Millares están viendo con deleite la película de Netflix “Los dos Papas”, porque en realidad es bien actuada y humaniza en forma simpática a sus dos protagonistas, Benedicto XVI y Francisco I. Pero también la están viendo con mucha credulidad, porque no perciben que, aunque ella anuncie estar “inspirada en hechos reales”, la mayoría de sus guiones y acontecimientos distorsionan la verdad y proyectan una imagen falsa de los dos papas.
En ella vemos a un papa “bueno”, Francisco, abierto al mundo, caritativo y humilde, contrapuesto a un papa dogmático, intelectual, y ajeno a la crisis que sacude a la Iglesia. En sus intensos diálogos y controversias, el primero gana. Mirelles, el director de la obra, se da la libertad de presentar a Bergoglio como alguien que ha evolucionado: antes prohibía los libros marxistas y el matrimonio homosexual, “pero ahora he cambiado” alega, porque “hasta Dios cambia”, al igual que cambia la Iglesia. Así argumenta que el celibato sacerdotal no entró en ella sino hasta el siglo doce y que fue hasta el siglo cuarto en que esta comenzó a referirse a los ángeles. Benedicto parece asentir a la brillantez de su interlocutor y le dice: “Pareces tener una repuesta para todo”.
Aparentemente convencido de la superioridad del argentino, termina animando a Bergoglio a que acepte el papado.
Ocultas quedan las mentiras sutilmente introducidas. Porque ya desde el año 292 el concilio de Elvira, había impuesto el celibato a las órdenes mayores seguido luego por el de Nicea en el 325. Y respecto a los ángeles, ¿acaso no los reconocía desde su inicio? ¿No es en el evangelio de San Lucas donde se narra que el ángel Gabriel anunció a María que concebiría a Jesús? Este desprecio por la verdad alcanza su climax cuando presentan a Benedicto arrepentido de haber protegido al padre Masiel, el famoso fundador pedófilo de los Legionarios de Cristo, cuando fue quien lo condenó Ad Divines.
La película en el fondo es una manipulación bien montada que trata de proyectar dentro de la Iglesia el pensamiento y las preferencias de los “progres” y relativistas de hoy; el afán de que ella se pliegue o adapte a las corrientes dominantes en aras de una pretendida compasión. Contradice pues el exhorto que hacía San Pablo a “no conformarse (adaptarse) a la mentalidad del mundo e incurre, en lo que para el obispo español José Ignacio Munilla, es “la herejía de nuestros días”: la contraposición entre la verdad y la caridad, “cuando ambas son la misma cosa en Cristo”.
Hay “fake” (falsas) noticias y más aún, fake films. Este es uno de ellos. Ser veraz no está de moda.
El escritor es autor del reciente libro de historia: Buscando la Tierra Prometida.