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El padre Rodolfo French, de Wapam. LAPRENSA/Cortesía

La historia del padre Rodolfo French, que ayuda a los evacuados del río Coco

El párroco Rodolfo French es uno de ochos sacerdotes miskitos de Nicaragua. Actualmente está a cargo de la parroquia de Waspam de Río Coco, desde donde ha asistido en estos días a los pobladores azotados por el huracán Eta

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De niño, Rodolfo French creció nadando en el río Coco, en la zona de San Carlos. En esa época miró varias veces estas aguas embravecidas, como las ve ahora, días después de que pasara el huracán Eta por este lugar a inicios de noviembre de 2020.

Cuarenta años después, Rodolfo French vuelve a ver el río crecido, como pocas veces, pero esta vez como sacerdote, dando la voz de alarma en sus orillas para intentar auxiliar a la población miskita, la cual —cree— está bajo su responsabilidad y que fue azotada por la furia del huracán.

Las viviendas de las comunidades de abajo del río Coco, por Cabo Gracias a Dios, en la frontera con Honduras, han sido sumergidas por las aguas y decenas de personas se han refugiados en varios albergues. Hasta el siete de noviembre, el Ejército de Nicaragua informó que 935 pobladores de esa zona fueron evacuados.

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Rodolfo French es uno de ocho sacerdotes miskitos de Nicaragua. Actualmente se encuentra a cargo de la iglesia de San Rafael Arcángel de Waspam, en Siuna, que abarca a 52 capillas, de las cuales cinco son mestizas y el resto son miskitas. Desde hace casi dos años que se encuentra en estas tierras, que lo han impactado por la pobreza y las necesidades eternas.

Por ejemplo, hay pueblos donde solo existe un centro de salud que es atendido por un enfermero al que se le acaban las medicinas. French ha sido testigo cómo no se ha podido atender a mujeres que llegan con problemas de preeclampsia por falta de equipos, o cómo un señor que fue mordido por una serpiente, algo frecuente en este lugar, murió horas después porque no pudo ser trasladado, en bote, a un hospital para que lo curaran.

A 200 kilómetros de donde nació, y a más de 15 horas en auto desde Managua, en tierras que algunas personas no saben que existen, Rodolfo French camina por estas comunidades pobres que fueron inundadas por las aguas del huracán. Desde hace más de una semana, duerme poco y mal, pensando en cómo responder a las cada vez más frecuentes voces que le dicen: “padre, tenemos hambre”.

Durante estos días ha estado entregando donativos a los albergues.
LAPRENSA/Cortesía

Con los papas

Los momentos que más recuerda fue haber conocido a los tres últimos papas (Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco), cuando ha estado en Roma. En 2002, en un sínodo de obispos, miraba a diario al papa Juan Pablo II como una persona más que comía y hablaba con él.

De lo más bonito fue conocer al papa Juan Pablo II en 2001.
Fue ordenado sacerdote el 28 de diciembre de 1995. Por lo tanto, dentro de poco más de un mes estará celebrando 25 años de sacerdocio.

Entre otros estudios, French ha cursado Filosofía, Teología y Derecho Canónico.

Con el papa Juan Pablo II, en Roma.
LAPRENSA/Cortesía

Niñez

Si volviera a nacer, Rodolfo French escogería de nuevo ser sacerdote. Eso lo piensa ahora, a los 54 años de edad, porque cuando entró al seminario no lo tenía muy claro. Llegó más bien movido por otros religiosos que lo animaban porque no había curas miskitos. Una vez adentro, cuando conoció la palabra de Dios, dice que sintió que era como vivir un capítulo de una serie que quería continuar viendo.

Sin embargo, cuando estuvo a punto de entrar de lleno en sus estudios de sacerdocio, French le pidió a Dios una señal. Y en efecto le llegó, pero en carnes de una muchacha atractiva que se enamoró de él. “Podés hacerme lo que quieras”, recuerda que le dijo la chica, y French dice que le respondió que lo que quería era ser sacerdote para servirle a Dios. “Solo quiero que nos respetemos y sigamos siendo amigos”, recuerda que le contestó. Antes de ella, que era solo una amiga, tuvo solo una novia, que fue su primer amor.

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De esos tiempos, French recuerda cuando fue trasladado por la guerra de los ochenta, desde San Carlos hasta el asentamiento de Tasba Pri (Tierra Libre), donde fueron llevados 10 mil miskitos durante el primer gobierno sandinista.

Era un muchacho de una familia miskita de siete hermanos, dos hombres y cinco mujeres. Vivía en el campo y sus aspiraciones en ese entonces eran convertirse en maestro. Estudió un año en la escuela normalista, donde obtuvo buenas calificaciones, pero después se salió para estudiar el sacerdocio.

De pequeño se hizo una cicatriz en la palma de la mano que hasta hace poco se le borró. Resulta que un niño “me hizo una mala letra” jugando beisbol y cuando French intentaba golpearlo, se ensartó la punta del lápiz, que le dejó la seña oscura.

Creció hablando miskito e inglés. Pero después de haber estudiado en Roma y Alemania, ha aprendido a hablar, además de español, alemán e italiano. Por eso para él ha sido bueno regresar a estas tierras, donde se ha visto forzado a recordar su lengua natal, pues ya se le estaba olvidando.

En estos días durante la evacuación de personas. LAPRENSA/Cortesía

Impacto del huracán

Al menos dos millones de personas estuvieron expuestas al huracán Eta en Nicaragua, principalmente en las zonas de la Costa Caribe Norte, el Triángulo Minero, Nueva Segovia, Jinotega y Chinandega, mientras que los daños por el paso del ciclón ascienden a 6,128.4 millones de córdobas, informó el pasado lunes 9 de noviembre el régimen de Daniel Ortega.

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Según el reporte preliminar, 71,145 personas fueron evacuadas de zonas de riesgo, de las cuales 47,297 fueron albergadas en 325 refugios, mientras que “las necesidades de reposición y restauración inmediata ascienden a 1,249.9 millones de córdobas”.
El reporte detalla que unos cuatro centros educativos resultaron dañados, al igual que la planta de tratamiento de agua potable y suministros en Bilwi, 66 puentes y 901 kilómetros de caminos, sin especificar qué zonas son las que quedaron intransitables.

Otras estructuras que sufrieron daños fueron “edificios públicos, estadios, polideportivos, parques; el muelle de Puerto Cabezas de servicio internacional”.

Según el informe oficial, el régimen orteguista continúa sin reconocer que durante el paso de Eta “no se registraron afectaciones en vidas humanas”.

La Diócesis de Siuna también reportó inundaciones en tres capillas y 16 comunidades del territorio Liauvra, ubicadas a orillas del río Coco, “y 4 de ellas están completamente inundadas”.

“La población se ha movilizado a Honduras, ya que se comparte frontera con Honduras. Tres capillas en esta parte están llenas de agua”, detalló la Diócesis.

Uno de los más afectados es el río Prinzapolka, de donde han sido evacuadas miles de familias y hubo inundaciones en el 95 por ciento de las 26 comunidades ubicadas río abajo, indicó el líder comunitario de la zona, Jaime Andrew.
Otros ríos desbordados fueron el río Iyas, ubicado entre Siuna y Waslala; el río de Oro y río Murra, en Nueva Segovia.

Las imágenes de estos días abajo del río Coco.
LAPRENSA/Cortesía

Huracanes

El padre Rodolfo fue párroco entre 2003 y 2008 de Puerto Cabezas. Ahí fue que vivió el huracán Félix, en agosto de 2007, que dejó una estela de destrucción y muerte. Fue tanto el impacto de aquello que por unos días fue enviado a Managua para descansar y desconectarse del caos.

Ese huracán no hizo que creciera tanto el río Coco, como esta vez. Los comunitarios más bien comparan esta crecida con la del huracán Mitch, de 1998, porque sienten “que los engañó”: no miraban las aguas tan crecidas pero se formaron unos remolinos fuertes, que de repente sus casas ya estaban inundadas.

Desde que supo que el huracán Eta impactaría, el padre French estuvo pendiente toda la noche del martes 2 de noviembre. Una delegada de la palabra, de río abajo, lo llamó para alertarle que su casa ya se había inundado y que ella con su familia, durante la noche, buscaría refugio.

Como French sabe las calamidades de esa zona, donde llega y solo es recibido con un plato de arroz o de frijoles sin nada más, se fue a verificar con sus propios ojos la inundación. Miró que una carretera que conectaba con los pueblos había desaparecido, sumergida en las aguas, y que la gente estaba siendo evacuada o llegaba por su propia cuenta.

Junto con la alcaldesa del lugar, French hizo lo que estuvo a su alcance para evacuar a las personas en lanchas. Solo algunos hombres fueron los que se quedaron en río abajo, mientras los albergues se llenaron de mujeres, niños y ancianos.

Desde entonces, los albergues cada vez están más llenos. Cuando miran caminando al padre Rodolfo, entregando provisiones, los comunitarios se alegran, porque este año, debido a la pandemia, no pudo realizar la misión que hace anualmente en esas comunidades lejanas.

La gente le ha relatado que han perdido toda la cosecha que tenían para comer: yuca, plátano, banano y animales. Las casas que estaban a la orilla fueron erosionadas. Varios han perdido otras cosas materiales, como sábanas, camas y ropa. “Porque la gente huyó con lo que andaba puesto”, dice French.

A finales de la semana pasada, mientras iba caminando bajo el agua, una señora le dijo que se “alegraba de que estuviera con nosotros viendo nuestras desgracias”. Después fue que se encontró a una niña 13 años de edad que le dijo que tenía hambre. “Nos dan poquito”, le dijo la menor de edad, haciendo con la mano que la porción era del tamaño de una taza de café.

El momento más sublime de estos días, no obstante, fue la eucaristía que celebró con todos los evacuados. La emoción con la que cantaban dejaron en el templo las huellas del dolor y la esperanza.

Con el papa Francisco, actual jerarca de la Iglesia.
LAPRENSA/Cortesía

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