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Pedro Mena en su finca en La Fonseca. LA PRENSA/CORTESÍA

Pedro Mena, el coqueto de La Fonseca

Fue boxeador en su juventud. El único vicio que le conocen es la gaseosa. El campesino que hoy es preso político de Daniel Ortega es considerado un líder en La Fonseca, la comunidad a la que llegó para trabajar y enamorar a su esposa.

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Un hombre alto, fortachón, de botas y con una vara en su mano arrea unas 20 vacas por el camino de lodo y fango. Se aproxima a la casa de Eyder García, una mujer campesina, madre de dos hijas, que tiene su venta en la comunidad La Fonseca.

El hombre pasa “todo coqueto”, le sube una ceja a Eyder. Ella apenada, sonríe y baja su cara para que el hombre de 43 años no le note su interés. Él continúa su marcha y Eyder, de 28 años, lo espera a que pase el día siguiente para seguir con el coqueteo.

El hombre coqueto hoy se encuentra en la Dirección de Auxilio Judicial de la Policía y es investigado por el supuesto delito de “traición a la patria”. Su nombre es Pedro Joaquín Mena Amador y ya tiene 53 años.

Nació en San Pedro de Lóvago el 23 de diciembre de 1968. Vivió los primeros años de su vida junto a sus tres hermanas. Su padre falleció cuando estaba recién nacido y a los ocho años de edad perdió a su madre en un accidente de tránsito. Estudió hasta tercer grado de primaria.

Su madre le trabajaba a un ganadero de nombre Ramón Gonzáles, quien lo adoptó y se lo llevó a vivir a Juigalpa. Sus hermanas se fueron a vivir con otra hija mayor que tenía la madre de Pedro, pero de él no se quiso hacer cargo, contaba el campesino a su familia.

Don Ramón Gonzáles le ofreció estudio, pero el niño prefirió trabajar y se fue a Santo Domingo a ordeñar vacas para un señor de apellido Lazo. Según relataba el mismo Pedro, ordeñaba 30 vacas al día y los dueños del ganado a veces no le daban de comer, así que se tomaba traguitos de la misma leche que sacaba y así engañaba al estómago.

Dormía en el monte en un saco. Cuando llovía se cubría con un viejo plástico negro, y cuando logró tener un par de zapatos, se los amarraba al hombro para no fregarlos en el lodo. “La familia era como bien grosera. Lo ocupaban, pero no lo miraban bien”, dice su esposa, quien no recuerda haber escuchado nunca a Pedro decir que esa familia le haya pagado por su trabajo. “Yo pienso que no”, dice.

Después, se fue a trabajar a otra finca de la que contaba que sufrió maltrato de los otros trabajadores, quienes se aprovechaban de que era pequeño y delgado. En los caminos lo golpeaban y lo metían en los baches de las calles lodosas y ahí lo dejaban.

Tiempo después volvió con don Ramón González a Juigalpa y este le dijo que ahora sí iba a estudiar. Pedro no quería. “Dice que era bien nefasto en la escuela”, así que se dedicó nuevamente a trabajar.

Fue trabajando como lo conoció su esposa, Eyder. Aquel hombre coqueto que le llevaba 15 años, un día le habló:

–Usted me gusta y la quiero para que sea mi compañera

La mujer apenada, sonrojada, pero también con ganas de juntarse con el hombre coqueto que a diario pasaba por su casa cerrándole el ojo, le dijo que sí.

Los trabajos de Pedro

Quien conoció a Pedro en sus años de juventud lo recuerda como conductor de buses expresos. Recorriendo los 270 kilómetros que hay entre Managua y Nueva Guinea se ganaba su propio dinero.

A los 22 años quiso independizarse de su padrino, así que el hombre le ofreció un regalo: “¿Un camión o una finca?”. Pedro escogió la finca y le compró una en La Fonseca.

Empezó a trabajar la tierra y ahí en La Fonseca conoció a Francisca Ramírez con quien, años más tarde y junto a otros líderes de la zona, fundaría el Movimiento Campesino.

Pedro ha dedicado la mayor parte de su vida a la ganadería y agricultura. Le encanta montar a caballo y es conocido como un gran montador de toros. En Juigalpa, acabó con la fama de una bestia indomable conocido como “Chompipe”.

Pedro Mena durante una manifestación del Movimiento Campesino en La Fonseca. LA PRENSA/Roberto Fonseca

Nunca ostentó un cargo público, pero trabajó con la alcaldía de Nueva Guinea para hacer los caminos y conectar las comunidades. Como no había presupuesto para ello en la municipalidad, hacían recolecta entre los campesinos, contrataban la maquinaria y se abrían espacio por el monte. Pedro fue uno de los que trabajó haciendo los caminos hacia las comunidades Santa Lucía y La Unión.

Un amigo de Pedro que prefiere omitir su nombre por temor a represalias, lo describe como un hombre honesto, trabajador y de bien andar. Dice que jamás le conoció un vicio. Su esposa dice que su único vicio es la gaseosa.

Se despierta a las cuatro de la mañana y se duerme tarde. “Son 11 de la noche y ahí está con los amigos platicando”, dice su esposa. Pedro tiene dos hijas de crianza con las que vive, de 15 y 21 años, y un nieto de cuatro años. La primera vez que estuvo detenido y el rostro de Pedro aparecía en el televisor, el niño se soltaba en llanto.

Eyder no conoce a todos los hijos de Pedro, solamente a dos. Pedro Joaquín que es más apegado a su padre y Kelner, que partió hacia Estados Unidos y actualmente está solicitando refugio.

Pedro también fue boxeador en los años 80. “Era bueno a los vergazos”, cuenta el amigo de su infancia. Su esposa Eyder coincide. Dice que Pedro alardea de haber ganado casi 100 peleas de las 105 que tuvo.

El campeón nacional de aquel entonces, Gustavo Cruz Herrera, terminó su carrera en el boxeo aficionado con un récord de 132 victorias y 10 derrotas, una de esas caídas fue por decisión dividida contra el campesino.

Pedro hizo su Servicio Militar obligatorio, pero su esposa y su amigo coinciden en que él no habla mucho al respecto y aparentemente fue una etapa de su vida que lo golpeó por la crudeza de la guerra.

Pedro Mena siendo proclamado vencedor en una pelea. LA PRENSA/CORTESÍA

Pedro y el gobierno de Ortega

En junio de 2013 la Asamblea Nacional controlada por Daniel Ortega aprobó la Ley 840, que expropiaría de sus tierras a miles de campesinos de la Costa Caribe Sur y del centro del país, y le serían otorgadas al chino Wang Jing para la construcción de un canal interoceánico. Pedro Mena es uno de los afectados.

Junto a su vecina Francisca Ramírez, los campesinos Medardo Mairena, Nemesio Mejía y otros afectados fundaron el Movimiento Campesino. Su esposa cuenta que ella estuvo de acuerdo con que Pedro se integrara a la lucha campesina, pero jamás se imaginó las consecuencias que eso tendría.

La misma Eyder estuvo detenida junto a Pedro una tarde de junio de 2016. El “delito” fue que un grupo de extranjeros que impartía un curso a campesinos para crear hornos que usen poca leña, se hospedaban en su casa. Un día antes, la casa había sido allanada por la policía.

Durante el taller, un joven resultó con quemaduras leves y alguien llamó a la Policía y hubo una redada donde resultaron detenidos Pedro, su esposa Eyder, doña Francisca Ramírez y su esposo Migdonio López, además de los extranjeros. Fueron puestos en libertad por la noche.

Pero a Pedro ya lo traían vigilado desde tiempo atrás, desde que el Movimiento Campesino organizaba marchas exigiendo la derogación de la ley canalera. Fueron más de 100 marchas anticanal. En 2015, fue investigado junto a Nemesio Mejía por ser supuestos autores del asesinato de cinco policías en Punta Gorda.

Pedro Mena junto a los campesinos Medardo Mairena y Freddy Navas después de haber sido excarcelados la primera vez en 2019. Hoy, los tres están detenidos nuevamente. LA PRENSA/Jader Flores

Pedro es respetado entre los campesinos. Su esposa cuenta que la primera vez que fue reo político en 2018, un paramilitar anduvo instando a los pobladores de La Fonseca a que se fueran a tomar su finca, pero nadie quiso. Incluso anduvo en comunidades aledañas como la Unión y El Paraíso, y nadie lo siguió.

En esa ocasión, Pedro era preso político y había sido sentenciado a 210 años de cárcel y el paramilitar decía que “se iba a morir en la cárcel, y que la finca la iban a ocupar”. A ese mismo hombre, llamado Óscar Castro, Pedro le ayudó una noche.

Acababa de llegar de trabajar y mientras cenaba a las diez de la noche, a Pedro lo llegó a buscar Castro para que le hiciera el favor de llevarle a su esposa enferma a un hospital en Nueva Guinea porque nadie le quería ayudar. Pedro dejó de comer, se puso una camisa y llevó al hombre con su esposa en su camioneta. Un viaje de dos horas.

Pero el respeto que le tienen en su comunidad, no impidió que la Policía lo apresara otra vez a como sucedió el pasado cinco de julio, a las ocho de la noche. Desde una ventana Pedro vio una patrulla que se acercaba. Se imaginó que llegaban por él. Su esposa le estaba abriendo el portón de atrás para que huyera por el monte y cuando se estaba montando en un caballo llamaron a la puerta:

— Vengo a buscar a Pedro Mena – dijo un policía

–¿De parte de quién? – respondió Eyder

–Dígale que del comisionado

“A mí me dio miedo que si lo miraban huyendo, le dispararan”, dice su esposa, así que ya no lo dejó irse. El “comisionado” no le dijo su nombre, pero lo recuerda como un hombre chele, de estatura media, delgado y de unos 60 años.

Su hija de quince años suplicaba que no se lo llevaran mientras lo abrazaba, pero Pedro sabía que no había remedio. Se quitó el fajón y su machete, abordó la patrulla y escuchó las últimas palabras de su esposa a la que le coqueteaba hace 11 años: “Amor, te queremos, ¿oíste? Nosotros siempre vamos a estar para vos”.

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