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El doctor Mariano Fiallos Oyanguren fue rector de la UNAN-León y presidente del CSE. LA PRENSA/ Archivo

Mariano Fiallos Oyanguren, el hombre que hizo lo correcto

En febrero de 1990 un hombre puso sus principios por encima de los dictados de un partido político. El doctor Mariano Fiallos Oyanguren era sandinista, pero como presidente del CSE declaró perdedor a Daniel Ortega, pese a que le habían orientado lo contrario.

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Las instrucciones eran claras: a las 7:00 de la noche del 25 de febrero de 1990 Mariano Fiallos Oyanguren, presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), debía leer las primeras cuatro juntas receptoras de votos que recibiera. Los resultados habían sido orientados de antemano, para marcar una tendencia apabullante desde el inicio del conteo: el Frente Sandinista debía ganar 4 a 0, con cien votos de diferencia en cada mesa.

Pero se dieron las 7:00 y el doctor Mariano, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, no salía a leer nada. Afuera, en las calles y en la intimidad de las casas, la tensión se podía cortar; pese a que el sandinismo estaba ciegamente convencido de que saldría victorioso en las urnas. No eran unas elecciones cualquiera. Se hallaba en juego el fin del sueño de la revolución; pero también el de la guerra y el del servicio militar obligatorio.

Por fin, a las 7:30 de la noche, el presidente del CSE leyó los resultados de cuatro mesas, pero en dos ganaba el Frente Sandinista y en dos perdía, y en las que ganaba “era por muy poquito”. Qué raro. Así es como Dionisio Marenco (q.e.p.d.), exalcalde de Managua, recordaba los primeros minutos de pánico de la militancia sandinista en esa fecha histórica.

Marenco hizo esa confesión en una charla transcrita y publicada por la revista Envío en septiembre de 2008. Otros antiguos militantes del sandinismo recuerdan que el nerviosismo empezó más bien a eso de las 9:00 de la noche y algunos más aseguran que fue como a las 11:00. Se dice, también, que aunque efectivamente hubo presiones, los comandantes de la revolución respetaron la autoridad del CSE.

Lo que nadie se ha atrevido a negar es que el doctor Mariano Fiallos Oyanguren fue crucial en ese proceso. A pesar de que en ese momento el doctor era un convencido sandinista, hizo a un lado sus inclinaciones políticas y acató la voluntad popular, declarando perdedor a Daniel Ortega Saavedra ante doña Violeta Barrios de Chamorro, candidata de la Unión Nacional Opositora (UNO).

“Gracias a Dios tuvimos como jefe a Mariano, porque, perdone la expresión, se supo poner los pantalones cuando hubo necesidad de ponérselos. Presiones siempre hubo, pero debo decir que también hubo mucho respeto a la figura de Mariano y, gracias a su sombra, también a los que formábamos parte del CSE”, cuenta hoy Leonel Argüello Ramírez, de 88 años, gran amigo de Fiallos Oyanguren e integrante del CSE en las elecciones de 1984 y 1990, ambas presididas por él.

“Mariano fue el estructurador de los procesos democráticos en este país, que desgraciadamente han manchado y venido destruyendo en esta última década”, sostiene. “Se echó al traste todo, desde el momento en que lo convirtieron en una especie de feudo del poder central”.

Aunque resulta imposible separar la figura de Mariano Fiallos Oyanguren de las elecciones de 1990, él fue e hizo mucho más que eso. Por ejemplo, luchó por la autonomía universitaria cuando solo era un estudiante y casi toda su vida se dedicó a la enseñanza. Pero, sobre todo, como señala su hijo Rodrigo Fiallos Valladares, dio un inmenso ejemplo de cómo debe ser una persona honorable.

“Su honorabilidad era algo que lo trascendía”, afirma. “Ese ejemplo de persona honorable que va a hacer lo correcto y no lo que se espera que haga”.

Arriba, de izquierda a derecha: Rosario Fiallos Oyanguren, Soledad Oyanguren de Fiallos y Marison Fiallos Oyanguren. Al centro, Mariano Fiallos Oyanguren y Mariano Fiallos Gil. Abajo, los hermanos menores: Álvaro y Eugenio Fiallos Oyanguren. LA PRENSA/ Cortesía

Los días del Cejis

Mariano Fiallos Oyanguren fue el mayor de los cinco hijos de Mariano Fiallos Gil y Soledad Oyanguren, un matrimonio muy leonés. Carlos Tünnermann Bernheim recuerda que lo conoció en Managua cuando Fiallos Oyanguren estudiaba temporalmente en el instituto pedagógico de varones. Tiempo después se lo encontró en una fiesta de bachilleres y su amigo le preguntó si había decidido qué carrera iba a tomar.

—Derecho, ya estoy matriculado en la facultad de la UNAN —respondió.
—Ah, qué bueno, yo ya llevo el segundo año —dijo Mariano. —Cuando llegués a León buscame en el parque central, yo voy a estar en una banca con mis amigos, que te voy a presentar para que también sean tus amigos.

Llegado el día, el joven Carlos se instaló en su pieza, en la ciudad universitaria, y de inmediato se fue a buscar a Mariano, con la ilusión de hacer amigos y de conocer la famosa Catedral de León.

“Ahí estaba Mariano con Sergio Castellón, con un amigo llamado Alfonso Cortés, que no tiene nada que ver con el poeta, y otros muchachos”, cuenta Tünnermann Bernheim. “Al acercarme me saludó de lejos: ‘¡Carlos, bienvenido! Vení que te voy a presentar a mis amigos. Sentate en esta banca’. Lo que querían era pelonearme. Sacaron tijeras y me pelonearon”.

El grupo de amigos solo estaba cumpliendo una tradición; pero quiso la casualidad que el futuro rector de la UNAN-León, Tünnerman Bernheim, fuera ‘peloneado’ por otro futuro rector, Fiallos Oyanguren, quien, además, sería su sucesor en el cargo.

Antes de que eso ocurriera, sin embargo, ambos se embarcaron en la lucha por la autonomía universitaria.

Todo comenzó cuando un grupo de estudiantes muy aplicados notó que las clases y los profesores de la UNAN-León estaban muy atrasados, porque obedecían a la idea de que “saber de Derecho era memorizar códigos”. Ante la situación, Roberto Incer Barquero, Ernesto Cruz, Orlando Barreto Argüello, Leonel Argüello Ramírez, Carlos Tünnermann Bernheim y Mariano Fiallos Oyanguren crearon algo que se llamó Círculo de Estudios Jurídicos y Sociales (Cejis), con la misión de contribuir a mejorar los estudios de Derecho en la universidad.

Sin embargo, pronto ese grupo empezó a tomar conciencia de que parte del problema era el que la universidad estuviera supeditada al Ministerio de Educación, con el ministro aprobando todos los presupuestos e incluso los planes de estudio. Ahí empezó su campaña por la autonomía y encontraron apoyo en Mariano Fiallos Gil, por entonces catedrático de Criminología y Filosofía del Derecho, quien habría de convertirse en rector de la UNAN-León y padre de la autonomía universitaria.

“Todo este grupo estuvo metido en la huelga del medallón, cuando las autoridades colocaron un medallón de Somoza García en el paraninfo y los estudiantes pedimos que fuera retirado”, rememora Tünnermann Bernheim, hoy de 87 años. “Nos declaramos en huelga hasta que el propio Somoza García llegó a León a quitar el medallón, ya la huelga llevaba más de un mes y estábamos por perder el curso. Somoza se dio cuenta de que solo él podía quitarlo, porque nadie se atrevía”.

Con el curso de la vida, y de la historia, a Tünnermann Bernheim le correspondió ser el sucesor de Mariano Fiallos Gil, un cargo que logró a través de elecciones universitarias. Mariano Fiallos Oyanguren apoyó de lleno su candidatura y en enero de 1974 lo sucedió en la rectoría, cuando fue nombrado tercer rector de la autonomía.

A él le tocaron años muy críticos, pues la confrontación entre el Frente Sandinista y la dictadura de los Somoza “había entrado en su etapa más dura”, señala Tünnermann Bernheim. Mariano supo defender siempre la autonomía universitaria. Personalmente simpatizaba con la lucha del FSLN, pero sin comprometer a la universidad”.

Mariano Fiallos Gil, padre de la autonomía universitaria, con su hijo Mariano Fiallos Oyanguren. LA PRENSA/ Cortesía

Vida íntima

“Un hombre serio”. Así lo describen, invariablemente, las personas que lo conocieron.

“Era poco de chistes, serio pero amable. Nunca respondía a la primera, se quedaba pensando antes de responder. Creía en la soberanía no como la de un país, sino como la voluntad del pueblo”, dice la escritora Gioconca Belli. “Era muy serio, pero eso no significaba que no tuviera sentido del humor. Te contaba anécdotas, se podía disfrutar mucho de una conversación con él”, sostiene Carlos Tünnermann Bernheim.

Se veía tan serio que al inicio los amigos, novias o pretendientes de sus hijos e hijas le tenían miedo. Pero cuando entablaban alguna confianza, descubrían a un señor “elocuente y platicador, con el que se podía hablar de cualquier cosa”, expresa su hijo Rodrigo, el menor de los cuatro hijos (dos hombres y dos mujeres) que don Mariano tuvo con su esposa de toda la vida, la mujer con la que estuvo casado durante 59 años: Violeta Valladares.

Con él se podía hablar de política, historia, arte; pero también de la Guerra de las Galaxias o de novelas de espionaje, porque amaba ir a los cinemas y leía de todo.

Aunque es recordado como una persona seria, recta e inquebrantable, con sus hijos era “medio mimón”, dice Rodrigo. “El par de veces que me barejoneó, me lo merecí”, sostiene. Los castigos físicos fueron muy escasos, era más efectiva su mirada de decepción. “Eso dolía más”.

En el tiempo en que le tocó estar al frente del CSE, de 1984 hasta inicios de 1996, se vio obligado a pasar bastante tiempo en Managua, algo que para él constituía un sacrificio, porque como buen leonés, era muy hogareño.

En León se quedaba su esposa, esperando. “Yo recuerdo lo que significaba para Violeta la ausencia del doctor”, señala doña Vilma Núñez, de 88 años, amiga de la familia Fiallos Valladares. “Entre Violeta y el doctor Fiallos había una identificación buenísima”.

Fue un matrimonio “bien unido y amoroso”, asegura Rodrigo. “Mi papá no era muy expresivo, pero con mi mamá sí. Con 59 años de casados y bien enfermito, pero aun así la agarraba de la mano. Y ella lo mimó a él como nos mimó a nosotros”.

Para la familia del doctor Mariano, él sigue muy presente, pese a que han transcurrido casi siete años de su muerte, ocurrida en la madrugada del miércoles 25 de junio de 2014, tres días antes de su cumpleaños 81.

Por entonces llevaba casi veinte años alejado de la política. Luego de renunciar al CSE, por no estar de acuerdo con unas reformas a la Ley Electoral, se dedicó a la enseñanza universitaria y participó como observador electoral en Chile, Guatemala, El Salvador y Honduras; y además fue consultor para desarrollo de sistemas electorales en Panamá, Haití, Angola, Mozambique y Hungría.

Tras su salida del CSE, “trabajó ocho o diez años más”, dice su hijo. “Ya luego se retiró a descansar”.

Porque lo conoció, doña Vilma Núñez considera que don Mariano estaba “decepcionado”. “Creo que, definitivamente, por su forma de ser, murió sintiéndose traicionado en sus principios y su entrega, la prueba es que se aisló por completo”.

Para ella, el doctor “fue una persona a la que no pudieron de ninguna manera doblegar y apartar de sus principios”. “Fue un hombre íntegro, muy recto, coherente en sus actos y la mayor prueba de rectitud la da en 1990, cuando le toca declarar que el Frente perdió las elecciones”.

Doña Vilma asegura que tiene recuerdos de luchas políticas desde 1944 y que, si rebusca en su memoria, no encuentra otras elecciones “con el nivel de transparencia y manejo de las de 1990”. Mariano Fiallos Oyanguren fue crucial, afirma. Si él hubiera sido como los actuales funcionarios del CSE, no habría habido “ninguna posibilidad de que se reconocieron los resultados que la gente había decidido”.

Daniel Ortega acepta la derrota electoral del Frente Sandinista, en febrero de 1990. LA PRENSA/ ARCHIVO

Las elecciones de 1990

Las elecciones presidenciales de 1984 fueron “un ABC”, una lección de kínder que sirvió para obtener experiencia; las otras, las de 1990, un “doctorado”. Quien afirma esto es Leonel Argüello Ramírez, magistrado del CSE en ambos comicios.

—¿Fueron más transparentes las elecciones del 90 que las del 84?

—Uuuh, mucho más, mucho más porque hubo oposición —ríe. —La transparencia no es solo lo que puede hacer un Consejo Supremo Electoral, sino también lo que pueden hacer los partidos o grupos políticos que están compitiendo. En el 84 no hubo contrincante, porque la mayoría se retiró y el que quedó fue Virgilio Godoy, que también era parte del proceso revolucionario.

—¿Qué tan estresante fue dar los resultados en 1990?

—Estresante en todo sentido. Yo estaba a cargo de las relaciones internacionales y las presiones de los embajadores con los primeros datos eran tremendas y había una oposición a que los datos se dieran temprano. A pesar de eso, los datos comenzaron a darse más o menos a una hora adecuada. Solo en forma parcial, porque no se había acumulado representación a nivel nacional.

—¿Era impensable leer unos resultados distintos?

—Primero se nos caía la mano y la cara de vergüenza. Los votos se contaron como debían contarse y resultó ganador quien obtuvo la mayoría de los votos de la población.

En esos días de tanta presión, don Leonel pudo conocer más de cerca a su viejo amigo, el doctor Mariano. “Lo conocí mejor en sus valores, en su sentido de responsabilidad y honradez, que gracias a Dios compartimos. Le tuve y le tengo cariño, porque continúa siendo un ejemplo de lo que deberían ser los miembros del Consejo Supremo Electoral de este país”.

No siempre se le menciona en las crónicas de las elecciones del 90; pero no cabe duda de que fue un personaje absolutamente decisivo. Sin él, afirma doña Vilma, se habría cometido un fraude histórico.

“Fue necesaria la presencia de alguien como Mariano para que se respetara plenamente la voluntad popular. Es lo que se necesitaría en las elecciones del 7 de noviembre”, agrega Carlos Tünnermann Bernheim.

Él fue su amigo hasta el último día del doctor Mariano y asegura que, aunque “no hizo una renuncia formal a la militancia del Frente Sandinista, su última voluntad fue que no le hicieran ningún honor en el paraninfo de la UNAN. Por eso lo velaron en una funeraria privada”.

Sobre don Mariano

  • Mariano Fiallos Oyanguren estudió Derecho en la UNAN-León, una maestría en Filosofía del Derecho en la Southern Methodist University, Texas, Estados Unidos; y un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Kansas, también en Estados Unidos.
  • Sus padres fueron Mariano Fiallos Gil y Soledad Oyanguren. Sus hermanos eran Rosario, Marisol, Álvaro y Eugenio Fiallos Oyanguren. Él era el mayor de los cinco.
  • En 1955 se casó con Violeta Valladares Marín, quien sigue viviendo en la casa solariega de León. Tuvieron cuatro hijos: Mariano, Marisol, Violeta y Gil Rodrigo.
  • “En su hogar era muy amoroso con sus nietos. Todos ellos le llamaban ‘papá papá’, y es el día y lo recuerdan como quien se sentaba con ellos a jugar en el suelo o los sentaba en sus piernas en su silla mecedora a contarles un cuento, a leerles, a comer pan con mantequilla o a compartir sus chocolates o postres de los que él disfrutaba en grande”, comparte Yanina Abaunza Castellón, su nuera.
  • “Mi suegro fue íntegro, honesto, caballero, inteligente, cariñoso, alegre … y muy familiar y de grandes amigos”, afirma.

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