Canta, baila, escribe, recita poesía y desde que comenzó la pandemia del nuevo coronavirus se ha dedicado a atender gratuitamente a pacientes con Covid-19. Magda Alonso está casada desde hace 18 años, tiene tres hijos (dos mujeres y un varón) y su padre fue Adán Alonso, “el doctor del pueblo”, fallecido por Covid-19 tras atender a cientos de personas contagiadas.
¿Un olor que la traslade a su infancia?
El del madroño. Siempre andaba con mis tías, que cantaban juntas en las purísimas. Era la época de la posguerra y el hecho de que nos regalaran algún vasito era la alegría absoluta.
¿Qué la hace enojar?
Ver a personas que causan daño a propósito, ya sea a una planta, a otra persona o un país.
¿A qué persona, viva o muerta, le gustaría conocer?
A Rubén Darío, solo para escuchar su voz. Francisca (Sánchez) dijo que era tan profunda como el mar… Ha de haber tenido una voz preciosa y muy varonil.
¿Salud, dinero y amor?
El amor, pero no el amor de pareja, sino el amor incondicional, el que viene del alma y te da la capacidad de amar todo.
¿Qué siente cuando piensa en la pareja presidencial?
Compasión, porque son personas que, quiero pensar, no tienen idea del daño que han causado. No quiero llenar mi corazón de odio hacia ellos, prefiero mirarlos con compasión porque creo en la justicia de Dios.
¿Qué llevaría a una isla desierta?
Agua, mi rosario y frutas.
¿Algún talento oculto?
La comida nica me sale muy bien. Recito poesía, canto.
¿Y baila?
Muy mal, pero me fascina. Bailo lo que suene (ríe).
Un vicio.
La lectura. Leo en promedio tres libros a la semana. Leer te cambia la vida.
Un apodo.
Doctorcita.
Un refrán.
Una frase. Se las enseñé a mis hijos y se las repito una y otra vez: “Hagas lo que hagas, nunca hagas daño, ni siquiera a ti mismo”.
¿Qué es lo más duro que ha vivido a lo largo de la pandemia?
La muerte de mi papá.
¿Qué les diría, como médica, a los nicaragüenses?
Que valoren la vida, la agradezcan cada día y la cuiden. Si la pandemia no ha tocado tu casa, dale gracias a Dios. Hay muchos a los que sí nos golpeó y todavía lloramos. No quiero que ninguna familia tenga que vivir lo que ha vivido la mía.