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Herman Mullins tiene 57 años. Se encuentra retirado del baloncesto, pero quienes lo vieron jugar, todavía recuerdan la calidad de pívot que era en la selección nacional de Nicaragua. CORTESÍA

Herman Mullins, la estrella del baloncesto nicaragüense que se retiró muy joven

En los ochenta y noventa era el imbatible pívot de la selección nacional de baloncesto y de los equipos en los que militó. Quienes lo conocieron y jugaron con él, lo recuerdan como un deportista duro, pero con un alma noble.

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Sus amigos y conocidos lo describen como una persona sencilla, respetuosa y humilde. Con un gran sentido del humor, carisma y muy entregado a sus hijos, quienes hoy juegan baloncesto como él lo hizo durante su juventud.

Herman Mullins nació el 14 de abril de 1964 en Puerto Cabezas. Es el menor de cinco hermanos. Su padre, don William Mullins, era capitán de un barco carguero, así que cambiaban constantemente de domicilio. Cuando tenía ocho años, su familia se mudó permanentemente a Bluefields.

Desde pequeño, Herman era bastante alto. Había heredado el tamaño de sus padres, quienes también jugaron baloncesto en su juventud y tenían gran estatura.

Su madre se llamaba Alicia Steakhousen, de padre alemán, de quien Herman cuenta que “cuando se dieron cuenta que se casó con una negra, lo desheredaron en Alemania y ahí se quedó en Puerto Cabezas”, relata.

Hoy, Herman Mullins está retirado. Dedicado a su profesión como maestro de educación física y atento a la carrera de sus hijos de 17 y 15 años que tienen mucho futuro en el baloncesto y que ya están jugando a un alto nivel, como alguna vez su padre jugó.

Herman Mullins haciendo una anotación contra Panamá mientras jugaba con la selección de Nicaragua. CORTESÍA

Primero fue el beisbol

Antes de jugar baloncesto, Herman jugaba beisbol. Le gustaba la posición de cátcher porque era de las más activas, cuenta. A veces jugaba en primera base cuando llegaba un mejor cátcher que él. Tenía unos nueve años y jugaba en ligas menores de Bluefields.

A su vez, Herman también jugaba baloncesto, pero no le interesaba tanto como el beisbol hasta que un día de 1981 llegó un entrenador cubano llamado Jacinto Díaz y lo vio jugando baloncesto.

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Díaz aconsejó a Herman para que se dedicara al baloncesto y dejara el beisbol. “Beisbolistas hay montones, pero por el tamaño tuyo te recomiendo que te dediqués al baloncesto”, le dijo el cubano.

Herman le hizo caso y poco a poco le fue agarrando mayor gusto al baloncesto. Según dice, “el baloncesto es más activo. Siempre estás en movimiento”, y eso fue lo que lo hizo decidirse.

En Bluefields, Herman estudiaba en un colegio moravo donde empezó a jugar beisbol y luego se cambió al equipo de baloncesto. El colegio ganó un campeonato departamental en 1980, y el año siguiente fueron a jugar a Managua un torneo nacional representando a Bluefields.

Herman tenía 15 años y su presencia en el campo llamaba la atención por su altura y su habilidad con el balón, además de su destreza para defender y ocupar la posición de pívot. Ese campeonato nacional lo ganó Bluefields.

Para el año siguiente, Herman jugó por primera vez en el torneo de baloncesto Carlos Ulloa in Memorian y no dejó de jugar hasta que se retiró. Para 1982, la Federación de Baloncesto de Nicaragua, organizó una selección nacional juvenil y Herman fue convocado, pero él vivía en Bluefields y la selección necesitaba que estuviera en Managua.

Un delegado de la Federación fue hasta Bluefields para hablar con los padres de Herman y que les diera el permiso de llevarse al menor de sus hijos a vivir a Managua, bajo la promesa que le garantizarían estudio, estadía y alimentación. La familia de Herman aceptó.

Sus padres siempre lo apoyaron. Solamente le exigían que saliera bien en clases. “Después del colegio me ponía a hacer tarea, si no, no me dejaban ir a jugar”, relata Herman. Además, el colegio moravo no le permitía jugar si tenía notas bajas.

El joven Herman llegó a Managua a sus 17 años. Estaba cursando su tercer año de secundaria en el colegio moravo, pero llegó a terminarla al Instituto Maestro Gabriel y posteriormente en el colegio Experimental México, en Bello Horizonte, donde se bachilleró.

Los Mullins

La historia de Herman Mullins no puede contarse sin su hermano William Mullins, mejor conocido como “Bill”. Los dos eran los hijos menores de la familia, pero desde muy pequeños jugaban baloncesto. Herman como pívot y Bill como alero.

Por separado, ambos llegaron a ser grandes jugadores de baloncesto, pero cuando estaban juntos eran una dupla temible, recuerda Wesley Saveryn, un excompañero de equipo de los hermanos.

En esto coincide Luis Núñez Salmerón, otro exjugador de baloncesto de aquella época que define a Los Mullins como una de las mejores duplas que ha habido en el baloncesto nacional.

Herman es el primero de izquierda a derecha y su hermano Bill es el sexto, cuando jugaban para el equipo Bóer. CORTESÍA

“Nos decían Batman y Robín por la combinación de los dos. En ese tiempo estaba de moda esa serie y era la pareja completa”, relata Herman.

Los Mullins, además de ser hermanos, eran grandes amigos. Jugaron en el equipo representando a la Costa Caribe y también jugaron en la selección nacional.

Herman comenta que se sentía increíble jugar con su hermano, además de ser parte de la quinteta inicial que abría los partidos. Eran muy apegados el uno al otro, y en los hoteles, los entrenadores siempre los ubicaban juntos en un cuarto. Nunca separados.

En el caso de Herman, la primera vez que fue llamado a la selección nacional mayor de baloncesto fue en 1983. Tenía 18 años y fue a entrenar a Cuba con la selección mayor, pero aún pertenecía a la juvenil. Eran entrenamientos de prueba para foguear a los jóvenes.

Cuando volvió de Cuba, Herman pasó a ser el pívot de la selección mayor. La posición de pívot es en quien normalmente recae la responsabilidad de tomar los rebotes, bloquear a los rivales, evitar canastas y administrar pases. Por eso le gustaba a Herman y como casi siempre era el más alto de su equipo, las cosas se le facilitaban.

Luis Núñez recuerda de manera muy especial un partido que jugó contra Herman a finales de los ochenta. En aquel entonces, Núñez era el mayor encestador del baloncesto nicaragüense y tenía un promedio de 27 puntos por partido, pero en el que jugó esa vez contra Herman hizo menos de 10.

“Herman me paró todo. Desbarataba la ofensiva”, recuerda Núñez. Pero no era solamente su habilidad para quitar el balón, si no que su presencia en la cancha “era intimidante. Era difícil quitarle un balón a Herman”, cuenta Wesley Saveryn.

Jugando por el mundo

“Lo mejor que me ha pasado en la vida es representar a mi país y oír el himno nacional”, dice Herman, quien en los años ochenta y noventa era uno de los principales referentes de la selección nacional de baloncesto.

Wesley Saveryn relata que en realidad Herman era como la estrella del momento. Bastante popular y cuando jugaban en el extranjero, por los primeros que preguntaban eran por Paul Argüello y por Herman Mullins.

Herman representó a Nicaragua en toda Centroamérica. Fue varias veces a Cuba, República Dominicana y a México. Pero el viaje más increíble, fue al mundial de baloncesto en China. “Vos sabés lo que es darle la vuelta al mundo. Ver el mundo diferente”, recuerda Herman.

En ese mundial en China, el equipo nicaragüense jugó contra Alemania, Corea y contra el equipo de la Unión Soviética, al cual ya conocían por los torneos Carlos Ulloa in Memorian que se hacían en Managua.

Herman cuenta que siempre hablaba con los jugadores de otros países y muchos se asustaban de verlo por su aspecto físico, porque hablaba muy bien el inglés y porque no le creían que era nicaragüense. Él les explicaba un poco de historia. Que el Pacífico nicaragüense fue colonizado por los españoles, y la Costa Caribe por los ingleses.

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Los mismo sucedía con los jugadores de Estados Unidos porque la única referencia que tenían de atletas nicaragüenses era Dennis Martínez.

En otra ocasión, en Honduras, hasta se especuló si de verdad era nicaragüense. “A los morenos nos decían que éramos cubanos y a los blancos como Paul Argüello, decían que eran rusos”, rememora.

Con la selección de Nicaragua, Herman no ganó trofeos, pero sí se dio a conocer como un equipo competitivo en la región. Recuerda particularmente unos Juegos Centroamericanos en los que participaron en Honduras.

Estaban jugando semifinales contra los locales. Costa Rica ya había clasificado a la final y esperaba al ganador de ese partido. Herman cuenta que en el último cuarto iban ganando por 23 puntos arriba, pero los hondureños les remontaron en el último momento.

Nicaragua era el rival a vencer en ese torneo, pero tuvo que conformarse con el tercer lugar.  “Y los ticos alegres cuando nos ganaron los hondureños porque ellos estaban preocupados porque en la final les hubiésemos ganado”, comenta Herman.

En los años ochenta, Nicaragua era una de las mejores selecciones de baloncesto en la región. CORTESÍA

Fuera de las canchas

Quienes lo conocieron fuera de la cancha, cuentan que era una persona muy noble, sencilla y humilde. “La primera persona que me regaló un par de zapatos para jugar baloncesto fue Herman Mullins”, dice Savery, quien creció jugando con Herman en Bluefields. Los dos empezaron jugando béisbol, pero luego se quedaron en el baloncesto.

Núñez también compartió con él fuera de las canchas. Lo describe como una persona respetuosa, con un gran sentido del humor y bastante tranquilo.

El último equipo en el que jugó Herman Mullins fue en Tiburones Bancentro en 1998. Para aquel entonces, iba a jugar mucho tiempo a la Universidad Americana (UAM), y ahí conoció a la madre de sus dos hijos.

Actualmente la pareja está separada, pero según Herman mantienen una buena comunicación.

En aquella época, Herman empezó a sufrir problemas con sus rodillas. Después de cada juego se le inflamaban y dolían. Sentía que ya no le daban para más.  “Me acordé de las palabras de Michael Jordan que antes que dar lástima, es mejor retirarse”, así que tomó la decisión de dejar las canchas.

Todavía jugó un par de años en maxi baloncesto, una variación del deporte para atletas veteranos, pero el mismo problema de sus rodillas no le permitió seguir jugando.

En su juventud, Herman había salido de secundaria a mediados de los ochenta con un promedio de 84, lo cual fue suficiente para entrar a estudiar Ingeniería Civil en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Intentaba estudiar mientras seguía jugando baloncesto, lo cual le consumía tiempo y tuvo que desertar de la carrera.

Luego intentó estudiar sociología en la Universidad Centroamericana (UCA), pero al segundo año también desertó. Después quiso ser piloto, pero en Nicaragua no se enseñaba a volar a pilotos comerciales, solamente a pilotos de combate.

Con un conocido que tenía en el Ejército vio si podría entrar a la Fuerza Aérea para aprender aviación, pero tras unos exámenes médicos se dio cuenta que tenía problemas de vista y que estaba empezando el problema con sus rodillas. Tenía unos 25 años.

En la Fuerza Aérea le dijeron que en el futuro iba a tener problemas para volar por su problema de rodillas, pero que si quería podía estudiar cualquier otra cosa relacionada con aviación. Herman no quiso. Mejor se dedicó al baloncesto.

Como jugador, dice Herman que no recibía un salario, pero consiguió trabajo como entrenador físico en un colegio de Managua.

Fue a partir de 1990 que los jugadores de baloncesto empezaron a recibir salarios. En esa época, Herman recibió una oferta para jugar en un equipo de Honduras y luego en otro de Guatemala. Después regresó a jugar los últimos años en Nicaragua y aunque no ganaba mucho dinero, “ya me defendía”.

Tras su retiro a los 34 años de edad, Herman siguió dando clases de entrenamiento y educación física. En 2007, empezó a estudiar la licenciatura en Educación Física, Recreación y Deportes, la cual terminó en 2012.

De izquierda a derecha: los veteranos basquetbolistas Wesley Saveryn, Jorge Ayestas, Paul Argüello, Herman Mullins y el salvadoreño Alex Funes. CORTESÍA

Su hijo mayor tiene 17 años y el menor 15. Los dos juegan baloncesto. El mayor juega como armador, y a veces como alero, con el equipo de la UAM, en donde consiguió una beca deportiva para estudiar y jugar. Y el menor juega como alero en Los Huracanes, un equipo de la Costa Caribe.

Herman dice que sus dos hijos tienen mucho futuro y espera que puedan prosperar. Actualmente tiene 57 años. Está dedicado a su familia y su trabajo, y siempre pendiente del baloncesto nacional. Los fines de semana se va a ver los juegos de sus hijos.

Sigue siendo el hombre alto y corpulento que alguna vez defendió la camiseta de Nicaragua, pero ahora padece problemas de hipertensión, ácido úrico y el problema de sus rodillas.

Dice que el baloncesto significó mucho en su vida. Le dejó mucha disciplina y muchas experiencias, sobre todo los viajes a otros países y por el deporte fue que conoció a la madre de sus hijos.

Herman Mullins todavía no integra el Salón de la Fama del deporte nacional. “Es una injusticia” dice Wesley Saveryn, quien considera que Herman debió haber entrado hace mucho tiempo.

Lo mismo opina Luis Núñez, quien dice que en los ochenta “no había selección nacional sin Herman Mullins”, lo cual debería ser argumento suficiente para incluirlo.

Sobre este tema, Mullins dice ya no importarle, pero que prefiere entrar al Salón de la Fama cuando se reconozca su trabajo como jugador y no por la presión de otros atletas.

La Prensa Domingo Baloncesto Costa Caribe deportes Nicaragua

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