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Partidos políticos
Los partidos políticos no deben olvidar la deuda que tienen con Nicaragua. Unos más que otros, claro. Para salir de la crisis actual es necesario entender que el sistema de partidos políticos que funciona en Nicaragua desde hace 20 años es parte del problema que nos llevó hasta acá. Intencionalmente o no, sirvieron para legitimar la dictadura que hoy tenemos, sin poder hacer casi nada para evitarla.
Justificaciones
Los partidos políticos, pongámosle que algunos a regañadientes, aceptaron el papel que Daniel Ortega les otorgó en el concierto del fraude. Hubo infinidad de justificaciones. Se dijo primero que era mejor ir a unas elecciones que de antemano se sabían fraudulentas como única forma de demostrar el fraude. Bueno, se demostró el fraude y no pasó nada. Después, volvieron a participar con la seguridad de que a pesar del fraude se le podía derrotar con “una montaña de votos”. Hubo montaña, y siguió Ortega. Luego se dijo que había que aceptar las asignaciones de Ortega porque “en política no se dejan espacios vacíos”. Ya al final, cuando, casi casi se publicaban los resultados antes de las votaciones, se dijo que había que participar “para no perder la personería jurídica”. El asunto es que Ortega siempre les halló la medida para participar sin darles posibilidades de ganar y aceptando lo que les tenía a bien asignar.
Mercenarios
Por supuesto, no estoy hablando hasta acá de los partidos mercenarios. Ese es otro cuento. Este tipo de partido es de lo peor. Es el que se forma con cuatro pelagatos, se pone a la venta, consigue personería jurídica de forma expedita, y llega a las elecciones alegremente disfrazado de opositor. Sus listas de candidatos y funcionarios electorales las llena con militantes sandinistas amablemente “prestados” y en las elecciones saca menos votos que los fiscales que declaró. Sin embargo, es inmortal. Nunca pierde su personería como los otros. Desaparece por tiempos y solo sale de su madriguera cuando llega una nueva elección y el mercado de partidos se pone a la alza.
Concierto
Jueces. Funcionarios electorales. Policía. Observadores. Encuestas. Oposición. Todo controlado por una sola mano. La mano que lleva una batuta que indica qué y cuándo debe tocar cada quien en esta sinfonía del fraude.
Resultados
Recuerdo todo esto, que seguramente usted estará diciendo “pero si eso ya los sabemos”, no porque crea que los partidos políticos que fueron parte del problema no puedan ser ahora parte de la solución. Al contrario. Creo que los partidos políticos son importantísimos. Pero cuidado, no vayan por inercia a estar jalando hacia ese mismo modelo en que se criaron sin percatarse que ya Nicaragua cambió. Y que como dice la famosa frase, no se pueden esperar resultados distintos si seguimos haciendo lo mismo.
Colapso
Este martes vimos una Nicaragua militarizada. Imágenes grotescas de antimotines entrando en tromba y a piñazos en un centro comercial. Periodistas agredidos. Policías ponchando llantas de carros, y amenazando a periodistas con “palmar a la familia”. O sea, una policía que ya perdió completamente su papel. De la policía solo le quedan los uniformes y los emblemas. Ya no sabemos si son policías que parecen pandilleros o pandilleros que parecen policías. Al mismo tiempo, vimos cientos de pequeños actos de protesta estallando por todos lados. Todo esto indica que el régimen está colapsado. No da para más. Está desesperado. Puede ir a más. Es peligroso. Solo puede ser mara controlando a la fuerza un territorio.
Cerrar filas
Si el régimen está así como está, no es por los partidos políticos. Los partidos políticos tienen ahora la oportunidad de romper ese secuestro al que han estado sometidos. Es, además, una enorme responsabilidad que tienen con Nicaragua. No pueden echarla a perder. No pueden ya alegar participación para conservar personería jurídica, ni aceptar diputaciones para “dar la lucha desde adentro”, ni negociar por separado con el régimen. Tienen la obligación moral e histórica de poner esta vez los intereses del país por sobre sus intereses particulares, como personas y como partido. Cerrar filas, para no darle respiro a ese animal herido, es lo que se les pide. Tienen la oportunidad de ser parte de la solución, y dejar de ser parte del problema como han sido.