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De 1984 a 2021, Daniel Ortega se ha impuesto como el candidato del FSLN. LA PRENSA/ ARTE/ FÉLIX CASTILLO

Daniel Ortega, el candidato que no hace campaña electoral

Si en noviembre de este año la cara de Daniel Ortega aparece en la boleta electoral, acumularía ya ocho candidaturas presidenciales. Como producto, Ortega es difícil de vender, por lo que sus campañas se han centrado en nacionalismos, en regalías de los recursos del Estado, en infiltrar a la oposición, dividirla y en mentir.

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Daniel Ortega se encuentra en campaña electoral por octava ocasión consecutiva desde que en 1984 fue candidato presidencial por primera vez bajo la bandera del FSLN. Ha perdido tres procesos electorales y ganado cuatro, aunque sus adversarios le reconocen con dificultad solo uno, el del 2006, que lo hizo regresar al poder después de 16 años fuera del mismo.

El de 1984, según los analistas políticos y de medios de comunicación consultados para este artículo, solo fueron elecciones armadas para darle legitimidad a la Revolución sandinista. “El poder no estuvo en juego”, explica el comunicador Guillermo Cortés Domínguez.

Y las dos elecciones que siguieron a las del 2006, en 2011 y 2016, han sido totalmente fraudulentas, al punto que señalan a Ortega de que ni siquiera campaña electoral realizó en ambas. “Fue una campaña (en 2016) muy inexistente porque sabía que se estaba robando las elecciones”, explica el aspirante a la presidencia Juan Sebastián Chamorro.

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Como candidato presidencial, Daniel Ortega ha sido esquivo a los debates. En las campañas de 1984 hasta 2006, se le veía visitando los pueblos y cargando niños, abrazando a la población, tomándose fotos con la gente. En 1990, dice Guillermo Cortés, se contrató a una gran cantidad de fotógrafos con cámaras instantáneas, Polaroid, para regalarle fotos a la gente con Ortega.

En los casi 42 años que el FSLN lleva como partido político, el único candidato presidencial que ha tenido es Daniel Ortega, quien se adueñó del mismo sin que lo pudiera evitar ninguno de los dirigentes históricos. LA PRENSA/ ARCHIVO PERSONAL/ ÓSCAR NAVARRETE

Después de las elecciones de 2006, a Ortega casi no se le ve en campaña. Aparece hablando en escenarios alejados de los votantes. No se le pueden acercar a él y si pueden es en medio de una gran cantidad de policías y escoltas, quienes permiten solo a gente seleccionada. “Sus actividades son alejadas de los votantes”, explica el analista político Mauricio Díaz.

Para estas elecciones de 2021, Daniel Ortega es un candidato “acabado”, en términos publicitarios “un producto difícil de vender”, especialmente después de los asesinatos de abril de 2018 en adelante. “Su miedo al pueblo lo hace vivir encerrado tras un ejército y paramilitares. En unas elecciones con garantías, libres y transparentes es un candidato perdedor”, dice Miguel Mora, otro de los actuales aspirantes a la presidencia.

Para el analista José Pallais, este año se verá a un candidato Daniel Ortega similar a las recientes elecciones, con poca presencia de él pero con fuerte control del poder electoral, desde arriba hasta abajo; infiltración a los partidos de oposición; promoción del fraccionamiento de la oposición y, además, acosando a los empleados estatales y sus familiares.

El ascenso al poder

Daniel Ortega, nacido en La Libertad, Chontales, el 11 de noviembre de 1945, llegó al poder en 1979 cuando Anastasio Somoza Debayle fue derrocado en el mes de julio. Era uno de los comandantes del grupo guerrillero FSLN que luego pasó a ser partido político.

El comandante Henry Ruiz, uno de los nueve que dirigieron Nicaragua durante la década de los años ochenta del siglo pasado, explica que el FSLN estaba dividido en tres tendencias, unidas, pero con su liderazgo cada una.
Cuando triunfó la insurrección, se conformó una junta de gobierno y la tendencia GPP eligió como su representante a Moisés Hassan y la tercerista, se supone la más fuerte, a Daniel Ortega y Sergio Ramírez. La Proletaria se quedó sin opción.

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Ruiz indica que se necesitaba que el FSLN tuviera la hegemonía en la junta y, por tanto, Hassan y Sergio Ramírez votaron para que Ortega fuera el coordinador de la junta.

En 1984, el FSLN realizó elecciones presidenciales para legitimarse en el poder, pero este último nunca estuvo en juego realmente. LA PRENSA/ CORTESÍA/ IHNCA

En 1984, el FSLN necesitaba legitimar el poder ya que habían llegado al mismo por las armas. Organizaron un proceso electoral en el que eliminaron a los opositores que ellos pensaron eran los difíciles de vencer y llenaron la boleta con partidos de menor alcance.

Tomás Borge quería ser el candidato presidencial, pero entre los demás comandantes eligieron a Daniel Ortega, quien fue apoyado por su hermano Humberto y por el propio Henry Ruiz, quien no veía viable a Borge. Ortega también tenía el apoyo de Sergio Ramírez Mercado, quien fue su compañero de fórmula como candidato a vicepresidente.

“Yo insisto que no he buscado cargos, ni de secretario general del Frente, ni de presidente de la República, sino que fueron decisiones que se han tomado en consenso”, dijo Daniel Ortega en 1993 a la periodista Helena Ramos, de la revista El País.

En 1984 Daniel Ortega hizo campaña vestido de militar. LA PRENSA/ CORTESÍA/ IHNCA

1984

La campaña electoral de Ortega y Ramírez estuvo impregnada de los colores rojo y negro, de un discurso que llamaba a defender la revolución, la cual, a pesar de que solo tenía cinco años, ya sufría cierto desgaste debido a los problemas económicos por el bloqueo de los Estados Unidos impuesto por Ronald Reagan, así como por la recién iniciada guerra civil con el surgimiento de la Contra.

Ortega hablaba en esa campaña de defender los pobres y de un discurso que no ha cambiado desde entonces: el antimperialismo. Además, se le echaba toda la culpa de los problemas de Nicaragua al somocismo.

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Para el entonces periodista de Barricada, periódico oficial del FSLN, Guillermo Cortés, las elecciones de 1984 fueron “una pelea entre amigos”.

Los partidos de oposición no iban a ganar, sino a ocupar algún espacio de poder y crecer como organizaciones políticas, explican diversos análisis sobre ese periodo electoral.

Para 1990, a Ortega le quitaron lo militar y lo vistieron con camisas multicolor. LA PRENSA/ CORTESÍA/ IHNCA

1990

El Servicio Militar Patriótico (SMP) fue fundamental en la campaña electoral de 1990. Daniel Ortega sabía que debía anunciar la eliminación del mismo, las madres de Nicaragua ya no querían ver a sus hijos morir en las montañas.

Ortega le explicó a la periodista Helena Ramos que al final le tocó defender el servicio militar porque la Contra seguía atacando y “no podíamos quitar ese muro de contención que existía en la montaña”, dijo Ortega.

Para esa campaña electoral, a Ortega le quisieron quitar el estigma militar vistiéndolo de pantalones jeans y camisas multicolores, en vez del tradicional traje verde olivo que solía vestir. “Eran unas camisas locas las que usaba”, recuerda la comunicóloga Patricia Orozco.

Según Orozco, Ortega apareció en 1989 como una persona al margen de las circunstancias del país, que estaba en guerra, un problema mayor a la grave crisis económica.

“Se obviaron los problemas del país en esa campaña. No hubo propuestas, para enfrentar la realidad, la guerra más que los problemas económicos. Ortega apareció hablando de otras cosas y obvió la esperanza de las madres de familia de que se anunciara la suspensión del Servicio Militar. Nunca se dio”, analiza Orozco.

Para esa época, José Pallais trabajó como encargado de la campaña de doña Violeta Barrios de Chamorro, candidata de la UNO, y recuerda que Ortega y el FSLN se dedicaron a realizar un “populismo desbordado”, algo que lo ha caracterizado también en las últimas campañas electorales.

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“Hubo una amplia distribución de regalos a la población, regalaron hasta vehículos y tractores que habían obtenido de la cooperación soviética”, indica Pallais.

Guillermo Cortés Domínguez rememora que se le regalaban camiones a líderes en el campo. “Se desarrolló una conducta reiterada de regalar a diestra y siniestra”, manifiesta el comunicador.

Esa campaña fue la del “gallo ennavajado”, presenta a Ortega como a un gallo que se enfrentaba a una mujer, Barrios de Chamorro.

Ortega durante un aniversario de el repliegue a Masaya. LA PRENSA/ ARCHIVO PERSONAL/ ÓSCAR NAVARRETE

1996

El Frente va dividido a esas elecciones. Ya no están los nueve comandantes. “Cuando Daniel va a las elecciones contra Arnoldo (Alemán) ya no nos llama a nosotros”, expresó el comandante Víctor Tirado López en 2013, otro de los nueve.

Un año antes el FSLN se había roto en dos. Sergio Ramírez Mercado y Dora María Téllez habían formado su propio partido, el MRS.

En esta campaña comienza a aparecer la mano de Rosario Murillo. Por esa época, Ortega luce camisas blancas sin cuello.

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Es la campaña electoral del viborazo, el discurso que dio el cardenal Miguel Obando y Bravo en una misa y en la que comparó a Daniel Ortega con una víbora.

Ortega perdió esas elecciones pero alegó que le habían robado votos.

En esta contienda electoral, Ortega se había hecho acompañar como candidato a vice del ganadero Juan Manuel Caldera, tratando de captar voto campesino.

2001 fue el año de la convergencia nacional, con Agustín Jarquín. LA PRENSA/ ARCHIVO PERSONAL/ ÓSCAR NAVARRETE

2001

Esa campaña estuvo marcada por el pacto. Enrique Bolaños recuerda que Arnoldo Alemán no podía ser reelecto y por eso pactó con Ortega, para seguir gobernando, aunque fuera en conjunto con Ortega.

Alemán le ofreció a Ortega que se reformaría la ley electoral para que Ortega pudiera ganar con 40 por ciento de los votos a su favor, en vez del 45 que estaba establecido. Además, podía ganar con el 35 por ciento de los votos a su favor si lograba una ventaja del cinco por ciento con ese porcentaje acumulado. Ortega aceptó encantado porque se suponía que su techo electoral no pasaba del 37 por ciento. A cambio, Ortega aceptó dividirse mitad y mitad los poderes del Estado con Alemán.

En esa campaña se vio más fuerte la mano de Rosario Murillo. La pareja acababa de enfrentar el escándalo de la denuncia por violación que hizo contra Ortega su hijastra Zoilamérica Zambrana, hija de Rosario. Murillo apoyó a Ortega y tenían controlado el poder judicial.

Ortega vestía siempre de camisas rosadas y por eso le decían “Pepto Bismol”, recuerda su entonces contrincante electoral Enrique Bolaños, quien a la postre fue el ganador.

“Él (Ortega) decía que ya cambié, que ya soy otro, ese era su eslogan. Yo decía: yo soy el mismo”, rememora Bolaños, quien también indica que Ortega muy poco salió a hacer campaña. “Así es él”, sostiene.

Esa fue la campaña de la convergencia nacional, en la que fue en fórmula con Agustín Jarquín Anaya. Con esa convergencia buscaba captar votos opositores, explica Bolaños, y acompañantes, ya que se había quedado solo desde la creación del MRS y luego la partida de otros cuadros importantes del sandinismo, que se fueron tras el pacto con Alemán.

En 2006 Ortega regresó al poder junto a Jaime Morales Carazo, dueño de la residencia de Ortega en El Carmen, confiscada en 1979. LA PRENSA/ ARCHIVO PERSONAL/ ÓSCAR NAVARRETE

2006

En esta campaña electoral Ortega logró dividir el voto opositor cuando se presentaron dos candidatos liberales, José Rizo y Eduardo Montealegre.

Fue la campaña en la que volvió al poder y en la que más se le vio utilizando a exmilitares como escuadrones electorales, una característica que lo venía acompañando desde el 2001 y que se vio mucho en las elecciones municipales que ganó Dionisio Marenco en 2004. Estos escuadrones estaban comandados por Lenín Cerna, antiguo jefe de la Seguridad del Estado sandinista de los años ochenta.

Fue la campaña del discurso de la reconciliación, en la que Ortega se hizo acompañar de Jaime Morales Carazo, el antiguo banquero somocista a quien Ortega le usurpó su casa en el reparto El Carmen en 1979 y nunca más se la devolvió. Fue como un signo de que Ortega se estaba arreglando hasta con sus víctimas.

En esa campaña, explica el analista Mauricio Díaz, el orteguismo explotó al máximo la división que se produjo en el liberalismo, con las candidaturas de Rizo y Montealegre.

El expresidente del poder electoral, Roberto Rivas, fue fundamental para Daniel Ortega entre 2006 y 2016. LA PRENSA/ ARCHIVO PERSONAL/ ÓSCAR NAVARRETE

2011

Durante esta campaña se enfrentó a Fabio Gadea Mantilla llevando Ortega de compañero al exjefe del Ejército, general Omar Halleslevens, garantizando de alguna manera la lealtad de las fuerzas armadas.

Ortega fue candidato a pesar de que la Constitución Política de Nicaragua se lo prohibía y para ello utilizó al poder judicial, el cual emitió una sentencia violentando el Estado de Derecho, ya que le permitía a Ortega inscribirse como candidato.

Después Ortega, con toda la Asamblea controlada, cambiaría la Constitución, pero desde entonces es un presidente inconstitucional.

Es a partir de esta campaña electoral en la que se dejó de ver a Ortega como un candidato.

“En estas elecciones Ortega no molestó, simplemente se robó las elecciones”, explica Fabio Gadea Mantilla, quien decidió no ocupar su curul en la Asamblea Nacional, a como establece la ley para los candidatos que quedaron en segundo lugar. Gadea no aceptó porque dijo que él no era el segundo, sino el ganador.

Para este momento, ya el manejo de la figura de Daniel Ortega como candidato es irrelevante, explica el comunicador Guillermo Cortés Domínguez. “Lo estratégico es el control de los resultados electorales”, dice el periodista.

Las noticias daban cuenta de cómo, con vehículos del Estado el Frente acarreaba a sus simpatizantes a votar. El derroche de recursos del Estado era evidente.

Los comandos electorales funcionaban a la perfección, dirigidos por exmilitares.

Según José Pallais, la campaña de Ortega se caracterizó por una férrea organización comandada por ex-DGSE, expolicías, militares, con una gran disciplina, con soporte del Estado, no solo para promover al candidato, sino también para afectar la capacidad del control del voto.

En las juntas receptoras de votos, los representantes de los opositores en realidad defendían el voto de Ortega.
El fraude fue evidente.

Pallais añade que el orteguismo se dedicó a “afectar, desmoralizar e infiltrar las estructuras de campaña de los adversarios”, a lo cual se sumó regalías a la población y el seguimiento férreo a los empleados estatales con amenazas y acoso para asegurar que votaran por Ortega.

Daniel Ortega impuso a su esposa Rosario Murillo como su vicepresidenta ya que ambos manejan el partido FSLN como patrimonio familiar. LA PRENSA/ ARCHIVO PERSONAL/ ÓSCAR NAVARRETE

2016

El excontra Maximino Rodríguez, el religioso Saturnino Cerrato y José del Carmen Alvarado fueron los principales contendientes de Ortega, quien llevaba a su esposa Rosario Murillo como compañera de fórmula.

No hubo sorpresas. El matrimonio se adjudicó el poder como presidente y vicepresidenta designados por el poder electoral, ya que no se podía decir que habían sido elecciones reales.

“(Ortega) ha dejado de ser un candidato desde hace rato, en la última elección ni siquiera salió a hacer campaña”, resume el actual aspirante a la presidencia Juan Sebastián Chamorro la calidad de candidato de Daniel Ortega.

En las últimas elecciones, después de los comicios de 2006, Ortega no ha hecho campaña presencial. Se sostiene controlando el poder electoral desde arriba hacia abajo. LA PRENSA/ ARCHIVO PERSONAL/ ÓSCAR NAVARRETE

2021

Abril de 2018 pesa sobre Daniel Ortega. En ese mes comenzó a reprimir con armas de guerra unas protestas sociales que desembocaron en al menos 325 asesinatos, la mayoría de ellos jóvenes que protestaban contra el gobierno.

Ortega y su esposa tienen hasta mayo de este año para reformar la ley electoral y que se hagan elecciones libres, plazo establecido por la OEA después de los acontecimientos de 2018 y posteriores, en las que el gobierno reprime a la ciudadanía de mil maneras.

Según Miguel Mora, aspirante actual a la presidencia, Ortega ha involucionado y se ha convertido en el dictador más odiado de la historia de Nicaragua. “Odia la democracia y nos quiere llevar a la cubanización”, dice Mora.
“Buscará como ejecutar un fraude. Hará todo para no perder el poder, pero eso está en manos del pueblo y de la comunidad internacional”, añade Mora sobre Ortega.

Para Mauricio Díaz no sería extraño que Ortega regale nuevas personerías jurídicas para que haya más confusión, como una estratagema para tratar de confundir a la población.

Lo que es irrefutable, para la mayoría de los analistas, es que en estos momentos Daniel Ortega es un “producto difícil de vender”, pero eso es irrelevante hasta cierto punto porque Ortega y Murillo se centrarán como siempre en el control total del poder electoral.

Un mentiroso

El comandante Henry Ruiz asegura que la principal característica de Daniel Ortega como candidato presidencial es la gran habilidad que tiene para mentir.

Según Ruiz, Ortega se la gana a Sergio Ramírez, quien como escritor acostumbra a escribir ficción.

Para la comunicadora Patricia Orozco, Ortega no ofrece respuestas a la población, pues en la actualidad hay un acumulado de problemas en el país y él siempre habla de lo mismo, desoyendo a la población.

Según Orozco, ahorita hay falta de empleos en las ciudades y falta de incentivos para los campesinos en el campo. La prioridad de Ortega han sido los grandes empresarios en los últimos años.

Para Mauricio Díaz, a Ortega como candidato lo caracteriza su falta de debate, pues no acepta encararse con otros candidatos. “Siempre vive del debate superficial, de sus discursos sobre nacionalismo y antimperialismo. No hay debate de contenido en él y sus actividades alejadas de los votantes”, indica Díaz, quien considera que desde 2018 los simpatizantes de Ortega se han reducido enormemente. “Sus campañas electorales son descafeinadas”, finaliza.

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