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En la época de los apagones Daniel Ortega y Arnoldo Alemán entorpecieron las iniciativas del gobierno de Enrique Bolaños Geyer (al centro).

Los años de los apagones: una historia de la que no solo Bolaños es responsable

El Frente Sandinista ha usado “los apagones” como la principal sombra en la gestión del presidente Enrique Bolaños Geyer. Menos mencionados son, sin embargo, Arnoldo Alemán y Daniel Ortega, cuyas manos “apagaban” el interruptor de la energía eléctrica a conveniencia de los cálculos políticos de sus partidos.

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Los relojes se adelantaron sesenta minutos y la jornada laboral del Estado se estableció de 7:00 de la mañana a 2:00 de la tarde, para aprovechar las horas de mayor luz solar. No había hielo en las pulperías ni agua en las escuelas, las industrias perdían materia prima y en los hospitales se suspendían cirugías porque las plantas generadoras no daban abasto para sustituir el servicio comercial. Fueron los años de los famosos “apagones”, propiciados, en parte, por la guerra política del Frente Sandinista y el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) contra la administración del presidente Enrique Bolaños Geyer.

El peor año fue 2006, el año de las elecciones en las que el caudillo sandinista Daniel Ortega logró regresar al poder. En los peores momentos, los apagones energéticos se prolongaron por más de doce horas y afectaron todo el territorio nacional, mientras se boleaban responsabilidades y se rezaba porque lloviera sobre Apanás o bajara el precio del petróleo en el mercado internacional.

La semilla del problema se plantó en los años noventa, al apostar casi todo a la generación térmica y, según especialistas, se agudizó por una mala regulación del sistema energético; pero los partidos que en ese momento se hallaban en la oposición no contribuyeron a la solución de la crisis; todo lo contrario, pusieron todo su esfuerzo en profundizarla.

“En otro lado esas personas estarían presas por haber aumentando la crisis”, afirma Fernando Bárcenas, experto en energía. A su juicio, en aquel momento primaron los intereses políticos por encima del bienestar de todo un país.

Lea: Ortega y Alemán boicotearon a Bolaños para crear crisis energética

La explicación del problema

En el sector energía no existen los cortos plazos, ni siquiera los medianos. Todo se debe planificar “a largo plazo y con muchos años de anticipación porque las plantas de energía no pueden estar instaladas de un día para otro”, señala Patricia Rodríguez, experta en temas energéticos. “Antes de 2006 debía haberse previsto la demanda de energía para mínimo los próximos veinte años”.

También debió estudiarse qué tipo de plantas se necesitaban, para generar distintos tipos de energía y no depender de la misma. Pero lo que ocurrió, varios años antes de que iniciara la crisis, fue que las nuevas plantas que entraron a operar funcionaban con crudo.

“Se instalaron 200 megavatios con plantas que iban a generar con petróleo para cubrir la demanda de los siguientes veinte años”, recuerda Rodríguez. “Ese fue el primer error”.

Las plantas térmicas tienen la bondad de que pueden ser instaladas donde quiera que sean necesarias; es decir, donde al interesado “se le dé la gana”. Esto es porque no dependen del agua, como las plantas hidroeléctricas; ni del viento, como las eólicas; ni del clima, como las solares, por citar algunos ejemplos. Ellas solo necesitan petróleo y pasó que en los años noventa el petróleo estaba barato.

A lo largo de los noventa el precio más alto registrado fue de poco más de 20 dólares por barril; de manera que en ese entonces la energía derivada del petróleo era la más rentable de producir, “porque la hidroeléctrica es más barata, pero construir una planta es costoso”, dice Bárcenas. De hecho, afirma el experto, desde la época de los Somoza en Nicaragua no se ha construido otra planta hidroeléctrica con embalse.

Así que se decidió expandir el sistema de generación con plantas térmicas y en los últimos tres años de la década de los noventa “comenzaron a cuajar los proyectos instalación” de este tipo de energía, con segundas etapas construidas en 2001 y 2002, detalla Bárcenas. “Llegamos a 2003 instalando plantas térmicas”.

Entonces sucedió que el precio del petróleo empezó a subir y a subir. En 2006, el peor año de la crisis energética en Nicaragua, el barril de crudo se mantuvo en un promedio de 65 dólares, con el pico más alto en agosto, cuando llegó a costar 79 dólares. El costo de la generación térmica se fue por las nubes.

Pero además, debido a la falta de lluvias, el caudal del lago artificial de Apanás se redujo enormemente, con lo que se vio perjudicada la generadora hidroeléctrica Hidrogesa; justo en un momento en que la demanda energética estaba creciendo, alimentada por la proliferación de las zonas francas.

A esto hay que sumar lo que Patricia Rodríguez considera “el segundo gran error” en el contexto de la crisis, un error de regulación.

“Todos los contratos de las empresas de generación con derivados del petróleo tienen una cláusula de que cuando aumenta el precio del crudo, tiene que aumentar el precio de la energía eléctrica, eso siempre ha sido así”, señala. “Pero el gobierno no autorizó que esos incrementos pasaran a tarifa y se empezaron a acumular deudas”.

Por otro lado, recuerda, en enero de 2002 debía entrar en vigencia una nueva normativa tarifaria; pero Unión Fenosa aceptó no ponerla en marcha y se crearon deudas.

Finalmente, la deuda generada “por no trasladar a tarifa el incremento (del costo) de toda la generación térmica, más la no aprobación de la normativa tarifaria acumularon deudas que, empezaron a pesar en la factura energética del país”, explica. “Los distribuidores dijeron ‘ya no tengo ingresos suficientes para pagarle a los generadores’, los generadores dijeron ‘no te puedo suministrar’ y vinieron los apagones”.

“Un país con energía cara no es viable”, apunta Bárcenas. “¿Pero qué se hace en una situación en que el Frente Sandinista está en la oposición y el país está experimentando esa crisis? ¿Qué va a hacer el Frente Sandinista? Decir esta crisis se la vamos a profundizar, esta crisis los va a hacer perder apoyo”.

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En su papel de opositor Daniel Ortega se caracterizó por convertirse en un obstáculo para los gobiernos electos. LA PRENSA/Archivo

Las barcazas

Entre las medidas que el gobierno de Enrique Bolaños Geyer intentó aplicar para paliar la crisis energética, la más prometedora fue la contratación de dos barcazas, una belga y una inglesa, que ofrecían energía a buen precio y sin contrato fijo. Solo había que enchufarlas en Puerto Corinto y sesenta días después del contrato estaría resuelto el problema de los apagones. Pero dos partidos políticos se opusieron.

“Fue un boicot de los dos partidos (PLC y FSLN)”, aseguró tajante, Bolaños, consultado por LA PRENSA en enero de 2017.

Recurrió primero a la Asamblea Nacional, solicitando autorización porque, al tratarse de una emergencia, la compra de energía se haría sin licitación. La Asamblea, controlada por el arnoldismo y el orteguismo, se lo denegó. Bolaños pasó el caso a la Contraloría de la República y ahí también le dijeron que no.

“Así pasamos 2006 sin instalar la barcaza”, subraya Fernando Bárcenas.

Ese año hubo airadas protestas callejeras en Managua y otras ciudades. “Miles de nicaragüenses han declarado la ‘guerra total’ a la filial de la eléctrica española Unión Fenosa ante los continuos apagones que se vienen registrando en las últimas semanas en medio de la grave crisis energética que atraviesa el país”, informó el 23 de agosto la agencia Europa Press.

La noche anterior habitantes de Masaya habían atacado con palos y piedras la sede de la distribuidora exigiendo que Unión Fenosa se retirara del país, de la misma forma que lo había hecho Somoza.

Bolaños dijo que la expulsión de la empresa española solo empeoraría la situación y pidió un préstamo para saldar parte de la deuda del Estado con la distribuidora. El Frente Sandinista se opuso, alegando que eso redundaría en “más gastos para el pueblo nicaragüense”. En lugar de eso, sugirió Ortega, había que realizar una auditoría a Unión Fenosa.

Para Bolaños los diputados de la Asamblea Nacional eran responsables de la crisis porque, además, pusieron trabas a las leyes que permitirían generación de energía; pero admitió que él compartía parte de la culpa por haberse dedicado a promover inversiones sin tomar en cuenta el crecimiento de la demanda energética.

En medios de comunicación sandinistas la crisis no podía ser más oportuna, sobre todo por tratarse de un año electoral. “Apagones como regalo navideño en Nicaragua”, titulaba La voz del sandinismo el 2 de diciembre de 2006, cuando Ortega ya se preparaba para retomar el poder, del que fue expulsado en las elecciones de 1990.

“Apagones de tres horas diarias durante el mes de diciembre serán el regalo navideño del gobierno del presidente Enrique Bolaños, que pasó la ‘papa caliente’ de la crisis energética que afronta hoy Nicaragua al futuro gobierno sandinista de Daniel Ortega”, rezaba la nota.

Con el regreso de Ortega, el nuevo gobierno se erigió como el gran salvador que había logrado acabar con los apagones, empezando con la instalación de una planta facilitada por el venezolano Hugo Chávez Frías. “Una planta de 70 megavatios, de diesel”, destaca Bárcenas, porque se trata de la energía más cara de producir.

Con el Frente Sandinista controlando todos los poderes del Estado, ya no hay apagones; pero el problema energético todavía no está resuelto, asegura el experto. Si lo estuviera, Nicaragua no tendría la tarifa energética más cara de la región.

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