El mayor GN Anastasio Ortiz fumaba un puro. Levantó la mano derecha y dio la orden: ¡Fuego! Cuatro estudiantes cayeron muertos y decenas quedaron heridos en León aquel 23 de julio de 1959. Los jóvenes protestaban por los sucesos de sangre ocurridos poco antes en El Chaparral. Pedían libertad y democracia en Nicaragua. Ese día, desde 1984, fue declarado Día Nacional del Estudiante Nicaragüense.
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Todos los años, los estudiantes de León realizaban una especie de carnaval para dar la bienvenida a los alumnos de primer ingreso a quienes llaman “pelones”. En el desfile alegre y colorido se acostumbraba a rapar a los novatos y exponerlos por las calles de León. Pero ese 23 de julio de 1959 sería diferente. En honor a la masacre ocurrida semanas atrás en El Chaparral, en lugar de un carnaval, se realizaría un desfile fúnebre. Los estudiantes se vestirían de pantalón negro, camisa blanca y corbata negra. Las mujeres también vestirían de colores oscuros. No imaginaron que habría algún inconveniente, pues se contaba con el permiso del Comando Departamental de León para salir a las calles.
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Era una tarde soleada. El desfile había salido poco después de las 3:00 de la tarde del 23 de julio de la sede central de la UNAN. Los alumnos llenos de entusiasmo gritaban consignas. “¡Muera Somoza! ¡No a la dictadura! ¡Viva Carlos Fonseca! ¡El pueblo unido jamás será vencido!” Caminaban a paso lento y en cada esquina había un orador que tomaba la palabra mientras el resto escuchaba. Marcharon por varias calles de la ciudad. A la cabeza iban los que portaban la bandera de Nicaragua y de la universidad. Además le acompañaban los dirigentes estudiantiles.
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Todo iba bien. Los estudiantes caminaban rumbo a la Casa Prío (ahora Claro) cuando encontraron en la esquina a un pelotón de guardias que tenían la orden de no dejarlos pasar. Los dirigentes estudiantiles acordaron con el mayor Anastasio Ortiz que los manifestantes retrocederían y los soldados también. Sin embargo, las cosas empezaron a agitarse cuando a los universitarios se enteraron que algunos de sus compañeros habían sido detenidos.
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La Guardia soltó a los estudiantes, pero mientras la comitiva conversaba con las autoridades se escucharon gritos. Todo ocurrió muy rápido. Primero se oyó el estallido de una bomba lacrimógena. Después comenzaron los disparos, con una ametralladora y muchos fusiles Garand. Según apuntes de la época, entre las 4:30 y las 5:00 de la tarde, los guardias dispararon de pie, de rodillas o acostados en el suelo y el pavimento quedó cubierto de cuerpos. En la imagen superior uno de los asesinado aquella tarde del 23 de julio de 1959.
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En la foto de arriba, los cuatros estudiantes caídos. De izquierda a derecha: el masaya Sergio Saldaña, segundo año de Medicina. Erick Ramírez Medrano, de primer año de Derecho. El chinandegano José Rubí Somarriba el mejor estudiante de su curso y presidente la Asociación de Estudiantes de Medicina. Mauricio Martínez, primer año de Derecho.
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En el hospital San Vicente no había suficientes camas para tantos heridos, en las calles el pueblo estaba furioso y en los cuarteles los guardias escondidos. El mayor desorden se concentró en el hospital. La gente enfurecida congestionaba los pasillos y afuera cientos de estudiantes intentaban volcar y quemar las seis ambulancias enviadas desde Managua por Luis Somoza Debayle, con plasma para los heridos y médicos especialistas. Arriba, en la imagen, un estudiante se recupera en una cápsula de oxigeno luego de que una bala de la Guardia le atravesara un pulmón, el 23 de julio de 1959.
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Los cuerpos de los estudiantes asesinados fueron velados en el paraninfo de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-León), donde pudo concurrir el pueblo leonés. “Cuatro muertos y más de sesenta heridos, en su mayoría miembros de la universidad”, detalló el Diario LA PRENSA en una crónica publicada el 25 de julio de 1959.
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“Más de 15 mil personas en los funerales”, informó Diario LA PRENSA en su portada publicada el 26 de julio de 1959, en la que además compartió el testimonio de estudiante que había participado de la protesta y sobrevivía a una herida de bala.
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Los estudiantes y el pueblo leonés se desbordó el día después de la masacre para despedir a los estudiantes asesinados por la guardia somocista. “Hubo quienes dijeron que los hechos ocurridos eran el precio de la autonomía universitaria, alcanzada de 1958”, señaló la revista Magazine en un reportaje sobre la masacre de los estudiantes, publicado en julio de 2009.
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Tres de los féretros que eran trasladados al cementerio estaban vacíos; los cuerpos sin vida de los universitarios que debían ocuparlos fueron llevados a sus ciudades de origen por voluntad de sus padres. Solo el cuarto ataúd llevaba los restos de Sergio Saldaña, estudiante del segundo año de Medicina.
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Formaron parte de esta generación de estudiantes: Sergio Ramírez, Vilma Núñez, Rigoberto Sampson, Oswaldo Madriz, Rafael Cabrera, Humberto Lacayo, entre muchos otros, ahora personajes reconocidos.