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Darwin Eliot Sandoval tiene 40 años. Es cronista deportivo y paciente con insuficiencia renal crónica desde hace 15 años. Óscar Navarrete/LA PRENSA

Darwin Sandoval, el cronista con insuficiencia renal que construye su propia base de datos del futbol nacional

Desde muy joven empezó a construir su base de datos, y aunque la enfermedad le arrebata la vida, él no deja que lo aparte por completo ni de su familia, ni de su pasión: los deportes.

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Darwin se considera un adulto joven. A sus 41 años, su esencia es la de una persona jovial, alegre, respetuoso y atento. Sus lunes, miércoles y viernes empiezan temprano, a las dos y media de la mañana, en el barrio El Ayapal, en Chinandega.

A las siete, tiene que estar en el hospital Salud Integral de Managua para someterse a una sesión de diálisis que lo ha mantenido con vida los últimos cinco años, pero también lo han apartado de casi todo lo que le apasiona. El fútbol, la crónica deportiva, el ejercicio físico.

Darwin Eliot Sandoval Osorio nació el 18 de junio de 1980 y desde muy chico jugaba futbol y baloncesto. Se crio con su madre, su padrastro y su hermano menor. Estudió su primaria en un colegio que le han cambiado el nombre “como 35 veces”, recuerda Darwin. En aquel tiempo, esa escuela se llamaba San Agustín y ahora se llama Montealegre Infante.

Salió de secundaria a los 16 años y desde entonces ya formaba parte de equipos municipales de futbol y baloncesto.

Cuando jugaba futbol, su posición solía ser la de defensa central, y a veces un poco más adelante como recuperador. “Lo que hoy en día conocemos como los (Sergio) Busquets o los Casimiro”, dice.

En la cancha de baloncesto ocupaba una posición similar. Era el armador. Darwin comenta que ocupaba estas posiciones porque le gustaba generar juego, sobre todo a la ofensiva, aunque no fuese él quien terminara haciendo los goles o las canastas.

Desde los 15 años, Darwin jugaba con equipos de fútbol y baloncesto, y desde ese momento supo que quería dedicar su vida a algo relacionado al deporte, pero “siempre quise jugar tantas cosas que nunca me concentré en un solo deporte”, lamenta.

El primero abajo de derecha a izquierda es Darwin Sandoval cuando jugaba futbol en su juventud. CORTESÍA

Para aquellos años, finales de los noventa, su familia tenía dificultades económicas y no podía costearle la carrera de Ingeniería en Sistemas a Darwin, que era lo que él quería estudiar. Para ayudar a su familia, el joven consiguió un trabajo en una bodega del Ministerio de Educación (MINED), y tuvo que dejar de jugar un tiempo.

Darwin comenta que siempre fue mejor jugando baloncesto que jugando futbol. Tanto así que la Universidad de Managua (UDM), le otorgó una beca deportiva para que estudiara, pero el joven no aceptó la beca. Explica que, si se iba a la universidad, tenía que dejar de trabajar, lo cual significaba dejar a su familia sin esa ayuda económica.

Tenía 19 años y mientras trabajaba pudo empezar a estudiar Ingeniería en Sistemas, pero solo hizo dos años. “Me decepcioné de la carrera”, cuenta, y como en su trabajo le estaba yendo bien, prefirió seguir trabajando. Era un joven “ganando un bonito salario”, recuerda.

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En etapa 1

Desde muy chico, Darwin se dedicó a crear una base de datos del futbol. Con fechas, nombres, cantidad de goles, minutos y demás detalles. Era solo un pasatiempo. Siempre que tenía tiempo libre, se dedicaba a ello y hoy se jacta de tener una base de datos bastante completa del futbol nicaragüense.

Después de trabajar en el MINED, el padrastro de Darwin le ayudó a que sacara una carrera técnica en Contabilidad, la cual concluyó y empezó a trabajar para conocidos y gente de Chinandega que necesitaba a alguien que les llevara su contabilidad.

Así empezó a trabajar con una señora que tenía varios negocios. Una tarde, como cualquier otra, Darwin estaba contando un fajo de billetes y el administrador que se encontraba con él, lo escuchó hablando “incoherencias” y lo notó enfermó, así que le dijo que se fuera a su casa a descansar.

En el camino, Darwin se encontró a su pareja con su hija recién nacida. Ella lo notó pálido y desorientado. Al llegar a la casa, le pidieron a un médico amigo de la familia que valorara a Darwin y concluyó que tenía la presión bastante alta. Le dio unos medicamentos y pasó bien la noche.

Al amanecer, se empezó a sentir mal nuevamente. No fue a trabajar y se fue a pasar consulta a una clínica. Estuvo internado una semana. Al salir de la clínica, Darwin dice que no tenía un diagnóstico seguro de qué era lo que lo estaba afectando y mientras trataba de averiguar qué pasaba con su salud, recibió una llamada de un amigo que trabajaba en el Ministerio de Trabajo (MTRAB).

“Aquí tenés una demanda por abandono laboral”, le dijo a Darwin. La señora para la cual trabajaba Darwin como contador era la denunciante. Él contrademandó, pues, cuenta que la señora no le quiso firmar los subsidios a pesar de que él se los hacía llegar. Llegaron a un arreglo y a Darwin le pagaron su liquidación.

Todo ese tiempo, la salud de Darwin seguía empeorando, así que, con el dinero de su liquidación, Darwin se atendió con tres diferentes médicos privados y el diagnóstico de los tres fue unánime: “Usted es un paciente con insuficiencia renal en etapa 1”. Tenía 25 años.

Solamente futbol

Desde que a Darwin lo diagnosticaron con insuficiencia renal crónica (IRC), su vida ya no fue la misma. Le costó conseguir trabajo. Cuando llevaba su constancia médica a los empleadores, salía reflejado que tenía IRC e inmediatamente lo rechazaban. “Creían que yo quería que me mantuvieran la enfermedad”, cuenta.

Pasó casi dos años desempleado, comprando sus medicamentos con lo que le iba sobrando de su liquidación hasta que se terminó. Todo ese tiempo, Darwin también se informó de todo lo relacionado al IRC. Desde cuidados, dieta, hasta medicamentos, tratamientos y la evolución de la enfermedad.

A pesar de todo, Darwin nunca dejó su pasión por el futbol y los datos. Siempre continuó alimentando su base de datos y a veces participaba en los debates que hacían los cronistas deportivos en las estaciones radiales de Chinandega.

Un día, el cronista Carlos Sandoval, lo invitó a locutar con él en una radio de Chinandega. “Mi primer día fue un desastre. No podía hablar en micrófonos, no tenía la desenvoltura. Fue un desastre”, rememora con gracia.

Darwin aclara que entre Carlos Sandoval y él no había parentesco familiar a pesar de la coincidencia de sus apellidos, sin embargo, hubo mucha amistad y mucho apoyo para que Darwin fuera mejorando en la crónica deportiva.

Al joven le encantaba comentar en partidos de la liga española, hacer análisis de jugadas y lo que pasaba en los banquillos de los equipos. “Me fui haciendo nombre”, comenta, y de repente, otros cronistas de Chinandega y León lo invitaban para que comentara con ellos y participara en los debates.

Darwin iba gustoso, encantado. Le empezó a gustar la crónica deportiva y sentía que empezaba a hacerse camino en ella, pero continuaba desempleado. Aunque él llegaba a las radios y programas de televisión, “yo no tenía ninguna remuneración. No tenía pagos ni nada”, comenta.

Un día recibió la llamada del director de Radio Stereo Azul, don José Hernández y le ofreció la conducción de un programa radial dedicado solamente al futbol, y lo más importante, un salario. Darwin aceptó.

Su programa se llamaba Solamente Fútbol. Según Darwin, era el único programa que hablaba de futbol en Chinandega y León. Duraba una hora de lunes a viernes de una a dos de la tarde. A veces empezaba a las tres o a las cuatro, porque cuando había juegos de béisbol se ocupaba su hora.

El primero a la derecha es Darwin en la cabina de radio durante el programa Solamente Futbol. Estuvo cuatro años conduciendo el programa. CORTESÍA

Aquellos años eran cuando en Nicaragua se sentía más que nunca la rivalidad entre los equipos españoles Barcelona y Real Madrid. Cuando Darwin iba por la calle, le gritaban “vos hijo de puta barcelonista”, o sino “vos madridista no sé qué cosa”, recuerda con humor.

El programa tuvo vida unos cuatro años, y luego Darwin empezó a trabajar como encargado de prensa del equipo de futbol de la Alcaldía de Chinandega. Viajaba con el equipo por todo el país.

Después hizo cursos de dirección técnica y la alcaldía lo contrató como técnico del equipo sub-17 y como asistente del equipo sub-19. Ahí empezó a dedicarse por completo a la dirección técnica.

Diálisis

El origen de su enfermedad no está claro para los médicos. Le han dicho que es porque desde siempre ha sido un paciente hipertenso y eso le dañó los riñones, pero se dio cuenta hasta que ya estaban muy dañados. También se cree que pudo haber sido hereditaria.

Lo cierto es que la IRC de Darwin continuaba desarrollándose mientras vivía su etapa de cronista y director técnico. En 2015, en un chequeo médico, un doctor le consultó que si quería ser parte de un programa de injerto de células madres en los riñones para pacientes con IRC. Darwin aceptó.

“Me hicieron una liposucción donde me sacaron grasa. La grasa la procesaron y la convirtieron en células madres y las células madres me las pusieron en los riñones”, explica Darwin. El objetivo era reducir el daño en los riñones por la IRC.

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“Lo que pasó más bien fue que las células madres parece que hicieron que la arteria del riñón se expandiera un poco más y el flujo sanguíneo fuera más fuerte. A los meses de la operación, mis glóbulos rojos subieron y la creatinina bajó. Yo me sentía muy bien”, recuerda Darwin.

Después de la operación, Darwin se sentía mucho mejor y empezó abusar. Dice que entrenaba con los futbolistas, hacía mucha actividad deportiva, a veces jugaba y se sentía muy bien.

Los efectos de forzar su cuerpo los empezó a sentir en marzo de 2017. En un chequeo médico, a Darwin le dijeron lo que desde hace tiempo sabía que iba a pasar: “Usted ya necesita diálisis”.

El primero a la derecha es Darwin. Esta foto fue tomada en una final que su equipo perdió ante el Real Estelí. CORTESÍA

Esperando

Se fue a Managua y con su seguro hizo la solicitud en la sede central del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) para que le aplicaran la diálisis. Le dijeron que le esperara una llamada con los detalles para iniciar con el proceso.

Mientras esperaba, Darwin empezó a ponerse grave. No podía comer porque todo lo vomitaba. Su cuerpo no estaba eliminando toxinas. “Yo parecía el increíble hulk de verde. Estaba contaminado de toxinas. Todo lo que comía u olía las vomitaba”, detalla

A veces no podía ponerse de pie. Se cansaba. “Llegué a pensar hasta en la muerte, que de esas ya no iba a salir” dice. Otras veces, le pedía a su madre que cuidara de su pequeña hija por si él fallecía.

Estando “más muerto que vivo”, cuenta, recibió la llamada del INSS el 10 de octubre de 2017. Le dijeron que se presentara al hospital Salud Integral a las siete de la mañana con su cédula y sus documentos para su diálisis el viernes 13 del mismo mes.

Los tres días que faltaban fueron la espera más larga para Darwin. Su hermano lo llevó a la parada de buses de Chinandega y con su mamá viajó a Managua. Salieron a las cuatro de la mañana y llegaron a las seis y media al mercado Israel Lewites. Ahí tomaron un taxi y Darwin llegó vomitando al hospital. Como llegó demasiado grave, lo dejaron hospitalizado.

En el hospital lo estabilizaron y un médico le advirtió que iba a sentir un pinchazo en el cuello para ponerle un catéter. Darwin recuerda que solo escuchó un sonido de algo rompiéndose y se desvaneció.

Dice que despertó en un cuarto oscuro, flotando, frente a una luz. Empezó a mover sus brazos y piernas como nadando buscando la luz y sintió que lo jalaban de los pies. “Solo me acordaba de mi hija, de mi mamá. Y de pronto llego a la luz”. Ahí sintió que el doctor lo estaba reanimando y ya le había puesto el catéter.

Lo estabilizaron otra vez. Le llevaron comida, pero no quería comer nada. Tenía meses sin comer porque todo lo vomitaba. Estaba ansioso y hasta que estuvo un poco más estable, le hicieron su primera diálisis que tardó poco más de tres horas.

Luego de su diálisis, le llevaron comida nuevamente. Se sentía cansado, pero mucho mejor. Le llevaron un café con leche, un jugo de naranja, una manzana y demás. Lo primero que probó fue el café y no lo vomitó. “Sentí que había vuelto a la vida. Luego de pasar tantos meses sin comer, sin beber, volvía probar una comida”, narra.

La nueva rutina

“Hay gente que pasan peores cosas”, dice Darwin. Se refiere a los pacientes que llegan para hacerse diálisis y les toca en el turno de las siete de la noche y salen a las diez y media. No tienen donde dormir.

Darwin comenta que estas personas duermen en las salas de espera o en los pasillos del hospital. Muchos son de Chinandega, Chichigalpa, mina El Limón y demás lugares de occidente.

A Darwin le toca en el turno de la mañana. Sale de Chinandega a las cuatro de la mañana los lunes, miércoles y viernes. Llega a las seis y media a Salud Integral para su sesión de diálisis que empieza a las siete de la mañana. Sale hasta las once de la mañana y dependiendo de cómo se encuentre, se devuelve a Chinandega o si no descansa antes de irse a tomar un bus a la terminal del Israel Lewites. Gasta unos 1200 córdobas semanales en viajar a Managua.

Ya lleva cinco años con diálisis. Al inicio era más activo e incluso entrenaba a un equipo de futbol de menores y también colaboraba con el programa radial “Futbol nica” aportando con números de su base de datos. Ahora ya no puede. A veces no puede ni caminar. Se mantiene en cama, se levanta para lo más mínimo y para viajar a hacerse su diálisis.

“Eso es lo más duro, viajar”, dice. Llega a eso de las dos o tres de la tarde a Chinandega. Se duerme y se despierta a las 8 de la noche y luego pasa despierto toda la noche porque se le altera el sueño. “Quiero hacer muchas cosas, pero mi cuerpo no me lo permite”, lamenta.

Darwin saliendo de su sesión de diálisis. Al finalizar cada sesión, debe viajar unas tres horas de regreso a Chinandega. Óscar Navarrete/LA PRENSA

Ni siquiera puede dar paseos con su familia o su hija de 12 años. Los días que no va a diálisis aprovecha para descansar y se va a la casa de su mamá para acompañarla. Hace un año, el hermano menor de Darwin falleció de cáncer. “Te podés imaginar lo que ha pasado mi madre”, comenta.

Su pareja es ingeniera en sistemas, pero está trabajando como recepcionista en una clínica de Chinandega. Sus amigos de Futbolnica, crearon una recolecta para que las personas que quieran ayudar económicamente a Darwin, puedan hacerlo.

A pesar de su enfermedad, Darwin continúa pendiente de los deportes. Día y noche pasa pendiente de los campeonatos nacionales e internacionales, y alimentando su base de datos. Sobre todo, la del futbol nicaragüense, que es la que más lo hace sentirse orgulloso.

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