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Esta fue la celebración a la Purísima Concepción en el año 2018 cuando la familia de Geraldine García cumplió 50 años de celebrar a la Virgen. LA PRENSA/Cortesía/Geraldine García

Así cambió el Covid-19 la tradición de la Purísima en estas tres familias que llevan hasta 200 años con la celebración

Urania Castro Salazar, Ana María Herrera y Geraldine García García heredaron de sus familias la celebración a la Virgen María. Este año, cuentan, han tenido que buscar el balance para no perder la tradición pero tampoco exponer a sus familias y a los devotos al coronavirus

Para estas fechas Urania Castro Salazar y su familia ya estaban preparadas para recibir a más de dos mil personas que llegan a cantarle y gritarle a la Purísima Concepción de María cada 7 de diciembre, sin embargo este año la pandemia del Covid-19 cambió la tradición.

La celebración a la Purísima en esta familia ha persistido por cuatro generaciones y esta será la primera ocasión en que no celebrarán. Castro, de 60 años, quien está a cargo de los preparativos y la celebración, cuenta que “la devoción a la Virgen María viene de mis abuelos, mi bisabuela paterna la celebraba hace mucho tiempo, ella murió de 116 años y existía la Virgencita, que hoy en día nosotros tenemos, que es una Virgen de madera, chiquitita, labrada a pura madera de cedro”. Ella recibió de su papá la devoción de celebrar a la Virgen.

Sobre la historia de esta celebración, Castro sabe que en la época de su bisabuela usaban bueyes y arrastraban la caña y el limón, que era el brindis tradicional que se daba en ese momento, así como la naranja. Cuando la Virgen pasó a manos de su abuela, la mamá de su papá, la celebración fue “más moderna” y “pomposa”, afirma. Era a lo grande, en una casa de la vieja Managua y se realizaba durante tres días: 6, 7 y 8 de diciembre.

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El único cambio que ha surgido, dice Urania, en los 26 años que tiene a cargo la tradición después que falleciera su papá, es que ella solo celebra el 7 y 8 de diciembre. El 7 realiza la Gritería y abre las puertas de su casa desde las 6 de la mañana hasta la 1 o 2 de la madrugada, hasta “que pasa el último”; y el 8 de diciembre realiza un rosario a las 12 del mediodía con familiares, amigos y vecinos; y comparte un almuerzo con ellos.

Esta es la imagen de la Purísima Concepción que ha conservado por años la familia de Urania Castro. La imagen fue elaborada con madera de cedro, según la familia. LA PRENSA/Cortesía

“Lamentablemente este año no va a ser así por la situación de esta pandemia, pero próximamente, si esto alguna vez se nos llegara a controlar o nos vayamos acostumbrando con esto, las celebraciones volverán a ser iguales”, asegura Urania, quien recuerda que la Virgen es muy visitada y le ha tocado preparase con hasta tres mil paquetes para el brindis o la gorra. Las filas de devotos van desde la puerta de su casa hasta la salida del andén donde vive.

Asegura que con el paso de los meses entendió que este año la tradición no sería igual. “Yo llegué a agosto y dije: ‘la celebración de la Virgen no va’, porque no había comprado nada, la celebración de la Virgen creo que no va a ser igual porque no sabíamos cómo iba a seguir desencadenandose esto. Y no compraba nada, yo ya en julio (en años anteriores) tenía mis primeras 100 panas, mis primeros 100 baldes, mis primeras 100 escobas”.

Para este año, Urania y su familia decidieron realizar la novena a la Virgen en familia y preparar el altar para la Virgen el 7 de diciembre, como de costumbre, pero en esta ocasión no se recibirán devotos y el brindis será compartido únicamente con los vecinos más cercanos y los familiares. Urania dice que se les hará llegar la gorra tomando todas las medidas preventivas. Además entregará paquetes en el hospital Manolo Morales, en Managua.

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Sobre el 8 de diciembre, dice que la familia también realizará el rosario a mediodía, pero el cacao que forma parte del brindis tradicional será repartido en picheles y no en vasos como se acostumbra. La invitación también será solo para los más cercanos. “Si un vecino se acerca (a la casa) con mucho gusto, no le voy a decir que no (entre), pero con las prevenciones, con su mascarilla”.

Esta nueva forma de celebración para Gabriela Castro, de 32 años e hija de Urania, es inédita y confiesa que la emociona, a pesar de que está fuera del país, ya que en su familia esta celebración ha sido inamovible, pero la pandemia mostró que podía ser diferente. “En mi casa, eso no se toca (la celebración a la Virgen), mi abuelo murió en el 94 y mi abuela murió en el 2019, y mi abuelo decía que si él se moría un 7 de diciembre o un 8 de diciembre que él podía estar velado ahí y la Virgen podía estarse gritando porque eso nunca se iba a mover, nunca se iba a perder”, cuenta.

Este es uno de los altares elaborados por la familia de Urania. LA PRENSA/Cortesía

Gabriela heredará de su madre la tradición familiar de más de 200 años y dice que está dispuesta a continuarla con mucho fervor, porque no será impuesta, es algo que le gusta y de lo que es parte. “Es una tradición que ha pasado por descendencia, por ejemplo, mi bisabuela paterna la celebraba y siempre ha sido como la fiesta principal de la familia, yo crecí en un hogar bien católico, pero al mismo tiempo ha sido como la fiesta principal, incluso para mí, yo siento que es más solemne que la Navidad misma, más alegre, más viva, en el sentido de compromiso y del significado que tiene en la identidad como nicaragüense y como miembro de mi familia”, señala.

Más de 220 años de tradición

Ana María Herrera es originaria de Jinotega y la celebración de su familia a la Virgen es un referente para el pueblo,  por el tiempo que ha perdurado la tradición y por los altares que preparan para ella. Sin embargo, este año la presencia del virus que produce la enfermedad Covid-19 hizo que la familia desistiera de celebrarla como lo han hecho en años anteriores.

Ana María Herrera dice que la tradición familiar empezó en el año de 1800 con el matrimonio de doña Ciriaca Gutiérrez de González y Benvenuto González, después heredaron la tradición a su hija Ana María, quien procreó cinco hijos junto a Guillermo Peñalosa. La tradición continúo con tres de los hijos: Celina, Francisco y Eloisita. “Al morir mi tía (Eloisita), nos hacemos cargo mi mamá y yo, sus dos hijas de crianza de Elosita, porque ella nunca se casó y nunca tuvo hijos, entonces nosotros nos hicimos cargo ahora”, cuenta.

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Además agrega que la veneración a la Virgen surgió en su familia por el cariño, el amor y la devoción que le tienen a la Purísima. Como en otras familias, esta será la primera ocasión en que no se haga la Gritería en la casa de Ana María situada en el barrio Omar García, en Jinotega, donde llegan alrededor de 700 personas a cantarle y gritarle: ¿Quién causa tanta alegría?

“Se va a hacer un rezo familiar, pero se va a hacer un poquito de paquetes (brindis o gorra) para las personas, para los amigos más allegados”, dice Ana María sobre la decisión que tomó junto a su mamá, ya que “por lo del Covid y porque la situación no está bien, tanto para mi familia como para mis hermanos y mis padres, y también tengo familia enferma”, asegura.

La celebración a la Virgen en la familia de Ana María ha perdurado por más de 220 años. LA PRENSA/Cortesía

En la familia acostumbran a rezar la novena del 14 de noviembre hasta el 22 de noviembre, para que finalice con el aniversario del Oratorio, luego empiezan los preparativos para el 7 de diciembre: el brindis, el agualoja —una bebida tradicional jinotegana—, los arreglos, las cortinas y se decide la temática que tendrá el altar. Además se encargan los gofios, las cajetas y se compra todo lo que llevarán los paquetes.

Ana María confiesa que aunque no se haga la Gritería, ella no quiere dejar de rezarle a la Virgen María y prepararle su altar como siempre lo ha hecho su familia. “Con esta situación que estamos pasando, tenemos que dar gracias a Dios y rezar en familia, aprender a rezar en familia, no esperar que llegue el vecino, todos los amigos que siempre se invitan. Es muy triste porque uno siempre espera y prepara para las personas, para los niños, pero por la situación como está el país no se puede”, refiere.

Sus vecinos o amistades podrán visitar el altar que preparó la familia siempre y cuando no sean muchos y usen su mascarilla, “porque usted se cuida, yo me cuido, usted cuida a su familia y yo cuido a mi familia”, dice.

Gritería, pero con medidas

Geraldine García García y su familia están conscientes de la situación sanitaria que vive el país con el Covid-19 y el riesgo que esto implica, sobre todo, porque un pariente cercano padeció la enfermedad y, asegura, la experiencia fue muy dura.

La presencia del virus en el país y en Jinotega, de donde son originarios, hizo que la familia tuviera que analizar qué pasaría con la celebración de la Purísima Concepción de María, la cual han realizado por 51 años consecutivos en el barrio Alejandro Ramos, de esa ciudad, como una promesa que hiciera su mamá Miriam García para que su esposo Abel García, quien tuvo un accidente, pudiera salir bien de esa situación.

“Ha sido difícil porque imagínese una tradición de 52 años (que cumplirán este año) y que por motivos que no quisiéramos que fueran, dejarla de hacer. Ha sido difícil, todos los días nos sentamos, platicamos, buscamos por aquí, buscamos por allá. Hasta el momento nosotros decidimos (hacer) la Gritería, pero estamos en eso de organizarla tratando de que la gente no se aglomere, pensando en ellos y en nosotros, porque ahorita es de pensar en todos, no solo en uno”, asegura Geraldine, quien junto a sus dos hermanos ha continuado la tradición que le inculcaron sus padres, quienes ya fallecieron.

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Geraldine asegura que durante los años que tienen de celebrar a la Virgen se han enfrentado, como todas las familias, a problemas difíciles y económicos, pero no han dejado de hacerlo en la medida de sus posibilidades.

La promesa que cumple la familia García García es realizar un rezo “formal” y “de oración” junto a sus vecinos y amistades el 6 de diciembre, día en que culminan la novena y la fecha en que se resolvió el problema de don Abel García; y recibir a todos los pobladores que salen a gritar el 7 de diciembre en la ciudad. Durante los 51 años, según Geraldine, la mayor cantidad de personas que han recibido son 3,500, cuando cumplieron 50 años de tradición en 2018 y la celebración fue en la calle, tal y como lo pidió su papá, quien murió meses antes.

Este fue el altar que elaboró la familia de Geraldine el año pasado y llevaba por nombre La anunciación. LA PRENSA/Cortesía

“La bonita experiencia que como familia podemos dar, es que independientemente nos preparemos con pocos paquetes (brindis), la Virgen siempre los multiplica y siempre hay para todos. Aquí la celebración comienza el 6 con el rezo, el 7 la Gritería, el 8 día de la Virgen viene gente y recibimos personas desde el 6 hasta el 13 de diciembre; y siempre hay paquetes para que la gente lleve. Esta es una de las experiencias más lindas que hemos podido vivir, ver cómo la madre nos multiplica todo lo que tenemos y poder compartir con todo mundo”, cuenta Geraldine, quien asegura que la familia se prepara desde enero y empieza a ahorrar en una alcancía para tener una ayuda cuando se acerca la fecha.

Desde antes que su mamá falleciera hace 16 años, Geraldine junto a sus dos hermanos ya están a cargo de los preparativos y aportan económicamente en los gastos. “Mi papá preparaba el agualoja y sin que él dijera que tienen que celebrar la Purísima ya sabíamos, somos tres hermanos, y ya sabíamos que teníamos el deber, el compromiso con ella (la Virgen), como le decía, el compromiso de ser agradecidos con ella por haber librado a mi papá del accidente”, cuenta Geraldine, quien espera que la nueva generación continúen con la tradición, “sin necesidad de decirles que tengan que hacerlo”.

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La celebración de la familia García a la Virgen y el altar que realizan es reconocido entre los jinoteganos, quienes se refieren como “la purísima de don Abel García”, y según cuenta Geraldine, el año pasado los pobladores confundían a su esposo y a su hermano y les decían ‘don Abel, don Abel, deme a mí’. “Se nos hacía el corazón chiquito de escuchar que lo mencionaban a él, también es bonito saber de que ellos tiene en la mente que es la Purísima de don Abel y que aunque él no esté la Purísima es de él también”, dice.

Este año, la gritería en la casa de Geraldine se realizará, pero implementarán ciertas medidas de protección e higiene para evitar que haya algún contagio de Covid-19 mientras celebran a la Virgen. Una de ellas será colocar el altar a la Conchita en una sala que da hacia el porche para que la gente pueda observarlo, sin exponer a la familia o a los visitantes; además colocarán una baranda en la acera de la casa con entrada y salida para que en grupos de 10 personas puedan cantarle a la Virgen y recibir el brindis. “Es bien difícil, no creo que la gente no salga a la calle, entonces una manera mínima para poder estar un poquito satisfechos es hacer lo de la Gritería con menos tiempo, claro, porque entre más tiempo más gente llega y es exponerlos a todos”, dice Geraldine.

Sobre el rezo del 6 de diciembre también se realizará pero con menos personas para mantener distancia entre una silla y otra. Geraldine asegura que se están preparando con alcohol, mascarillas, amonio cuaternario y las personas que sean invitadas deberán tomar sus medidas de protección para evitar que en esos días de celebración haya un contagio en la casa o que ocurra un brote entre la gente que llegue.

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