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Román “Chocolatito” González después de vencer a Carlos Cuadras. LAPRENSA/ARCHIVO

¿Por qué las 115 libras son el talón de Aquiles de Román González?

Antes de saltar a la categoría súper mosca Chocolatito no tenía límites, tenía una escalera al cielo. Un récord de 44 triunfos sin derrotas con 39 nocauts: una verdadera máquina de demolición

Cuenta la leyenda en el mito de Aquiles, que Tetis —su mamá— lo sumergió en el río Estigia para hacerlo inmortal. Lo tomó del talón y como si fuera un cebo lo introdujo en el río, solo que su talón no llegó a tocar el agua. El niño creció y se hizo un gran guerrero hasta que Paris —con la ayuda del dios Apolo— le disparó una flecha envenenada en el talón, la única parte de su cuerpo vulnerable. Ahí murió Aquiles, pero su mito se mantiene. En este artículo no pretendo dar clases de historia de la fascinante mitología griega, sino comparar cómo Román González exhibió su talón en las 115 libras, convirtiéndose de un peleador invencible, casi inmortal a un oponente con debilidades.

Antes de saltar a la categoría supermosca Chocolatito no tenía límites, tenía una escalera al cielo. Un récord de 44 triunfos sin derrota con 39 nocauts: una verdadera máquina de demolición. Su capacidad destructiva era tal que fue elevado a mejor peleador libra por libra del mundo y ni siquiera Naoya Inoue se veía favorito en una pelea contra él. Solamente fue subir tres libras, las mismas que usted y yo suma en un 24 o 31 de diciembre para que su reinado se empezara a tambalear. Los dioses no lo blindaron  en esa categoría, no entró por completo al agua.

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El primer indicio fue lo complicado de la pelea contra Carlos Cuadras, no solo porque el mexicano era un peleador invicto y campeón sólido, sino porque la pegada de Chocolatito dio síntomas de haber perdido pólvora y el Príncipe entendió que podía resistir sus embestidas y contragolpear. El resultado fue una pelea cerrada y un rostro totalmente hinchado. Román quedó a punto de estallar como si fuera esa espinilla que de joven nos obligaba a encerrarnos en nuestros cuartos por la vergüenza. Por el otro lado, Cuadras estaba normal: había peleado con un pugilista de menor peso de lo acostumbrado y reclamaba por el rostro que había ganado la pelea. Aquí se debe hacer una acotación: la victoria nunca estuvo en duda, si fuera por el rostro Rosendo Álvarez le hubiera ganado a Finito López o Rocky Marciano no hubiera ganado una sola pelea.

Posteriormente apareció el monstruo de tres cabezas llamado Rungvisai. Un completo desconocido no solo mandaba a la lona al nicaragüense, sino que le partió la cara y lo exigió al máximo. Más allá del resultado, el cual fue un robo, Chocolatito reflejaba nuevamente ese talón no sumergido en el Estigia. Y la revancha se convirtió en el  retiro prematuro del nicaragüense. En sus 44 peleas previas al salto a las 115 libras, el tetracampeón supo manejar a cada uno de sus oponentes, en ninguna pelea había quedado más maltratado que ellos. En la primera pelea contra el Gallo supo fajarse al tú por tú y Estrada finalizó sangrando, no Chocolatito; en la batalla campal contra el Chango Vargas el azteca terminó desfigurado, no Chocolatito; en la guerra frente a Akira Yaegashi resistió el bombardeo sin titubear ni sangrar y en el choque contra Brian Viloria su capacidad de asimilación estuvo a prueba, además de la brillantez de cómo destrozar a un peleador mucho más rápido que él. Ese arte menguó con tres libras arriba.

Ahora el Gallo Estrada encontrará a otro Chocolatito, no solo con más edad, sino con la ayuda del dios Apolo que le facilitará la flecha envenenada. Veremos si es capaz de acertar en el talón de González.

Deportes Román González

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