Friganismo. Es un movimiento que defiende un estilo de vida anticonsumo y sus activistas extraen de la basura todo lo que necesitan. Llevan al extremo el concepto de cuidar al medio ambiente y solo comen productos con fecha de caducidad vencida.
Tesoros. Gramacho era un basurero ubicado en las afueras de Río de Janeiro. Buscando entre los desperdicios, Cleonice Bento vio brillar algo. ¡Era un collar de oro portugués carísimo! Lo vendió y construyó una casa de dos pisos para su familia.
Comestible. Para evitar la basura plástica, los envoltorios comestibles son una sabrosa solución. El film comestible se puede hacer de almidón de arroz, papa, maíz o trigo con sabores naturales agregados. Aún se hacen pruebas para comercializarlo.
Vestido. Hace pocos días, la noticia de un vestido exclusivo de Nu London con forma de “bolsa de basura” enfureció a las redes sociales. El precio de 540 euros, no hace juego con lo burdo de su presentación.
¡Amo la basura! Óscar “el gruñón”, uno de los personajes más queridos de Plaza Sésamo vive en un desagradable basurero desde donde grita: “¡Amo la basura!”. El personaje le enseña a los niños cómo no comportarse.
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Reciclaje. Parece un concepto nuevo, pero hay evidencias que demuestran que, antes del siglo XX, los huesos ya eran reciclados para fabricar entre otras cosas: botones, pegamento y papel.
Leyes. Una de las leyes más antiguas escrita en Grecia hace 2 mil 400 años, exigía a los atenienses que enterraran la basura a un kilómetro de las zonas habitadas y así evitar el mal olor que despedía.
Oportunidad. A pesar de la caída del mercado en China, en 2018, la basura le dio a ganar a las recicladoras privadas nicaragüenses, ¡más de 17 millones de dólares!
Ganancias. En Estados Unidos el reciclaje de latas de aluminio genera unos mil millones de dólares al año. Suecia, por otra parte, compra basura para convertirla en energía, lo que le deja una ganancia de 100 millones de dólares anuales.
Catedral. Justo Gallego, un madrileño de 89 años, lleva 50 años construyendo una catedral inspirada en la basílica de San Pedro. El edificio, aún inacabado, mide más de 40 metros de altura y utiliza solo material de desecho como ladrillos quebrados y barriles.