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Nicaragua, sanciones, Daniel Ortega

Unidad ya

Unirse es fundamental para la victoria y un reto que pondrá a prueba el patriotismo y la madurez de la oposición nicaragüense; un deber moral de primer orden ante la sangre derramada por nuestra juventud.

Ortega le tiene horror a dos cosas: al pueblo en las calles y a la unidad opositora. La primera piensa combatirla militarizando los espacios públicos. La segunda negociando sus reformas con los partidos más dóciles marginando así a los sectores más beligerantes. Es de primordial importancia estratégica derrotar su pretensión. Una oposición unida sin exclusiones, alrededor del objetivo único de vencer la dictadura y restaurar la democracia, privaría a Ortega de sectores con quien negociar sus “reformas” electorales y les quitaría total legitimidad a estas. Mostraría, además, al mundo, no solo un rechazo unánime a la dictadura, sino una oposición madura y fuerte. Esto último no debe subestimarse: nada debilita más a cualquier oposición que presentarse fragmentada y con rencillas internas; es desmoralizante y un regalo precioso al dictador.

Lo primero para lograr la unidad es que todos los opositores, o quienes pretenden serlo, se junten a buscarla. En esto no debe haber exclusiones. Todo grupo político o de la sociedad civil, que manifieste voluntad de derrotar la dictadura debe ser bienvenido. Incluso los partidos zancudos y exaliados de Ortega; precisamente porque con ellos es con quienes busca maniobrar. También, porque a pesar de adolecer de liderazgos manchados, tienen bases que pueden ser genuinamente opositoras. Hay que sumar, no restar. Partidos como el PLC, en concreto, tendrían la oportunidad de reivindicarse parcialmente si abandonan su pasada actitud colaboracionista y hacen frente común con el pueblo opositor. No hacerlo, ante una oposición abierta e inclusiva, los quemaría una vez más y definitivamente. No hay que cerrar puertas antes de tiempo. Un siguiente paso sería consensuar un programa de lucha limitado al objetivo central: elecciones libres y democracia.

Exigiría acordar las reformas y demandas no negociables que garanticen elecciones verdaderamente libres y representativas. Ojalá incluyeran cambios en el umbral necesario para ganar en primera vuelta, o la elección uninominal de los diputados. Pero, en todo caso, el quid del asunto es unirse alrededor de aquellos objetivos que puedan ser compartidos por todos. Los otros; las discrepancias sobre políticas económicas, extractivas, de justicia transicional, etc., podrán expresarse una vez que esté despejado el camino electoral y surjan distintas alianzas y opciones.

El paso final para conformar un frente unido sería elegir a un comité ejecutivo, conforme procedimientos de selección previamente consensuados, comprometiéndose los participantes a seguir sus directrices, a no variar los objetivos acordados y a no pactar por su cuenta. Hacerlo exigirá superar la intolerancia y abrazarse en la diversidad. Unirse es fundamental para la victoria y un reto que pondrá a prueba el patriotismo y la madurez de la oposición nicaragüense; un deber moral de primer orden ante la sangre derramada por nuestra juventud.

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