La lluvia solo le dio el toque dramático al final del partido. Cayó el gol de Haití al minuto 63’ por un contragolpe, tras un tiro de esquina a favor de Nicaragua, pero la Azul y Blanco no pudo concluir la jugada ofensiva y tampoco se sostuvo atrás. Lo defendió tan mal que se hundió en la pobreza defensiva de esa escena. Marcó Derrick Etienne, se bajó el telón y se soltó el diluvio. Si hay un elemento que caracteriza la tristeza después de haber recibido una puñalada es la lluvia. Lejos de casa, con los cuerpos tiritando y la mirada perdida, Nicaragua se despedía de las eliminatorias mundialistas.
Se sabía de la superioridad de Haití, que jugaba en casa, que tenía los números a su favor: con tan solo un empate le bastaba para clasificar, pero con todo y eso, la ilusión no desaparecía. La mente eliminaba la imagen reciente de las dos derrotas seguidas 2-0 contra Haití en Liga de Naciones y Copa Oro, colocando encima la de los tres goles de Juan Barrera. Esta vez no hubo milagro, sin embargo se peleó hasta el final. A veces queremos ganar la guerra con lanzas, cuando el rival tiene escopetas.
Durante el primer tiempo el Pulpo mantuvo vivas las esperanzas. Nos sostuvo tras el grave error de Luis Fernando Copete al minuto dos cuando no pudo bajar una pelota y Jeppe Simonsen la arrebató, encontró posición de disparo y tras apretar el gatillo apareció uno de los tentáculos de Espinoza para desviar el “casi gol”. No asestamos golpe en el primer asalto, pero sobrevivimos contra las cuerdas. Ese fue el problema. Una falta cerca de la portería rival lanzada por Richard Rodríguez pasó coqueteando el poste. El mediocampista soltó un latigazo a ras de césped y quitó la respiración a los haitianos.
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Nicaragua salía muy bien en los contragolpes y ahí apareció la jugada más clara de gol para la tropa nacional. Un centro de Francisco Flores localizó solo en el área a Juan Barrera, pero el Iluminado se apagó, hizo mal los cálculos, se adelantó y quedó desequilibrado para meter la cabeza y envió el esférico a la nada. Reprobado en cálculo. La respuesta de Haití fue a través de Simonsen pero el Pulpo volvió a calmar la situación. Nuevamente siguió asediando la tropa caribeña con cinco tiros de esquinas consecutivos entre ellos uno que tenía veneno con el cabezazo de Kevin Lafrance y otra vez Espinoza le dijo no al evitar su entrada a las redes.
En el segundo tiempo Nicaragua mejoró. Un disparo de larga distancia de Francisco Flores obligó Johny Placide a estirarse para evitar el primer gol de la Azul y Blanco, pero al 63’ ocurrió la tragedia. Centro de Nicaragua, anticipo de la defensa haitiana y la velocidad acabó y mala colocación de la defensa nicaragüense le dejó las puertas abiertas a la ofensiva caribeña. Todavía el Pulpo estuvo cerca de evitar el gol, pero era demasiado pedirle otro milagro al arquero que nos mantenía con vida. Entró Belli por Bonilla y causó en unos minutos la sensación de que se podía germinar ofensiva, no obstante se diluyó en la lluvia como cada uno de los cambios siguientes. La pólvora del banquillo se mojó. Kevin Serapio salió expulsado al igual que la ilusión de los miles de nicaragüenses creyentes del milagro.
Haití demostró por qué era favorito, Nicaragua mejoró en relación con los dos partidos anteriores, pero el sabor agridulce siempre estará en nuestras gargantas. Que siga la lluvia, limpiadora de lágrimas.