pero esto no deja de ser nebuloso: conforme lo anunciado, la OEA presentará al gobierno —tras seis meses inexplicablemente largos— su propuesta de reformas, y luego el gobierno se tomará dos meses más en consensuarlas, lo que implica que algunas podrán ser aceptadas y otras no. Se trata, pues, de un formato que no garantiza que generará las elecciones que Nicaragua y el mundo exigen.

Es realmente llamativo que ni los OrMu ni sus representantes hayan dicho nada que indique claramente su voluntad política respecto al tema electoral. Porque ellos fácilmente podrían decir, aún en referencia a los comicios del 2021, que en esa ocasión Nicaragua tendrá elecciones ejemplares; elecciones que nadie podrá objetar; con autoridades electorales verdaderamente independientes, y que serán transparentes y con plena observación nacional e internacional. Pero no; en su lugar, y hasta, la fecha, se han limitado a las expresiones burocráticas incompletas y vagas, dejando en veremos el tema que causa más inquietud y de cuya feliz solución dependen la estabilidad y paz del país. Porque podrán salir todos los presos y restaurarse plenamente la libertad de expresión y otros derechos, pero sin garantías de que en las próximas elecciones —sean adelantadas o no— se respetará plenamente la voluntad popular, no veremos la luz del día.

Que las elecciones, además de libres, sean adelantadas, es muy conveniente, porque ahorrarían sufrimientos y permitirían salir antes de la crisis. Pero lo más importante y vital es que tengamos elecciones verdaderamente libres.
A las primeras dijeron un no rotundo (lo cual jamás habría ocurrido si creyeran vencer). Sobre lo segundo no han dicho ni prometido nada. Más extraño aún, porque hacerlo mejoraría el clima político, facilitando la suspensión de sanciones y alimentando esperanzas de un mañana mejor, mientras omitiéndolo solo avivaría las peores sospechas.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

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