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El Uluk es una leyenda ancestral de los mayangnas. Se trata de un ser sobrenatural que ronda en las montañas. El pueblo miskitu lo conoce como Uhlak. LA PRENSA/ Archivo

¿Quién es el “Uluk” que causa alarma en una comunidad de Bosawas?

En la profundidad de Bosawas afirman que son asediados por un “demonio” gigantesco, con forma humana y mucho pelo. Esto se sabe sobre el Uluk que despierta temor en los mayangnas, aunque no tanto como los colonos armados.

Un extraño “ser sobrenatural”, descrito a veces como “demonio” y otras como “animal”; pero posiblemente similar al abominable Yeti de la mitología tibetana, está sembrando el miedo en una comunidad de Bosawas. Aunque nadie lo ha visto, pocos dudan de su existencia y algunos incluso afirman que es enorme, tiene forma humana y está recubierto por un espeso pelaje.

Los pueblos mayangnas lo conocen como Uluk, que significa “pie grande”. Se trata de un “ser ancestral” que en estas tierras es percibido como una amenaza tan real como los colonos armados que invaden territorios indígenas en la Costa Caribe nicaragüense, aunque mucho menos peligrosa.

Tienen miedo los abuelos y antes lo tuvieron los abuelos de los abuelos; pero, a decir verdad, las “apariciones” del Uluk no son tan frecuentes. Hacía muchos años que no rondaba por los montes de la comunidad de Mukuswas, situada en el municipio de Bonanza, a una hora de camino de la carretera más cercana.

Casi dos meses después del paso del huracán Iota, en la primera semana de enero, un indígena mayangna de nombre Eliseo López andaba un poco metido en el monte, desyerbando las cuatro manzanas que tiene sembradas con plátano; cuando de pronto vio que las copas de los más altos árboles se estremecían y escuchó que las ramas se quebraban.

No se quedó a esperar qué pasaba y huyó despavorido. Corrió a lo largo de unos 700 metros de selva, en un terreno accidentado por riachuelos y quebradas, hasta cruzar la parte densa de la montaña y salir a un potrero. Una vez ahí se sintió fuera de peligro y de regreso en casa le contó a su familia que el Uluk lo había perseguido.

Más tarde volvió acompañado al lugar de los hechos y al inspeccionar una quebrada todos los presentes estuvieron de acuerdo en que habían encontrado la huella de un pie que medía de 13 a 14 pulgadas. No hay fotografías.

Esta es una interpretación libre de las descripciones ofrecidas por algunos mayangnas. LA PRENSA/ Ilustración de Luis González Sevilla

¿Qué es el Uluk?

El Uluk es parte de las leyendas ancestrales del pueblo mayangna, aunque para muchos indígenas se trata más bien de una realidad incuestionable con la que deben convivir. Hay Uluk malos y Uluk buenos e incluso Uluk machos y Uluk hembras que en alguna ocasión se han enamorado de sus rehenes. Sin embargo, la idea más aceptada es que los Uluk son seres que viven en la montaña y representan un “peligro” para los comunitarios.

Mide de 12 a 15 pies de altura y cuando anda en la montaña deja a su paso un rastro de árboles caídos, un escenario al que, de todas formas, están acostumbrados los pueblos que viven en Bosawas. “Cuando viene cerca, se siente un viento frío y todos los palos los tira para abajo, como si fuera un huracán”, explica Byron Bucardo, indígena mayangna.

“El hombre pie grande es un demonio”, prosigue. “Nuestros ancestros decían que ese Uluk cuando andaba en la reserva, en las parcelas, los niños no llegaban a las fincas, y las mujeres y los hombres tampoco, porque cuando la gente estaba durmiendo llegaba el Uluk e intentaba llevarse a niños y adultos, para después comérselos”.

Cuando el Uluk anda a sus anchas por las parcelas, afirma Bucardo, la gente tiene que encender una fogata para que no se acerque, porque le tiene miedo al fuego. Igual es bueno hacerse acompañar de un perro, pues sus ladridos también ahuyentan al “demonio” que vive la selva.

Antiguamente las familias que debían atravesar los bosques de la reserva también procuraban llevar consigo a una mujer encinta. “Cuando una mujer anda embarazada, ese Uluk no se acerca porque siente el calor de la mujer. La familia la llevaba para protegerse”, sostiene el mayangna. “Es mejor que el Uluk no te encuentre, porque si te encuentra te puede agarrar y esconder y te come ahí mismo. Eso es peligroso”.

Lea también: Así masacraron a los indígenas mayangnas en la Reserva de Bosawas

Para los mayangnas, los colonos armados son un problema real y un peligro mucho mayor que el del “Uluk”. En la foto, comunitarios de Alal sepultan a cuatro de los suyos, luego de la masacre de enero de 2020. LA PRENSA/ Archivo

Miedo en Mukuswas

Desde el pasado enero, el Uluk ha sido “visto” en un par de ocasiones más, por algunos de los hijos de don Eliseo López que han llegado a explorar la zona; pero la verdad es que nadie lo miró. Solamente sintieron su presencia entre los árboles y escaparon para resguardarse.

Otro hecho que ha sido tomado como prueba irrefutable de la presencia del Uluk es que los plátanos están apareciendo huecos en el chagüital, como si alguien se comiera solo la parte de adentro. Quien cuenta esto es Eliézer Damassio, hijo de don Eliseo y partidario de que el Uluk sea atrapado y exhibido.

Pero no será tarea fácil. Para poder verlo, afirma, es requisito imprescindible pasar cinco días seguidos sin bañarse y sin cambiarse de ropa. Solo de esa manera es posible observar el rostro de “ese animal”.

Mientras la familia de don Eliseo espera a que llegue alguna comitiva para capturar al Uluk, los comunitarios de Mukuswas, habitada por unas doscientas familias, se mantienen en alerta. Ya les han avisado que no pasen por el sitio donde “el demonio” ha aparecido en las últimas semanas e incluso algunas cosechas se están perdiendo.

Se cree que este Uluk bajó del cerro Cola Blanca, situado a unos veinte kilómetros de la zona. Es posible, opinan algunos indígenas, que haya salido de ahí porque aquello está todo “pelado” e invadido desde hace trece años por colonos armados, diezmado por la extracción de madera, la minería artesanal y la ganadería.

Quizás el Uluk esté buscando la frondosidad de una tierra que todavía no ha sido tocada por la ambición sin límites de algunos seres humanos.

“El Uluk da miedo, pero dan más miedo los colonos, porque andan armas de guerra”, dice un líder mayangna de la comunidad de Alal, escenario de la masacre del 29 de enero de 2020, cuando cuatro indígenas fueron asesinados por invasores armados. “Del Uluk te podés esconder, te podés defender encendiendo un fuego; de los colonos, no”.

En la cosmovisión

El Uluk de los mayangnas es conocido como Uhlak en el pueblo miskitu. En la más pura cosmovisión de estos pueblos indígenas de la Costa Caribe nicaragüense, se trata de una especie de “dios de la montaña”. Porque para ellos todo está vivo y el aire, el agua, la montaña y la tierra tienen dueños.

Se le tiene miedo al Uluk o al Uhlak, reconociéndolo como el ente que reina en el monte, ese ser al que le molesta la cacería indiscriminada de animales. Y se le teme igual que a las sirenas de los ríos, a quienes se atribuyen los ahogamientos inexplicables, esos que ocurren en aguas mansas. Son creencias que pueden parecer muy extrañas a los ojos de nicaragüenses de otras regiones, pero que tienen asidero en la cosmovisión indígena.

Esto explica un investigador miskitu que ha estudiado mucho y se dedica a hacer consultorías, pero que habla con las plantas para explicarles por qué les debe cortar una rama, una fruta o una hoja y no duda ni por un segundo de la existencia del Uhlak.

 

La Prensa Domingo

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