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Nicaragua, sanciones, Daniel Ortega

¿Merecemos la libertad?

Nuestra propensión a generar de tiempo en tiempo dictaduras y malos gobiernos es reflejo, hasta cierto punto, de serias debilidades en nuestro tejido ético y cultural

Es parte de la justicia recibir lo que merecemos. El buen alumno merece notas buenas. No así el malo. Nuestro instinto moral nos dice que lo ideal y correcto es que se premie el bien y se castigue el mal. Aunque esto no siempre ocurre en este mundo imperfecto, la mera observación nos enseña que las conductas virtuosas suelen tener mejor cosecha que las viciosas.

Lo anterior sugiere que el dicho “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, aun cuando suene muy general, tiene una importante dosis de verdad. Los gobiernos honestos, y respetuosos de los derechos humanos y civiles, suelen surgir y perdurar más en las naciones donde un alto porcentaje de sus ciudadanos practican estos valores. Difícilmente surgirán gobiernos decentes en sociedades de mafiosos.

Nuestra propensión a generar de tiempo en tiempo dictaduras y malos gobiernos es reflejo, hasta cierto punto, de serias debilidades en nuestro tejido ético y cultural. Personajes como Daniel Ortega, acusado de violación por su hijastra, y Arnoldo Alemán, acusado de robo por la Fiscalía, hubieran enfrentado segura prisión en muchos países. En Nicaragua, en cambio, no solo quedaron impunes, sino que siguieron siendo aplaudidos por sus bases políticas, revelando así que amplios sectores de la población —incluyendo ciertas élites— apañan o toleran conductas inaceptables. Un pueblo que aspira a gobiernos mejores debe luchar por merecerlos, adoptando en su conducta cotidiana aquellas que quiere ver reflejadas en sus autoridades. La insurrección ciudadana de abril del 2018 es esperanzadora en cuanto puede anunciar una rebelión contra la crónica falta de ética y decencia; en cuanto puede representar el nacimiento de una nueva conciencia moral. Si esta arraiga, y resiste las necesarias pruebas de su autenticidad, tarde o temprano nuestro país merecerá y cosechará buenos gobiernos.

El relato bíblico muestra cómo Dios hizo peregrinar a su pueblo cuarenta años por el desierto antes de entrar en la tierra prometida; había primero que expiar sus faltas y convertirse de sus malos caminos; debía, en suma, merecerla. Nosotros no podremos lograr que nos gobiernen políticos justos, democráticos, honrados, respetuosos de la ley y las personas, si antes no contamos con una ciudadanía que, en general, se conduzca de esta forma. De aquí que un gran reto de la oposición sea superar las tradicionales propensiones —al autoritarismo, a la descalificación agresiva de compañeros de lucha, a la mezquindad, al divisionismo y a la inmadurez— que han frustrado, tantas veces, entrar a la tierra prometida. Lográndolo, es decir, creciendo cívica y moralmente en su lucha contra la dictadura, no hay duda de que el pueblo nicaragüense abreviará su travesía por el desierto y alcanzará, mereciendo, su anhelada libertad.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

Columna del día Justicia libertad Nicaragua

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