En un año atípico se debe evaluar comportamientos y acciones no comunes. Es el caso de la atleta Sayra Laguna. No solo es la mejor en judo y sambo del país. Se puede detener el deporte y seguirá siendo la mejor del terruño. No obstante, en julio de este año decidió volver a Nicaragua desde Estados Unidos para ver a su bisabuela antes de morir. La dictadura dejó a la suerte a todos los nicaragüenses en el exterior. Si dentro del país la filosofía era “sálvese quien pueda”, fuera de las tierras pinoleras la situación se hacía más compleja. Y Laguna en su paso por retornar ayudó a 44 nicaragüenses salidos de Guatemala a entrar al país. ¿Todo lo hizo ella? Obviamente no, pero fue el factor crucial para darle voz al grupo en el cual se encontraba.
Laguna bien pudo aprovechar su nombre y palmarés para conseguir algún pase solo para ella, pero decidió quedarse con los demás hasta conseguir el avance colectivo. En total la odisea duró 32 días y en el testimonio que brindó a LA PRENSA una vez llegada al país grafica lo sucedido: “Poco a poco yo me fui convirtiendo en la coordinadora de todo el grupo. Alguien tenía que hacerse cargo. Resolvía con gente que nos ayudaba para el desayuno, otros con almuerzo y también la cena. Nunca nos faltó comida gracias a Dios. También me tocó gestionar el acompañamiento con la Cruz Roja y estar pendiente de los trámites de nuestro paso en la frontera. Era estresante. Ahí en mi oficina en el piso de una gasolinera con mi celular, me encargaba de todo, en ocasiones recibía ayuda de otros a veces no, además de estar en comunicación con periodistas que nos daban seguimiento”.
Y aunque finalmente pudo entrar al país fue demasiado tarde para despedirse de su bisabuela. “Recibí el golpe de la muerte de mi bisabuela y un día después no dieron la autorización de pasar a Honduras y luego a Nicaragua. A pesar que fue una buena noticia, seguía triste porque le había fallado a mi bisabuela. Oré a Dios y le agradecí por todo, además le dije que hice todo lo que estaba en mis manos por volver a tiempo. Yo siempre me preparo para lo peor, pero no imaginé que sería tan duro”.
Ni la evolución de Norchad Omier ni las medallas en línea de Sema Nancy Lodrick se comparan con la travesía de Laguna, quien además es un ejemplo de deportista con criterio al no callar los abusos del régimen.