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Muchos han tenido que dormir en la calle. Los que mejor suerte tuvieron, en una colchoneta en el suelo. LA PRENSA/ARCHIVO

Muchos han tenido que dormir en la calle. Los que mejor suerte tuvieron, en una colchoneta en el suelo. LA PRENSA/ARCHIVO

Tres años fuera de Nicaragua. Las historias de los exiliados de 2018

Miles de nicaragüenses están próximos a cumplir tres años de exilio. Huyeron de Nicaragua para salvar su vida o libertad. Algunos sobreviven en condiciones muy duras, sin poder regresar a su país. Estas son algunas de sus historias.

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La medianoche del 30 de junio de 2018, Chepito cruzó de manera ilegal junto a un coyote, la frontera entre Nicaragua y Costa Rica. Por el camino tuvieron que sobornar a un soldado del Ejército de Nicaragua y a un policía costarricense.

Chepito en aquel momento tenía 16 años y cruzar la frontera y amanecer el 1 de julio en Costa Rica no fue lo más difícil para él. “Lo más difícil fue decir que me voy porque no puedo más. Lo más difícil fue decidir cuando ya no tenía de otra. Es que no me amenazaban con encarcelarme, eran amenazas de muerte”, dice desde su exilio en el vecino país.

José Alberto Montoya ahora tiene 19 años. Pero cuando se exilió estaba en quinto año de secundaria y realizaba activismo artístico desde los 14.

Por eso cuando estallaron las protestas por las reformas a la seguridad social, Chepito no dudó en salir a las calles junto al resto de estudiantes. Ahí fue donde agarró el seudónimo por el que todavía es conocido: Chepito Barricada.

Chepito definió el exilio como “una cachetada tras otra cachetada. El exilio es eso”. L APRENSA/CORTESÍA

Estuvo en los ataques de los primeros días de protesta en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), fue testigo de los ataques paramilitares en Villa Progreso, donde vivía. Poco después las amenazas en su contra fueron más fuertes. Primero por mensajes en sus redes sociales, luego por llamadas telefónicas, hasta que decidió salir del país.

Se fue solo en un bus hasta Peñas Blancas y ahí le pagó 40 dólares a un coyote más los 20 del soborno al policía y al soldado. Al otro lado no había nadie esperándolo.

“Una cachetada tras otra cachetada. El exilio es eso”, define en cinco palabras estos tres años.

Más de 100 mil

El organismo de derechos humanos Nicaragua Nunca+ desde finales de 2018 viene dando seguimiento a la situación de los exiliados en Costa Rica, país donde se encuentra la mayor parte de los nicaragüenses que han salido fuera del territorio nacional.

Según el defensor de derechos humanos Braulio Abarca, han logrado identificar tres tipos de exiliados.
Los que salen de Nicaragua debido a la persecución política, los que salen debido a la situación económica y un tercer grupo que sale por razones mixtas. Pero la gran mayoría salen por la persecución política.

“Desde el año pasado hemos tenido un repunte de nicaragüenses que han salido al exilio debido a las leyes de ciberdelito y de agentes extranjeros”, argumenta Abarca, que también destaca como la pandemia y la crisis económica han agudizado la salida masiva de nicaragüenses al extranjero.

Este defensor de derechos humanos sabe muy bien cuál es la situación de los exiliados, porque él mismo es un solicitante de refugio en Costa Rica y sabe lo que es vivir en un albergue y pasar necesidades.

Mucho de los jóvenes que se atrincheraron en las universidades terminaron exiliados. LA PRENSA/CORTESÍA

Salió de Nicaragua el 23 de diciembre por punto ciego, luego de que el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) fue asaltado por policías y paramilitares por orden del régimen de Daniel Ortega.

Dice que lo que lo motivó a salir fue ver como los periodistas Miguel Mora y Lucía Pineda fueron encarcelados.
Antes Abarca había sufrido amenazas de muerte en redes sociales y una campaña en su contra por su orientación sexual.

Según cifras oficiales, ya son más de 103 mil los nicaragüenses que han ingresado a Costa Rica. Aunque Braulio Abarca sostiene que pueden ser muchos más.

“Siempre hay un subregistro en estos casos. Me atrevería a decir que al menos en Costa Rica hay más de 110 mil nicas exiliados”, sostiene.

Además de Costa Rica, el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca+ da seguimiento a exiliados en Estados Unidos, México, España y Panamá. Pero no tienen una cifra exacta de cuántos nicas son en estos países.

Si el proceso para solicitar refugio era lento, ahora con la pandemia es una tortura a cámara lenta.

Antes se podía solicitar en los puestos fronterizos con Costa Rica. No se pedía tanta documentación y no se le negaba a casi nadie. Al migrante se le permitía ingresar al país y se le daba una cita para solicitar refugio de manera presencial donde sería interrogado y podía exponer su caso y llevar las pruebas.

En esa primera cita, que podía ser en tres meses, al solicitante se le tomaba la fotografía para un carné provisional para permanecer en el país durante un año. Tres meses después se le entregaba un permiso de trabajo, que también era válido por un año. Posteriormente se realizaba una entrevista de elegibilidad donde de nuevo se tenían que presentar las pruebas que respaldaran su solicitud de refugio.

Actualmente estos trámites se pueden realizar por vía telefónica y por correo electrónico, lo que hace que el trámite sea más lento.

Pero el estatus de refugiado en Costa Rica no es seguridad de nada. Hay muchas personas que lo han recibido y actualmente están en situación de calle. La pandemia vino a dejar en el desempleo a una gran parte de los nicaragüenses en Nicaragua, los que ahora tratan de sobrevivir en trabajos precarios, vendiendo comida o en servicio de entrega de comida rápida, entre otros oficios.

Al otro lado del mundo

Denis Espinoza comenzó a vender todo lo que tenía. Lo último fue su cama y prestó dinero. Con eso pudo comprar dos pasajes. No se quería ir de Nicaragua, pero al final se decidió y lo dejó todo.

Llegó con su novia primero a Costa Rica, luego tomaron un vuelo rumbo a España, donde apenas pasaron unas horas. Iban solo con los pasajes y corriendo el riesgo de que los devolvieran desde Madrid.

Salieron rumbo a Alemania y de ahí se fueron en autobús hasta Noruega. Un largo viaje que nunca olvidará porque mientras lo hacía dice que su “mente y corazón se habían quedado en Nicaragua”, en donde era un estudiante de química en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN).

Hoy tiene 25 años y recuerda cuando salió a protestar el 19 de abril de 2018. Cuando la represión se hizo más fuerte, salió rumbo a Honduras buscando evitar la cárcel y las balas y luego de dos meses regresó, cuando se enteró de que uno de los refugiados en Honduras había sido asesinado en la frontera. Era un excontra, con el que alguna vez habló en aquel país.

Ambos son de los pocos nicas que han logrado la protección por parte del gobierno de Noruega. LA PRENSA/CORTESÍA

Terminó escondido en una casa en Villa Tiscapa, pero por mala suerte estaba cerca de una especie de cuartel cerca del hospital Cruz Azul, donde varios vecinos denunciaron que se escondían armas.

“Llegó un punto en el que sentí que no tenía nada. Miré personas que murieron cerca de mí en las protestas. Lo que quería era seguridad. Sabía que Noruega me daría seguridad y además quería estar lejos de Nicaragua. Era buen estudiante. Quería salir adelante”, explica.

A Noruega llegó perdido, pese a que sabe hablar inglés. Ahí las autoridades lo enviaron junto a su novia a un albergue gigante donde, según cuenta, podían alcanzar hasta dos mil personas. Eran una especie de cabaña donde estuvieron por un tiempo. En ese lugar conoció a migrantes de muchas partes del mundo y finalmente, luego de ser movido hacia otra ciudad y otro albergue, un año después, recibió el estatus de refugiado.

Ahora sigue estudiando y se gana la vida como cocinero en un restaurante mexicano. Denis y su novia son de los pocos nicaragüenses que han logrado conseguir esta protección de parte del gobierno noruego.

Desde allá sigue con los mismos ideales que lo hicieron salir a las calles en abril. “Valía la pena intentarlo. Sigue valiendo la pena intentarlo y yo estoy acá, pero trato de hacer incidencia desde aquí. Ahorita no miramos frutos, pero van a salir y esa plantita de esperanza va a salir”.

“Los pollitos”

Los hermanos Carlos Andrés y Nydia Monterrey caminaron en silencio por la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, sin saber que lo estaban haciendo. Hasta que a medio camino se enteraron que se estaban exiliando.

El sudor y las lágrimas de Nydia se mezclaron mientras avanzaban. Del otro lado los estaban esperando dos vehículos. Cuando estaban montando sus mochilas, llegaron a toda marcha dos patrullas de la Policía tica.
Separaron a los hombres de las mujeres y Nydia no pudo más y se quebró.

Nydia Monterrey es presentadora en la plataforma Hora Cero. LA PRENSA/CORTESÍA

—Por favor, si nos van a regresar a Nicaragua, no nos entreguen a la Policía. Si lo hacen, nos matan —le dijo llorando al oficial.
—Tranquila mi niña, estamos enterados y los vamos a ayudar —le contestó el oficial sonriendo.
Ella sintió como el alma le volvía al cuerpo.

Nydia tiene 27 años y Carlos va a cumplir 22. Son originarios de Bluefields y llegaron a Managua para estudiar. Ella es graduada de psicología por la Universidad Centroamericana (UCA) y él era estudiante de comunicación en esa misma alma mater.

Carlos Andrés fue el primero en involucrarse en las protestas. Cuando Nydia lo miró en televisión junto a otros estudiantes mientras la Policía les disparaba con gases lacrimógenos, entonces decidió ir a buscarlo, pero al final se quedó atrincherada en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), para luego quedarse protestando en la UNAN desde el 10 de mayo.

Ambos hermanos estuvieron en dicha universidad hasta que fueron atacados por paramilitares el 13 de julio de 2018. Casi mueren y quedaron atrapados en la iglesia de la Divina Misericordia.

“Me sentí comprometida con los chavalos que dormían en el suelo y estaban pasando hambre”, recuerda la joven que dejó su negocio para protestar.

Luego del brutal ataque para desalojar el recinto universitario, ambos pasaron a vivir en casas de seguridad, hasta que un día recibieron una misteriosa llamada.

“Ya nos avisó el vecino que la granja está lista para comprar los pollitos. Mañana sale un camión a la granja del vecino con los pollitos”. Eso fue todo lo que escucharon y se cortó la llamada.

Al día siguiente llegó a la casa de seguridad un microbús que había contratado su familia y que sin decir nada se los llevó rumbo a la frontera para que se exiliaran. En el camino les dieron una pequeña suma de dinero para sobrevivir los primeros días.

Gracias al apoyo de sus padres, otros familiares y amigos habían conseguido ese dinero.

El 21 de julio de 2018 estaban detenidos por la Policía de Costa Rica, que en lugar de maltratarlos a como estaba haciendo la Policía en Nicaragua, los asesoraron sobre cómo solicitar el refugio en aquel país.

Carlos Andrés recuerda que se fueron los primeros días a vivir cerca de la frontera con Panamá, pero en ese lugar no había oportunidades de empleo y decidieron irse a San José.

“Recuerdo que en San José me moría de frío porque no sabía que hiciera tanto frío por las noches. Pasé casi un año durmiendo en una colcha en el suelo”, cuenta Carlos Andrés.

Actualmente Carlos Andrés trabaja en una producción audiovisual sobre los exiliados. LA PRENSA/CORTESÍA

Mientras comenzaban el engorroso proceso de solicitud de refugio y al terminarse la pequeña cantidad de dinero que tenían, tuvieron que iniciar a trabajar en lo que saliera.

Carlos trabajó en una floristería y como asistente administrativo, entre otros oficios. Nydia comenzó limpiando casas e igual buscando siempre un mejor empleo.

Ambos han sufrido comentarios xenófobos y burlas por ser nicaragüenses. Carlos reconoce que muchas veces entró en depresión y Nydia en fuertes crisis de identidad.

“Sentía que en Nicaragua era una mujer profesional. Con mi negocio y empoderada. Luego te dicen que tu título no vale y te ofrecen trabajo de limpiar casas. Es un golpe terrible a tu identidad”, dice la joven que estando en Costa Rica dio a luz a su bebé, que hoy tiene nueve meses.

Lo que más ha golpeado a estos hermanos fue la muerte de un compañero de exilio. Josué Sándigo murió intoxicado el 16 de junio de 2019. No se sabe si fue un accidente o un suicidio, lo cierto es que el joven luego de salir “a tomarse unos tragos” con otros amigos fue encontrado intoxicado al ingerir diluyente. El joven días antes había mostrado síntomas de depresión.

“Fue feo porque nos íbamos a ver un lunes y murió el domingo. Te queda ese cuestionamiento y decir que solo necesitaba un día menos para verlo. Me quedaron todos los hubiera. Fue una cosa dura. Yo le dije a Dios que ya, que todo lo que debía aprender en la vida ya lo había aprendido y que tuviera misericordia de mí, que no aguantaba”, dice Nydia.

Desde que nació su hijo, la joven no quiere volver a Nicaragua, sobre todo por seguridad del bebé. Antes soñaba todos los días con regresar, pero ahora prefiere quedarse.

La exiliada señala a la oposición de estar dividida y no pensar en las personas que están fuera del país. Lo mismo ocurre con Chepito y Denis Espinoza, que cuestionan la capacidad de los opositores para formar un solo bloque para enfrentar a Ortega. Para estos jóvenes exiliados, si Ortega perpetra un nuevo fraude electoral, la posibilidad de regresar a Nicaragua será aún más larga y casi imposible.

Chepito, por ser menor de edad, fue enviado por 15 días por las autoridades ticas a un albergue especial. Gracias a unas amistades que trabajaban en una organización no gubernamental en Costa Rica, salió de dicho albergue y pasó unos meses viviendo con esta ONG.

Se dedicó el primer año a terminar sus estudios y esperar a cumplir los 18 años para encontrar un trabajo. En 2019 terminó la secundaria en condiciones muy precarias.

Hubo muchos días que Chepito solo hacía un tiempo de comida. El que le daban en la escuela.

“Aquí en Costa Rica te dan el almuerzo. Lo más difícil ha sido tener 19 años y tener que trabajar y no poder estudiar. No tener que comer, no poder salir, no te podés enamorar”, dice en tono de reclamo.

En Nicaragua su familia quedó dividida. Unos que apoyaban al Frente Sandinista y otra parte que no. Incluso, la parte que no está de acuerdo con el actuar de la dictadura de Daniel Ortega le ha reclamado por su participación en las protestas.

Nydia durante una grabación para la plataforma Hora Cero. LA PRENSA/CORTESÍA

Pero Chepito dice que no le afecta que parte de su familia no tenga comunicación con él.

“Al final esos son problemas menores. Me duele más el hambre de dos días, a que un tío no me hable”, confiesa.
En 2021 se quedó sin casa y gracias a unas amistades que le dieron posada se ha salvado de dormir en las calles de San José, cosa que le ha tocado sufrir a cientos de nicaragüenses.

Chepito no oculta que se ha planteado la idea de regresar, pero dice que actualmente Nicaragua no es una opción para él y además está esperanzado en pasar el examen de admisión de la Universidad de Costa Rica. “Mis planes son escribir y hacer poesía aquí”, dice.

Al preguntarle si valió la pena protestar y luego salir al exilio, hace una pausa y se escucha al otro lado del teléfono como suspira y se queda pensando.

“No voy a decir que me arrepiento. Costa Rica ha sido parte fundamental de mi crecimiento y de lo que hoy me hace ser Chepito. Pero no volvería a dar todo lo que di por Nicaragua”.

La Prensa Domingo Costa Rica derechos humanos exiliados

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