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La doctrina socialista china de la represión

China no se destaca solo por su pujanza y expansión económica internacional, sino también porque es la mayor potencia represiva y violadora de derechos humanos en el mundo.

Al comenzar este año y hacer el balance del 2021, Human Right Watch destacó en su informe anual que “China vive la peor represión de los derechos humanos desde Tiananmen.”

Al decir Tiananmen, se refiere a los sangrientos acontecimientos ocurridos en junio de 1989 en la plaza central de Pekín, cuando unas masivas protestas democráticas estudiantiles fueron aplastadas con tanques y descargas de ametralladoras. Las autoridades comunistas de China nunca informaron cuántas personas murieron por aquella desmesurada represión, pero diplomáticos y periodistas extranjeros que observaron la masacre calcularon que los muertos fueron entre 200 y 2,000.

“Desde que Xi Jinping llegó al poder, todo ha ido a peor”, dijo un monje tibetano citado en el informe de Human Right Watch.  Y añadió que el régimen de Pekín “está siendo extremadamente duro contra todo aquel que no sea leal a la política del Partido Comunista Chino”.

En China no hay prensa independiente. No existe libertad de organización política, sindical ni social. No hay elecciones libres y el régimen político es de partido único. El espionaje  se realiza incluso dentro de las familias. Tampoco hay Estado de derecho ni justicia independiente. Si cabe alguna comparación, China en materia de represión y violaciones a los derechos humanos solo es igual a Corea del Norte, inclusive podría ser peor.

El régimen de China no respeta los tratados internacionales de derechos humanos y de gobernanza democrática. Se escuda en que es un Estado soberano que ejerce su derecho a la autodeterminación política. Pero más que todo, el régimen comunista chino sostiene su impunidad en su gran poderío económico y los grandes negocios que hacen los empresarios y gobiernos de los países democráticos con China.

La represión totalitaria está tan arraigada e institucionalizada en China que hasta tiene una doctrina sobre ella. Se basa en el supuesto de que así como la dirección del sistema económico socialista depende de la planificación, la cultura nacional china depende de un compromiso de la gente con una colectividad moralmente consciente.

El economista estadounidense Robert Heilbroner escribió al respecto en la revista de izquierda democrática Dissent, en un artículo titulado ¿Qué es el socialismo?, que según la doctrina socialista china: “Las fábricas, tiendas y haciendas deben ser coordinadas… y esta coordinación debe implicar la obediencia a un plan central… Los derechos de los individuos a sus libertades están directamente opuestos al compromiso social básico con un objetivo moral y colectivo adoptado deliberadamente… cada voz disidente constituye una amenaza similar a aquella constituida bajo una democracia por aquellos que predican la antidemocracia”. 

De manera que en China no hay espacio para la oposición, ni siquiera para la disidencia pasiva. Y quienes se atreven a desafiar las reglas de esta doctrina socialista, irremediablemente van a la cárcel o al exilio.

Editorial China Human Right Watch
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