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Comida para bebé en los supermercados nicaragüenses en los años ochenta. LA PRENSA/ ARCHIVO

La Nicaragua “soviética” de los años ochenta

Los carros Lada y los fusiles AK-47 estuvieron muy de moda en un tiempo en Nicaragua, cuando los soviéticos y los sandinistas iniciaron relaciones por intereses políticos. Entonces llegaron las comidas enlatadas, la azúcar negra y la papa, entre otros productos de no grata recordación. Así fue la influencia soviética en los ochenta

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“Cada vez que un nicaragüense se coma una tortilla, deberá pensar y agradecer a la URSS (antigua Unión Soviética) por esta nueva donación de 14 mil toneladas de maíz”, dijo en diciembre de 1983 uno de los miembros de la junta de gobierno de Nicaragua, Rafael Córdova Rivas a los periodistas que cubrían la llegada de ayuda soviética.

Antes de 1979, los nicaragüenses sabían muy poco de la Unión Soviética, porque la dinastía de los Somoza fue totalmente anticomunista y Nicaragua no tenía relaciones diplomáticas con los soviéticos o rusos. Pero, con el triunfo de los sandinistas, al país comenzaron a llegar productos de esa nación.

Principalmente se trataba de armamento, aunque también llegaron comida, juguetes, vehículos de motor, bicicletas, aparatos electrodomésticos, artículos escolares y de aseo personal. Los más recordados de esos productos podrían ser los enlatados, repletos de comida grasosa.

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Como no recordar también la papa rusa, a la que Aniceto Prieto (Otto de la Rocha) tuvo que hacerle una canción como comercial, instando a la gente a comerla porque nadie la quería.

Rafael Córdova Rivas (izquierda), miembro de la junta de gobierno, recibe una donación de trigo soviético en 1983. LA PRENSA/ CORTESÍA/ IHNCA

Al principio solo era cooperación ideológica lo que existía entre los dos países. Muy pronto, explica el ex mayor del ejército sandinista, Roberto Samcam, el Frente Sandinista dio muestras de que seguiría un modelo similar al soviético, el que también había copiado Cuba, en el que el partido estaba por encima de todo.

Sin embargo, producto de que las finanzas del Estado estaban enfocadas en la guerra, los supermercados del país se vieron desabastecidos y poco a poco se fueron llenando con muchos productos a los que el pueblo nicaragüense no estaba acostumbrado, la mayoría de ellos soviéticos.

Las armas

Como su papá había miembro de la Guardia Nacional, Enrique Munguía conocía algo de armas. Una vez en la rotonda de Bello Horizonte, a inicios de los años ochenta, vio en manos de un soldado del ejército sandinista un fusil que nunca había visto.

Se acercó para ver el arma y le preguntó al soldado cómo se llamaba. “AK-47”, recibió como respuesta.

Si en algo destacó la ayuda soviética a Nicaragua fue en el armamento, que hizo que los sandinistas llegaran a tener el ejército más grande y más sofisticado de toda Centroamérica.

Se trataba de fusiles, pero también de artillería antiaérea, vehículos blindados, camiones para transporte de tropas.

Entre ese armamento se puede recordar a los tanques T-55, tanques anfibios, PT-76, vehículos blindados tipo BTR-60 y BTR-152, lanzacohetes BM-21, cañones de diferentes calibres, entre otros, según recuerda en un libro Álvaro Taboada Terán.

Cañones BM-21 soviéticos, usados por el ejército sandinista. LA PRENSA/ CORTESÍA/ ARCHIVO PERSONAL DE ÓSCAR NAVARRETE

Los soviéticos también quisieron enviar aviones Mig-21 a los sandinistas, pero, explica Roberto Samcam, los Estados Unidos los vetaron y dijeron que si llegaba iban a invadir Nicaragua. Entonces los soviéticos mandaron helicópteros.

Otro armamento que fue polémico fueron unos cohetes tierra-aire, conocidos como los SAM-7. Todavía a inicios de los años 2000 había una discusión para que el ejército nicaragüense se deshiciera de los mismos.

Para 1990, cuando triunfó doña Violeta Barrios de Chamorro, algunos camiones que los soviéticos enviaron para el transporte de tropas, marca IFA, que son de fabricación alemana, fueron convertidos para el servicio de transporte urbano colectivo. Eran fuertes y los campesinos también los usaban para sacar la cosecha del campo.

La comida

“Me gusta la papa frita, también me gusta cocida…, me gusta el puré de papa…, y aquí te puedo enseñar con cuantas papas se hace un guiso, y el que no comió papa fue solo porque no quiso”, rezaba una canción que cantaba Otto de la Rocha en la voz de su personaje Aniceto Prieto, según recordó recientemente la comunicadora Claudia Neira en un artículo en Confidencial.

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Se trataba de la canción de un comercial que los sandinistas idearon para incitar a la población a que consumiera toda la papa que los soviéticos habían donado después de 1985.

Era tanta papa, y sabía tan diferente a la nicaragüense, que en las casas la papa rusa se pudría.

La economía nicaragüense estaba tan mal debido a la guerra que los sandinistas comenzaron a importar comida cubana y soviética. Así llegaron al país el azúcar negro, “cruda” le llamaban. Era un azúcar tan malo que los refrescos endulzados con ella se veían negros. “Esa azúcar negra parecía arena”, comenta el exjefe contra Luis Fley.

Juguetes soviéticos que llegaron a Nicaragua en los ochenta. LA PRENSA/ CORTESÍA/ IHNCA

La gente no quería al azúcar negro, a como tampoco quería a los “viterra”, unos frijoles rojos de un tamaño muy grande y que a la población le costaba consumir.

El académico Ernesto Medina recuerda que los viterra eran tan duros que se hacía un chiste diciendo que para saber cuándo ya estaban listos los viterra había que echar un clavo en la olla y cuando ese clavo estuviera suave era porque ya estaban cocidos los frijoles viterra.

El maíz y el trigo soviéticos era de los que más llegaba a Nicaragua, pero también existió abundancia de comida enlatada en la que venían sardinas, carde de cerdo, carne con verduras, arroz con pollo, sopas. Había hasta comida para bebés parecida a los Gerber, pero el sabor era muy distinto.

El problema era que traía mucha grasa, pues supuestamente era comida elaborada con manteca de ballena.

El exdiputado Agustín Jarquín Anaya señala que la comida proveniente de la Unión Soviética “no era muy apetecida”.

“Eran alimentos ajenos a nuestra idiosincrasia culinaria. El aceite tenía un fuerte olor a pescado, se decía que era de ballena. Los frijoles grandes, que les decían viterra, no suavizaban tan fácil y consumían mucha energía, ya fuera gas o leña”, rememora Jarquín Anaya.

El epidemiólogo Leonel Argüello, quien ya era médico en los años ochenta, rememora que en los hospitales se repartía la comida enlatada soviética y recuerda especialmente el pollo enlatado. “Muchos de estos alimentos tenían incorporado yodo, lo cual ayudó a disminuir la cantidad de gente que padecía de bocio, porque en ese tiempo no se yodaba la sal de consumo humano”, indica Argüello.

“Guardo recuerdos vagos de la comida grasienta”, expresó por su parte el exguerrillero Moisés Hassan.

Vehículos

Tras los camiones IFA también llegaron los carros militares UAZ y los civiles Lada. Algunos de estos vehículos todavía circulan en la Nicaragua actual. Tal vez contados con los dedos de las manos, pero ahí andan.

Acostumbrados a los vehículos norteamericanos y japoneses, los nicaragüenses pronto encontraron las grandes diferencias de calidad entre esos vehículos y los que llegaron procedentes de la Unión Soviética.

Muchos vehículos soviéticos eran para uso militar, pero en Nicaragua se adaptaban para la vida civil. LA PRENSA/ CORTESÍA/ IHNCA

A esos vehículos, como los Lada que en vez de aire acondicionado traían sistema de calefacción, se les tuvo que adaptar a las condiciones de Nicaragua.

También llegaron los Robur, microbuses que los sandinistas utilizaron en el transporte urbano colectivo.

A mediados de los años ochenta, los nicaragüenses aprendieron a usar unas bicicletas grandes, pesadas, de color verde, que traían el manubrio volteado y que eran marca Ucrania.

Productos varios

Para no tener los estantes vacíos en los supermercados, los sandinistas comenzaron a llenarlos con productos soviéticos. La mayoría era producto poco útil, como platos y vasos rústicos.

Enrique Munguía llegó un día al supermercado de Bello Horizonte y se encontró con unas chancletas soviéticas muy rústicas.

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“Recuerdo bien esas chancletas, pero lo que más me impresionó fue la pasta de dientes. Era absurda. Parecía un tubo de grasa para carros y lo peor es que no hacía espuma. Le quedaba a uno el residuo de esa pasta en los labios. Era pegajosa, súper asquerosa”, indica Munguía.

Artículos escolares soviéticos que llegaban como donación, LA PRENSA/ CORTESÍA/ IHNCA

“La pasta dental soviética no hacía espuma, era solo bicarbonato”, recuerda Luis Fley.

Un dolor de cabeza para las amas de casa era el jabón para lavar que venía de la Unión Soviética, pues tenía mucha grasa cruda.

Agustín Jarquín Anaya señala que los juguetes eran rústicos y muy poco variados.

Los equipos domésticos, industriales y la maquinaria agrícola estaban fabricados con tecnología atrasada. “Eran menos productivos y con bajo rendimiento. Eso sí, eran bastante robustos”, manifiesta el también excontralor de la República.

Ayuda politizada

Uno de los aportes que más se le reconoce a la Unión Soviética en los años ochenta es el envío de estudiantes nicaragüense a ese país y otros comunistas. Sin embargo, aun así, se trataba de enviar solo a aquellos jóvenes que eran afines al sandinismo, recuerda el académico Ernesto Medina.

La mayoría de esos jóvenes estudiaron carreras que después no les servían en Nicaragua, a su regreso.

Medina rememora el caso de los estudiantes de veterinaria, quienes regresaron y muy poco sabían sobre los animales nicaragüenses. Se les hacía chiste de que eran expertos en osos rusos.

En el área que más dificultades tenían esos estudiantes era en el español, con muy mala ortografía y redacción.

Motos soviéticas y carros Lada. LA PRENSA/ CORTESÍA/ IHNCA

Para Medina, el aporte soviético a Nicaragua en los años ochenta fue más en la guerra, porque no se puede decir que hayan aportado al desarrollo del país.

“La Unión Soviética solo quería competir con Estados Unidos”, señala Medina, y en ese afán se acercó a Nicaragua, pero la mayor cooperación fue en lo ideológico.

Álvaro Taboada Terán explica que fue hasta 1980 cuando los soviéticos iniciaron relaciones con los sandinistas y encontraron en ellos “una oportunidad política y una potencial ganancia estratégica” en Centroamérica y el Caribe.

Cuando a finales de los años ochenta la Unión Soviética estaba derrumbándose, y ya no pudieron seguir apoyando a los sandinistas, estos también cayeron.

Los soviéticos se fueron sin haber logrado algo en Nicaragua, afirma Ernesto Medina.

De los soviéticos solo han quedado en Nicaragua algunos carros Lada, algunos camiones IFA, que, aunque de fabricación alemana, fueron enviados por los soviéticos, algunos microbuses Robur y poco más que eso.

Todavía circulan algunos camiones IFA en Nicaragua. LA PRENSA/ CORTESÍA/ ARCHIVO PERSONAL DE ÓSCAR NAVARRETE

La Prensa Domingo Nicaragua Unión Soviética

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