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Peter Schmidtgen/Deutsche Welle

Evolución del COVID-19: de persona sana a paciente al borde de la muerte

Peter Schmidtgen tiene 66 años, mide 1.82 metros de altura y es delgado. Ahora aún más delgado. Era atlético y estaba en forma. Se contagió con el coronavirus y, de repente, estuvo más cerca de la muerte que de la vida.

Todo comenzó con síntomas leves que no desaparecían, tampoco con antibióticos. Cambió de médico, quien lo remitió enseguida a un hospital, donde se comprobó que tenía COVID-19 y tras el empeoramiento estuvo en coma inducido durante tres semanas, con respiración artificial. Eso fue en abril de 2020. Peter Schmidtgen no recuerda nada.

“Sufre de lo que se conoce como amnesia retrógrada”, explica la médica que lo atiende, Silvia Lindenberg. Ella ha cuidado al paciente desde que fue trasladado al Centro Renano-Westfaliano de Rehabilitación Temprana y Respiración Asistida en Nümbrecht en junio. Este tipo de secuelas, a largo plazo, afecta a muchos pacientes con coronavirus: “No recuerda casi nada, ni cómo llegó al hospital ni lo que sucedió después. Son todos recuerdos vagos para él”, dice la neuróloga.

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La esposa y la médica de Peter Schmidtgen le contaron todo lo sucedido, para él es “como si no estuviesen hablando de mí, sino de otra persona”, aclara este hombre de 66 años de edad.

Peter Schmitdgen de viaje en Argentina antes de contagiarse con el coronavirus/Deutsche Welle

Una auténtica pesadilla

Schmidtgen tenía el cuadro clínico típico de un paciente con COVID-19: “Una trombosis venosa profunda, una embolia pulmonar doble bilateral y sufrió varios ictus”, dice Lindenberg. El caso de Peter Schmidtgen es uno de los peores que ha tratado la médica hasta ahora.

“Sus pulmones estaban en muy mal estado. El órgano había abandonado casi por completo su trabajo, porque ya no podía absorber oxígeno”, afirma. Finalmente, el paciente fue conectado a un pulmón artificial. La parte izquierda de su cuerpo quedó muy afectada por los ictus y el brazo izquierdo casi no lo podía mover.

La Dra. Silvia Lindberg trata a pacientes con secuelas a largo plazo por el COVID-19/Deutsche Welle

De vuelta a la vida

Cuando los médicos finalmente despertaron a Peter Schmidtgen del coma, solo pesaba alrededor de 60 kilos y su rostro estaba pálido y demacrado. “Cuando me vi en el espejo por primera vez, me quedé aterrorizado”. Pasó de pesar 77 kilos a alrededor de 60. Al principio solo podía estar tumbado. Era lo único que podía hacer.

Varios terapeutas ayudan a Schmidtgen en el proceso de recuperación, es una empresa dura, pero él enfrenta la situación con actitud positiva y humor. “Los terapeutas me tratan de tres a cuatro veces al día. Soy vago por naturaleza, pero quiero volver a tener la vida (de antes)”.

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Con la ayuda de médicos, terapeutas y enfermeros, Schmidtgen va dando pasos hacia la recuperación y ya puede hacer ciertas cosas solo: “Por ejemplo, puedo ducharme solo. Ahora puedo hacerlo. Hace unas semanas era imposible. Me aseaban en la cama. Fue horrible”.

También puede caminar unos pasos. “Al principio pensé: qué lograremos alcanzar con él. Pero él superó mis expectativas. Cuando pienso en el estado en el que se encontraba hace mes y medio”, resume la médica. Desde hace meses, Lindberg acompaña muy de cerca a sus pacientes y se alegra de cualquier progreso que ellos logren.

Radiografía de un paciente con COVID-19: las manchas blancas muestran el estado de destrucción de los pulmones/Deutsche Welle

“Esto no te puede pasar a ti”

Schmidtgen no tenía enfermedades previas y no pertenecía al grupo de riesgo: sin sobrepeso, sin hipertensión: “Siempre estuve sano, físicamente activo; montaba mucho en bicicleta y esquiaba en mis vacaciones invernales. Los demás enfermaban, pero yo no. Siempre pensé: esto no te puede pasar a ti. Nunca tuve nada que ver con enfermedades”.

En 2020, él y su esposa querían cumplir un sueño muy anhelado: seis semanas en Australia. Los vuelos estaban reservados, el alojamiento y el coche de alquiler también. Pero luego Australia prohibió la entrada al país por la pandemia y los vuelos fueron cancelados.

Mientras estaba sano, siempre pensó que era inmune a todo. “Pero ahora he descubierto que no es así. Y cuando pienso en todos los negacionistas, que no toman el coronavirus en serio, cuando pienso en aquellos que creen que algo así no les puede pasar, entonces soy un buen ejemplo de que le puede pasar a cualquiera. Gracias a Dios aún estoy vivo”

Su médica, Silvia Lindenberg, piensa igual. Ella trata las secuelas a largo plazo del COVID-19. Los negacionistas del coronavirus no la asustan, la enojan: “Sería bueno si esas personas pudieran ver cómo es una unidad de cuidados intensivos de coronavirus. No debemos dejar de llamar la atención una y otra vez (sobre el tema): el COVID-19 es una enfermedad grave, no se puede tomar a la ligera”.

Schmidtgen es una persona luchadora: “Todo lo que podía hacer hasta ahora, ya no puedo hacerlo. En realidad, eso me debería estresar, pero no soy así. Creo que lo lograré y que todo llegará”. Para él son importantes sus familiares, amigos y su mujer, quien también enfermó de COVID-19, estuvo en el hospital dos semanas y tuvo una evolución mucho más suave.

La pareja ha viajado mucho: Argentina, Chile, Estados Unidos hasta en el Everest. Allí “supe por primera vez lo que significa que te falte el aire”, dice.

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