No soy Residente ni tampoco usted J Balvin. Así como ustedes estamparon en el uniforme del Team Chocolatito: Hay niveles. Estoy acostumbrado a recibir críticas tanto destructivas como constructivas y siempre he estado abierto a tomar lo bueno y desechar lo malo. Desde mi trinchera como es la sección de deportes del diario LA PRENSA y DOBLE PLAY he tenido la suerte de contar con jefes que confían en sus trabajadores y sus capacidades, a tal punto que a pesar del ímpetu de mi juventud, me nombraron editor con 25 años de edad, sabiendo el maratón que es la vida periodística llena de altibajos y de aprendizajes constantes, pero a veces la vida te pone salvavidas en el camino que te aconsejan y te cortan el camino como ha sido en mi caso: aprender de Edgard Rodríguez y Edgar Tijerino.
En la escena teatral llena de insolencia vivida la noche del sábado tras la conferencia de prensa post pelea de Román González y Julio César “Rey” Martínez usted me calificó de muchas cosas que no vale la pena repetirlas, pero que en el fondo sabe que no son ciertas. A pesar que es una persona complicada en el manejo de las relaciones, lo considero un tipo inteligente y muy capaz: supo entrar en el camino de Chocolatito y “arrebatárselo” a su antiguo apoderado, construir un equipo alrededor de él y profesionalizar su entrenamiento, reclinarse en Teiken Promotion y aprender, ganarse la confianza del pugilista y seguir el camino predestinado para él: el éxito en los Estados Unidos en donde ha ganado millones de dólares con bolsas cada vez aumentando como ningún otro peleador lo había hecho en la historia.
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No obstante, no se puede controlar todo. En mi temporada por diario MARCA aprendí de la tenacidad de grandes periodistas como Orfeo Suárez (editor de El Mundo), José María Rodríguez (redactor en jefe de MARCA) y con ver de Juan Ignacio Gallardo (director de MARCA), quien en un momento de transición difícil del periódico más leído de España supo sortear diferentes frentes para lograr la estabilidad. En LA PRENSA, en la sección de deportes, jamás me han ordenado qué debo y cómo debo enfocar la narrativa hacia un deportista, han confiado en el criterio de sus redactores, por eso es que tratamos de apegarnos a la utópica objetividad para que sigan creyendo en nosotros. En el caso específico de Román González contamos lo que pasa y dejamos que los lectores hagan sus valoraciones, pero cuando toca hacer análisis, el criterio del redactor pesa. Cuando Román perdió la primera pelea con Rungvisai dijimos que fue un robo, cuando perdió la segunda con el Gallo publicamos que era otro robo porque me han enseñado que el periodismo es la búsqueda de la verdad y en medio de la tensión política contábamos lo que veíamos, gustara o no. Yo soy un periodista, que se moja en el terreno, que se sacrifica por dar coberturas internacionales como todos los demás y que trata de transmitir lo que cree que es correcto, no soy un relacionista público.
Pero escribo esta carta abierta, esperando que la lea y reflexione. Que no sea una discusión vacía ni llena de improperios que solamente alimentan el morbo, sino de argumentos que nos hagan reflexionar. Por eso en el video que se sobre limita hacia mi persona e interrumpe la entrevista con Marcos Caballero dejé que usted hablara, que diera su espectáculo y que las personas hicieran de jurado.
Cierro con esta pregunta: ¿Cómo le gustaría ser recordado? ¿Cómo la persona que, a pesar de él, Chocolatito marcó una época o cómo el apoderado que, gracias a él, ayudó a la consagración profesional de la máxima estrella de los pesos pequeños del mundo?