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Nicaragua, sanciones, Daniel Ortega

Que no panda el cúnico

La unión de las fuerzas opositoras que derrotó a Ortega en las elecciones de 1990 se cuajó cuatro meses antes. Para las de 2021 faltan casi dos años —exactamente 20 meses—

“Que no panda el cúnico”, exclamaba Chespirito, el comediante mejicano, para decir “que no cunda el pánico”. Es algo que hoy deben escuchar quienes andan agitados pensando que existe una grave desunión opositora. Es cierto que hay desunión, discrepancias y descalificaciones. Pero esto no justifica la inquietud: que ocurra es natural y hasta saludable —pasa en todas las primarias— y hay tiempo para enmendarlo. No hay que amargarse.

La unión de las fuerzas opositoras que derrotó a Ortega en las elecciones de 1990 se cuajó cuatro meses antes. Para las de 2021 faltan casi dos años —exactamente 20 meses—. Tenemos todo el resto del 2020 para ir forjando alianzas e ir unificando las múltiples y dispersas fuerzas políticas. No hay razones para desalentarse porque esto no ocurra ya y porque se vislumbre difícil la unidad de todos. Unificar una multitud de grupos, partidos y organizaciones con ideas, agendas e intereses distintos y hasta divergentes, no es fácil. Tendrá antes que haber una labor paciente y relativamente prolongada de acercamientos, distanciamientos, conciliaciones y negociaciones.

También será necesaria cierta labor de depuración. Porque no se trata solo de unirse para salir de Ortega sino para construir una Nicaragua democrática y libre. No se trata de acabar con su dictadura sino con las dictaduras. Por tanto, en la unidad no caben ni los cómplices activos del régimen ni quienes albergan un ideal autoritario; aquellos que aspiran a derrotar una dictadura para promover otra. Esto no debe malinterpretarse como un llamado a excluir a quienes en el pasado apoyaron la nefasta dictadura del FSLN. Las personas pueden cambiar: San Pablo, el gran apóstol que extendió como nadie el cristianismo, lo persiguió antes. Lo importante es ver qué agenda tienen ahora; qué tan comprometidos están en luchar por una democracia representativa, y qué tan claramente se definen como enemigos, no sólo de Ortega, sino de toda tiranía vigente, sea esta la cubana o la venezolana.

Que la unidad opositora sea incompleta no debe preocuparnos. La de 1990 tampoco lo fue. En aquel entonces quedaron fuera de la UNO ocho partidos políticos que, a la hora de llegada, no lograron acumular más del cuatro por ciento de los votos. Lo importante es que, tras un proceso de alianzas, que puede tomar muchos meses, llegue a formarse un fuerte conglomerado opositor cuyo liderazgo sea percibido por el pueblo como la mejor y más confiable alternativa. Si esta recibe, además, la cooperación del sector privado, y el espaldarazo abierto o velado de los eclesiásticos, se convertirá en el imán irresistible que jalará montañas de votos. Que no panda el cúnico. Queda tiempo y voluntad para lograrlo.

El autor lo es del libro Buscando la tierra prometida, Historia de Nicaragua 1492-2019.

Columna del día Crisis en Nicaragua

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