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Según el sociólogo y economista Cirilo Otero, el auge de la venta de ropa usada en Nicaragua comenzó en 2008 y desde entonces no ha parado. LA PRENSA/W.LÓPEZ

Según el sociólogo y economista Cirilo Otero, el auge de la venta de ropa usada en Nicaragua comenzó en 2008 y desde entonces no ha parado. LA PRENSA/W.LÓPEZ

Reportaje | El mundo de las pacas de ropa usada y cómo llegaron a Nicaragua

Se estima que ochenta de cada cien nicaragüenses compran prendas de segunda mano. El negocio de la ropa usada está en auge y, para los especialistas, se ha convertido en un indicador de la pobreza que vive el país

Los empleados de la tienda no habían terminado de abrir, cuando una marabunta de clientes alzó la puerta metálica y entró corriendo a empujones. En menos de un minuto las varillas de los percheros quedaron peladas como huesos de pollo atacados por hormigas. Esa mañana de noviembre de 2020 se estaba ofreciendo nueva mercadería en la tienda de ropa usada y la reacción de los compradores fue registrada en un video que se hizo viral.

El economista y sociólogo Óscar René Vargas lo miró en las redes sociales. Decenas de personas peleándose por acaparar una buena cantidad de prendas posiblemente destinadas a la reventa. Para él, el comercio de ropa usada está en auge en Nicaragua y su crecimiento es un indicador no oficial de la pobreza que continúa profundizándose en el país.

En la actualidad, sostiene, ochenta de cada cien nicaragüenses compran en las pacas. Su estimación se basa en los datos oficiales del Banco Central de Nicaragua (BCN) y su razonamiento consiste en que entre 76 y 80 por ciento de la población nicaragüense no tiene capacidad monetaria para obtener los 53 productos de la canasta básica y eso significa que la misma cantidad de personas prescindirá de los gastos sacrificables para priorizar los urgentes.

“En 2021 la tendencia es que las personas dejen de comprar ropa, zapatos, electrodomésticos, pero la comida no la dejarán de comprar y cuando no puedan comprar toda, comprarán menos o sustituirán alimentos caros por otros más baratos”, expone. Por último, dice, “comerán salteado y entraremos en el proceso de una insuficiencia alimentaria ampliada”.

“Ochenta de cada cien nicaragüenses compran en las pacas”, sostiene Vargas. LA PRENSA/W.LÓPEZ

Según datos del BCN, en 2018 el salario promedio nominal del empleo formal era de 10,239.2 córdobas mensuales y así permaneció a lo largo de 2019 y 2020, señala Vargas. En 2021 “será igual”, dice, los salarios seguirán estancados. El costo de la canasta básica, en cambio, nunca se queda quieto.

En julio de 2019, apunta el economista, la canasta se ubicó en 14,159.76 córdobas. Solo en la parte correspondiente a alimentos su costo ascendía a 9,472 córdobas. Mientras tanto, un obrero nicaragüense recibía un salario mínimo de 4,176 córdobas, “con lo cual cubría solamente un 29 por ciento del costo de la canasta básica”. En noviembre de 2020 la canasta llegó a 14,491 córdobas mensuales y tener un empleo no garantiza que se podrán cubrir ni siquiera los gastos elementales.

En este panorama, la gente “sacrifica la ropa o baja el nivel de la comida”, consumiendo “arroz con frijoles en la mañana, frijoles con arroz a mediodía y gallopinto en la noche”, apunta Vargas. A su juicio, “la venta de ropa usada es un indicador de pobreza” porque cuando las personas ven menguadas sus posibilidades buscan lo más barato para poder vestirse y “lo más barato es la ropa usada”.

Por esa razón, sostiene, el negocio está creciendo en plena recesión económica. “Con la crisis la caída del sector turismo fue del 73.7 por ciento en 2020, en comparación con 2017; pero las pacas están en ascenso”.

Una industria que crece

La ropa de peor calidad es colocada en cajones y su precio va desde los cinco a los veinte córdobas. LA PRENSA/W.LÓPEZ

Históricamente la ropa usada o de segunda mano ha estado asociada a obras de caridad, personas damnificadas y países en vías de desarrollo. Así fue como las llamadas “pacas” comenzaron a llegar a Nicaragua. No se tiene un año exacto, pero hay comerciantes que llevan dedicados a la compra y venta de ropa usada desde principios de los años noventa.

Suele establecerse la aparición de las “pacas” en esa década, tras la llegada de doña Violeta Barrios de Chamorro al poder y el levantamiento del embargo económico que Estados Unidos impuso a Nicaragua durante los años ochenta.

La ropa usada que viene a Nicaragua es de origen estadounidense y mayoritariamente ha sido donada por ciudadanos de ese país a organizaciones benéficas. Una de estas es The Salvation Army, una organización protestante de origen inglés fundada en 1865 por el pastor metodista William Booth.

The Salvation Army, o El Ejército de Salvación, lleva años recibiendo donaciones de ropa usada y otros objetos que se pueden reciclar o reutilizar. Se dedica en parte a vender estos objetos en sus almacenes en los países donde tiene presencia y las ganancias se utilizan para seguir haciendo obras de caridad.

Pero la cantidad de ropa donada que estas organizaciones reciben es tan enorme que mucha es vendida a terceros y termina llegando a países como el nuestro. Esta no es la única fuente de ropa que es exportada a los países de la región. Con el paso de los años grandes empresas en Estados Unidos se han encargado de comprar ropa de segunda para venderlas fuera del gigante del norte.

Según el sociólogo y economista Cirilo Otero, el auge de la venta de ropa usada en Nicaragua comenzó en 2008 y desde entonces no ha parado.

En 2006, según datos del BCN, la importación de ropa usada sumó más de cinco millones de dólares, que representaban poco más de ocho mil toneladas. Dos años después, en 2008, al país entró el doble de toneladas de prendas usadas por un valor de más de nueve millones de dólares.

Desde entonces la importación de ropa de segunda ha ido creciendo año con año. Pero los pocos números oficiales disponibles solo muestran los registros de la Dirección General de Aduanas (DGA) y el Banco Central. Hay muchas pacas que escapan del registro de la DGA.

El fenómeno, sin embargo, no ocurre solo en Nicaragua y últimamente tampoco es exclusivo de países pobres. Según un reportaje de la BBC Mundo, la industria global de la venta de ropa de segunda mano genera unos cuatro mil trescientos millones de dólares al año.

En el mercado Israel Lewites también “florecen” los puestos de ropa usada. Los comerciantes compran a grandes almacenes. LA PRENSA/W.LÓPEZ

Incluso en países europeos tras las crisis económicas sufridas, por ejemplo, en España, cada vez son más frecuentes los locales que ofrecen “ropa vintage”, una forma menos despectiva de llamar a la ropa usada.

Las Naciones Unidas señalan que los principales exportadores de ropa usada del mundo son Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Corea del Sur y los Países Bajos. Igual que Vargas, Otero considera que el consumo de este tipo de prendas es un claro índice de pobreza; pero además se ha convertido en un hábito.

“Comprar ropa usada se ha vuelto una costumbre en Nicaragua y dudo mucho de que, si las condiciones económicas mejoran, las personas vayan a dejar de comprar en las pacas”, dice el economista.

De este negocio se han beneficiado grandes importadoras que han abierto almacenes para vender al por mayor a los pequeños comerciantes y ventas de barrio.

Entre 2013 y 2015 el país importaba un promedio mensual de más de 1,400 toneladas de ropa usada y se gastaba un promedio de más de 2.2 millones de dólares mensuales en ese rubro (en 2014 las importaciones de estas prendas alcanzaron los 17.11 millones de dólares). Esto de acuerdo con números de la DGA, divulgados por el BCN. Estas cifras fueron publicadas por última vez en agosto de 2015, cuando las importaciones de estos productos iban en crecimiento.

Grandes diferencias

En Nicaragua hay tiendas de ropa de segunda que parecen de ropa nueva. La calidad de las prendas es “premium” según los comerciantes. LA PRENSA/W.LÓPEZ

Así como hay jerarquía en el tipo de ropa que se vende (desde prendas que cuestan 10 córdobas hasta las pacas de lujo), también hay diferentes escalones entre los comerciantes de ropa usada. Los grandes almacenes de prendas de segunda mano que fueron consultados por DOMINGO no quisieron brindar entrevistas y son muy recelosos en el tema de los números. En cambio, los medianos y pequeños distribuidores sí accedieron a dar información sobre sus ventas.

Isa Reyes es empleada de Paca Loca, una empresa que está en el mercado Oriental desde hace siete años y además de pacas también vende al detalle. Las instalaciones son grandes, bien iluminadas, la ropa está ordenada por talla, color, estilo y se nota que es de buena calidad. Es ropa seminueva.

Reyes asegura que en los seis meses que lleva laborando en esta tienda les ha ido muy bien en las ventas, hasta el punto de duplicar las ganancias. Ha sido así pese a la crisis que estalló en 2018 y a pesar de la pandemia de Covid-19 que, en los meses en que hubo más miedo, mantuvo a la gente en su casa.

“El movimiento comenzó desde la segunda quincena de noviembre. La situación económica del país sabemos que está baja, pero hay precios accesibles y es mejor para el bolsillo comprar ropa usada”, comenta.

En un buen día esta tienda puede vender 120 mil córdobas y en los peores no se baja de los 80 mil córdobas. El secreto, según Reyes, es que la ropa es de buena calidad y se ofrece a buen precio. “Con 300 córdobas un hombre se puede ir con dos pantalones y dos camisas. Lo mismo para una mujer”.

Este almacén también vende ropa nueva. La diferencia en el precio entre un pantalón usado y uno nuevo de similares características es de 100 córdobas. Al lado de la tienda hay otro almacén que vende ropa al por mayor, pero sus trabajadores no quisieron dar mayor información, salvo que una paca de 120 piezas puede llegar a costar entre 2,300 córdobas y 3,400 córdobas.

Los dueños de este negocio observaron que la ropa por unidad se vende mejor que la que viene en paca. Uno de los compradores que se encontraba ahí en ese momento y no quiso ser identificado dijo que, como mayorista, prefiere comprar prenda por prenda antes que comprar la paca sellada.

“Es como comprar a ciegas porque a uno le sale cualquier cosa”, explica. “Así como te salen camisetas y camisas de vestir bien bonitas, nuevas y hasta con etiqueta, te pueden salir camisas viejas, sin botones o rotas”.

Los minoristas

Carolina tiene 30 años, está casada y tiene dos hijas. Hace once meses perdió su trabajo y tuvo que pedir un préstamo para comprar una paca. LA PRENSA/W.LÓPEZ

La otra cara de la moneda se observa en los vendedores más humildes que se “defienden” en el negocio de la ropa de segunda mano, donde cada vez hay más competencia, a medida que se multiplican los tenderetes y las tiendas en línea y se inauguran más almacenes.

Nidya tiene 30 años y trabaja en un pequeño puesto de ropa usada en el mercado Israel Lewites. Dice que las ventas han estado malas en los últimos cuatro meses.

A diferencia de los grandes almacenes, cuando les va bien no pasa de los 800 córdobas y cuando les va mal con costo vende unos 200 córdobas. En este establecimiento la ropa es de menor calidad. Hay prendas descoloridas que cuestan entre 10 y 20 córdobas, mientras que las que están en mejor condición pueden costar hasta 120.

En la zona de la ropa usada del mercado Oriental se vive una situación similar, aunque se vende más que en el Israel. Aquí abundan los pequeños puestos y la ropa está amontonada en cajas de madera, siempre arrugada y a bajos precios.

Carolina tiene 30 años, está casada y tiene dos hijas. Hace once meses perdió su trabajo y tuvo que pedir un préstamo para comprar una paca de prendas de segunda mano y comenzar a vender en el Oriental. Su tramo mide unos dos metros de ancho por dos de largo.

Solo vende ropa de bebés y de niños de hasta 7 años. En un día bueno puede ganar hasta mil córdobas y así está sacando adelante a sus dos hijas, con ayuda de su esposo Marcelo Avilés, que trabaja como acarreador en el mercado.
El diminuto puesto que alquila Carolina le cuesta 300 córdobas diarios. Admite que durante los meses duros de la pandemia a veces solo alcanzaba a vender para pagar el cobro del alquiler.

En medio de los grandes almacenes y los pequeños vendedores están los medianos comerciantes de ropa de segunda. Nelson Fonseca tiene 12 años de dedicarse al comercio de prendas usadas. Su negocio se llama Comercial Periférico y se especializa en marcas.

Durante la pandemia y la crisis que inició en abril de 2018 las ventas bajaron, según los comerciantes. LA PRENSA/W.LÓPEZ

“Comencé con una poquedad, que una docena de ropa, que una paca. Pero he venido creciendo gracias a la buena atención al cliente y los buenos precios”, sostiene.

Para él, es más importante la marca que el estado de la ropa y señala orgulloso que en su tienda se venden camisetas Calvin Klein, Chopper y Lacoste.

Él puede traer exclusivamente estas prendas gracias a que tiene un socio que vive en Estados Unidos y le manda específicamente ropa de marca. Al año importa más de 20 pacas, dependiendo de las ventas. Puede invertir unos dos mil dólares, de los cuales logra ganar el doble. Dice que la pandemia y la crisis de 2018 afectaron fuertemente su negocio, pero ya se está recuperando.

“Aquí frente a mi negocio quemaron llantas en 2018 y me fregaron muchas prendas y durante la pandemia no vendí casi nada. Hasta me cortaron el agua. Pero tengo fe de que este diciembre voy a vender bastante para pagar mis deudas”, sostiene.

Para Óscar René Vargas, el negocio de la ropa usada no solo está creciendo, sino que es “uno de los más importantes que hay ahorita” en Nicaragua. La gente necesita vestirse, dice, no puede andar desnuda en la calle.

Contaminación

De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía, en 2015 la producción textil emitió el equivalente a 1.2 billones de toneladas de CO2, más que las que expulsaron a la atmósfera el transporte marítimo y la aviación internacional, juntos.

Para el año 2025, todos los estados miembros de la Unión Europea estarán obligados a imponer la recogida selectiva de los residuos textiles. Estos serían los últimos residuos luego de que se comiencen a recoger los residuos domésticos peligrosos en 2022 y los biológicos en 2023.

¿Por qué sí?

Gisella Canales Ewest, asesora en finanzas personales, recomienda comprar ropa usada a las personas que tienen un presupuesto ajustado.

“Si tal vez sos la única fuente de ingresos de tu casa o tenés responsabilidades muy grandes que costear, como personas enfermas, deberías considerar esta opción. En las tiendas de ropa usada podrías encontrar incluso productos nuevos, con etiquetas, a una fracción de lo que te costaría uno nuevo”, explica.

Canales también  recomienda adquirir prendas para el trabajo como trajes, que suelen ser muy costosos pero que usados reducen considerablemente su costo.

Sin embargo, advierte que también es posible volverse un comprador compulsivo de ropa usada y terminar gastando en exceso en lugar de ahorrar. “Como ves precios bajos podés empezar a comprar, comprar y comprar, al punto de pagar grandes sumas”, señala. “Es mejor definir con anticipación qué vas a comprar y limitarte a ello”.

Otra recomendación es adquirir prendas atemporales. Nada demasiado estrafalario o que pase de moda con rapidez.

La ropa que no se vende

Según diversas organizaciones que trabajan en temas de sostenibilidad ambiental y datos de la ONU, al año se pueden llegar a fabricar en el mundo hasta 62 millones de toneladas de ropa y complementos. De estas un 30 por ciento se vende en rebajas y otro 30 por ciento no se vende nunca.

La ropa que pasa de moda en Estados Unidos, cuando hay cambio de estación, suele llegar a bajo precio a países como Nicaragua. En Managua existen grandes almacenes que se especializan en prendas que en otro lado “han pasado de moda”.

 

 

La Prensa Domingo

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