En un barrio de Managua a las 3:00 de la tarde del 24 de junio del año pasado una abuela hace un descubrimiento terrible: su nieta de 4 años sufre abuso sexual y el depravado es su propio hijo.
No quiere darse el tiempo de pensar que hacer, es posible que dude. Es su propio hijo el que irá a la cárcel si habla, pero es su nieta la víctima. No puede callar. Se decide por la razón y la justicia: denuncia al criminal.
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Pero su historia no es la única. El año pasado, al menos cuatro casos de abuso sexual contra niñas, fueron denunciados por una abuela indignada. Ahora los abusadores enfrentan procesos que los mantienen en prisión.
Lo han sabido de la peor forma. La del 24 de junio lo supo cuando bañaba a la niña y ella pidió que evitara rozarle sus pequeñas partes, porque los tocamientos de su tío la lastimaban. Ese día la niña lloró y lloró su abuela también al conocer que era su propio hijo el desalmado. De inmediato llamó a los padres de la niña y contó lo que pasaba. El abusador fue detenido.
Un brujo abusador
En otro lugar, en una cuartería de Managua, otra abuela notó raro el comportamiento de una de sus nietas, una niña de 11 años de edad, y que ella cuidaba desde hacía algún tiempo.
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“Miraba a la niña ansiosa”, relató la abuela en la Policía algunos días después. Muchas veces se desesperaba por visitar a su madre, quien alquilaba un cuarto en un barrio diferente de la capital. Otras veces decía que no quería ir y lloraba. Le oía decir cosas ofensivas contra su padrastro, un hombre de 60 años de edad.
La otra nieta de 12 años, desde pequeña se fue con su madre. A la señora, no le agradaba mucho su yerno de iniciales M.L.L.K. Ella desconfiaba de él porque además decían que era hechicero, que supuestamente practicaba brujerías.
A la abuela no le gustaba el comportamiento de su nieta de 11 años y en una ocasión la siguió. Lo que descubrió fue suficiente para que corriera a la Policía a denunciar que abusaban a sus nietas.
Las investigaciones policiales y los exámenes psicológicos practicados a las niñas revelaron que el supuesto brujo y padrastro de las niñas, les frotaba un líquido en el rostro que las adormecía y después las abusaba.
El hombre lo negó todo ante el juez. Dijo que la abuela estaba en su contra y que había inventado todo para perjudicarlo. Pero sus víctimas lo hundieron, contaron sus abusos y el hombre no tuvo otra opción más que admitir los hechos.
La acusación señala que a mediados de 2017, el supuesto brujo se conoció con la madre de las víctimas en un bar de la capital y poco tiempo después formalizaron la relación de pareja.
En esa época, las niñas víctimas tenían 10 y 11 años de edad. El supuesto brujo cometió las aberraciones sexuales contra ambas niñas en reiteradas ocasiones entre el 2017 y 2018. El malvado padrastro fue condenado a la pena máxima: 20 años de encierro por cada niña violada. .
El olfato de las abuelas
Para Keyla Largaespada, abogada, psicóloga y especialista en temas de abuso sexual infantil, el problema de los abusos sexuales donde un cercano o miembro de la misma familia está involucrada no es nuevo.
“Las estadísticas muestran que los niños y niñas son víctimas de abusos sexuales por parte de las personas más cercanas a ellos: tíos, primos, padrastros, vecinos; porqué estas personas se ganan el vínculo con los niños y las niñas, son las personas que de alguna manera tienen un grado de afectividad y es ese grado de afectividad y esa confianza las que aprovechan”, explicó Largaespada.
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Destacó la especialista que estos casos han salido a luz porque son las abuelas las que están pendientes de los niños y niñas y están percibiendo los cambios que están experimentando sus nietos: como el cambio de humor, ansiedad y tristeza.
“Eso les permite (a las abuelas) identificar que algo le está pasando a su nieto o nieta y logran, a través de la confianza, sacar la información que después se convierte en denuncia”, dijo.
Otra abuela al auxilio
Otra niña, esta de siete años, fue salvada también por su abuela en Managua. La menor escapó un día de su casa y golpeó la puerta de la de su abuela. Estaba desesperada. Su padrastro la abusaba.
La menor le llegó contando a la mamá de su papá todo lo que su padrastro le hacía y ella no dudó en denunciarlo. Le dijo que el aberrado sexual, para cometer sus fechorías le daba licor a su madre hasta que esta se quedaba dormida, para después manosearla .
El calvario de esta niña empezó cuando su madre inició una relación de pareja con el agresor sexual en 2017 y los tres; la niña, su madre y él habitaban en una casa de un barrio de Managua.
La especialista recuerda que no todos los niños y niñas tienen una “superabuela” cerca que esté para protegerlos, por lo que recomienda a los padre ser los primeros en vigilar que nada los amenace.
“Siempre que un niño o niña les diga que algo les está pasando, hay que creerles. Es un asunto de confianza y en eso las abuelas les toman delantera a los padres”, dijo Largaespada.