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Los nicaragüense no tienen derecho a la libre expresión, ni a migrar, ni a opinar distinto. Sienten que Nicaragua es una gran cárcel y sus carceleros son Daniel Ortega y Rosario Murillo. LA PRENSA

Historias de impotencia: una gran cárcel llamada “Nicaragua”

Cinco ciudadanos nos cuentan cómo es su vida en dictadura. Se sienten sin derecho a opinar distinto, sin poder expresarse libremente y sin la posibilidad de migrar para salir del país al que tienen como una gran cárcel.

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Daniel Ortega y Rosario Murillo han convertido al país en una gran cárcel, consideran sus mismos ciudadanos. Ni siquiera se puede pensar distinto a lo que el régimen imponga.

Si un periodista, activista, abogado, líder político, campesino e incluso funcionario público, trata de salir de esta gran cárcel, puede ser detenido y su pasaporte puede quedar retenido, a como le sucedió a algunos presos políticos como Francisco Aguirre Sacasa o Mauricio Díaz

De acuerdo a organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en Nicaragua no se respetan las libertades básicas como la libre expresión, la libertad de movilización o la libertad de prensa.

Revista DOMINGO habló con cinco ciudadanos de distintos sectores. Un funcionario público, un estudiante, una comerciante, una periodista y un abogado. Cuatro de ellos nos solicitan anonimato por temor a represalias.

Les pedimos que nos contaran cómo es su vida en dictadura y les hicimos la misma pregunta, que si consideran que Nicaragua es como una gran cárcel. Estas fueron sus respuestas.

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“Salgo con miedo”

Desde que Tania López abre el portón de su casa para ir a reportear tiene una sensación como de escalofríos. “Es miedo”, dice la corresponsal de Canal 10 en León.

A Tania le toca salir todos los días a buscar noticias, hacer entrevistas, grabar videos de las calles, parques, la cotidianeidad de la ciudad universitaria, y enviarlas al canal para que se transmitan en el noticiero. Ese es su trabajo.

Desde que estallaron las protestas en 2018, la periodista dice que León se ha convertido en una ciudad muy difícil para reportear, debido al asedio de policías y paramilitares. Ella, en particular, se siente en un doble riesgo, “por ser periodista y por ser mujer. Salgo con miedo”, dice.

Cada vez que sale a reportear, teme encontrarse con miembros de la Juventud Sandinista, sobre todo con uno llamado Marlon, quien en varias ocasiones la ha amenazado de muerte o con meterla presa por simplemente hacer su trabajo. Otras veces, la ofende.

“Que no soy periodista, que soy golpista. Otra vez me dijo que era una zorra, una mujerzuela. Cosas así que como mujer te expone”, denuncia la periodista.

A veces, sale a reportear con otra colega de Chinandega. “Al menos ya no ando sola. Me siento más segura”.

Tania López es corresponsal de Canal 10 en la ciudad de León. CORTESÍA

Para Tania, es más complicado hacer periodismo en León que en Managua, pues considera que sus colegas en la capital al menos cuentan con vehículos para movilizarse y suelen andar juntos, no obstante, también están expuestos a la represión, indica. “Ejercer el periodismo no oficialista te pone en peligro”, dice.

En las últimas semanas, Tania ha tratado de no cubrir muchos temas políticos, para evitarse más represalias en su contra, pero incluso con los accidentes de tránsito, la Policía obstruye su labor. Dice que no la dejan grabar, la ofenden y le piden que se retire.

“Uno quiere hacer su material audiovisual bien producido, con entrevistas, recursos bien hechos, pero es bien complicado hacerlo” en esas circunstancias, explica.

–¿Considera que Nicaragua es como una gran cárcel? – Le consultamos

–Claro que sí. La libertad de prensa no existe. Y de una u otra manera buscan obstruir tu trabajo en las calles para que desistas. Es una estrategia de represalia, para que el periodista tire la toalla.

“Estamos hartos”

“Joaquín” es un trabajador del Ministerio de Salud (MINSA). Nos pide que protejamos su identidad porque “usted sabe. Yo puedo estar muy en contra, pero tengo tres hijos y les tengo que dar de comer”.

El hombre dice que tiene más de 10 años trabajando en un hospital del MINSA y que nunca había sentido el ambiente tan polarizado como el de estos últimos dos años. “Uno tiene que decir sí a todo. A veces nos piden que lleguemos en fines de semana, que lleguemos a cosas del partido (Frente Sandinista) y uno tiene que ir porque ni modo. Nadie quiere perder su empleo”, relata el hombre.

Cada mañana que llega al hospital donde trabaja, lo primero que ve en un mural que hay cerca de su oficina, es a Daniel Ortega y a Rosario Murillo con puño alzado en un cartel color chicha. “Por más victorias”, se lee en el papel.

Con las protestas de abril de 2018, Joaquín cambió su simpatía por el Frente Sandinista, y con la orden que dio la exministra de salud Sonia Castro de no atender heridos por la represión, Joaquín estuvo a punto de renunciar.

“Me sentía impotente. Yo iba a dejar tirado todo, pero mi esposa me tranquilizó y ya no renuncié porque más bien me podían echar preso si renunciaba” comenta el hombre.

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El Ministerio de Salud es una de las instituciones más controladas por Daniel Ortega. LA PRENSA

Dice que en el hospital donde trabaja está prohibido hablar sobre política. En las salas de espera solamente puede sintonizarse el Canal 4 o el Canal 6, que están bajo el control de la familia Ortega Murillo. También están obligados a “reportar” a quien vean como sospechoso de ser opositor.

Por otro lado, el hombre dice que circula el rumor de que ningún trabajador del Estado puede salir del país y que, al menos en su círculo cercano, nadie ha intentado salir por temor a perder su pasaporte.

Joaquín dice que sus hermanos viven en otro país de Centroamérica y que normalmente en Semana Santa y fin de año se reúnen para pasar juntos en familia, pero este año, ha decidido que no viajará ante la posibilidad de que su pasaporte sea retenido.

“Es un control horrible. Estamos hartos. Le digo estamos porque yo no soy el único. Hay otros que como yo tampoco pueden perder su trabajo, pero sí, estamos hartos”, dice el hombre.

–¿Cree que Nicaragua es como una cárcel?

— Sí, sin duda. Nadie puede hacer nada que a ellos no les guste porque si no ya la agarran contra uno. Ni salir, que es la cosa más normal, ni salir uno con la familia se puede ahora.

“Nos tienen vigilados”

En la esquina contraria del tramo que doña “Blanca” tiene en el mercado Roberto Huembes, unos paramilitares motorizados se reúnen a diario entre las 4 y 6 de la tarde. “Ahí los oigo hablar que de una misión, que de un turno, que a uno que le dicen “El Águila” anda con un problema de espalda”, relata la señora.

Dice que son del Frente Sandinista porque andan con pañuelos rojinegros y ellos son los encargados de dar rondines en el mercado para evitar cualquier tipo de manifestación en contra del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

“Estos son los que nos tienen vigilados a los comerciantes”, relata doña Blanca, pero la vigilancia también es para los visitantes y compradores del mercado.

Doña Blanca dice que ya se acostumbró a esa vigilancia. “Ya van como dos años que nos tienen así y con todo eso uno tiene que buscársela y seguir vendiendo. Si no vendemos, no comemos”.

La mujer dice que, desde las protestas de abril de 2018, sobre todo desde que se dieron los paros nacionales, las autoridades de la Corporación Municipal de Mercados de Managua (COMMEMA) amenazaron a todos los comerciantes.

Los comerciantes se sienten vigilados por paramilitares y por COMMEMA. LA PRENSA

“A un grupo lo reunieron y a otro grupo nos llegaron a decir a los tramos que el que cerrara cuando llamaran a paro, le iban a quitar el tramo con toda la mercancía que uno tuviera ahí dentro y yo con todo el pesar porque, aunque llamen a paro, no puedo cerrar y perder mi tramo, si de ahí vivo yo y mis hijos”, comenta la mujer.

También, las autoridades les han prohibido que pongan banderas de Nicaragua en sus tramos. “Solo para septiembre que son las fiestas patrias nos dejan vender banderas, pero no ponerlas. Y la de ellos (rojinegra) ahí bien que la ponen en cualquier lado”, se queja la mujer

–¿Le parece que el país es como una cárcel?

— Yo creo que sí. No sé si como una cárcel porque nunca he estado presa, pero sí hay mucha injusticia. No respetan la ley. Ellos que son la autoridad son los primeros que deberían respetar la ley.

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“Controlan todo”

Cada vez que el abogado “Gutiérrez” salía de El Chipote al finalizar un juicio en contra de los presos políticos que él defendía, procuraba asegurarse de que no lo siguieran hasta su casa.

“Puede sonar inútil porque estos controlan todo y ya saben cómo se mueve uno, pero pues yo así me siento más seguro”, señala.

Solía tomar la ruta más larga y algunas calles extras, y aunque llegara tarde a su casa, se aseguraba de que nadie lo siguiera.

Esto empezó a hacerlo después de que se dio cuenta que lo habían estado siguiendo durante dos días y luego empezaron a asediar a unos familiares que él había visitado. “Es cansado estar pendiente de si te siguen o no, pero uno tiene que hacerlo por la familia sobre todo” comenta.

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En El Chipote es donde se llevan a cabo los juicios contra los reos políticos. Los abogados defensores pasan por un protocolo de revisión antes de entrar. LA PRENSA/Archivo de END

El abogado dice que no ha recibido amenazas en su contra por defender a presos políticos, pero si ha notado “ciertos tratos” en la relación que mantienen los jueces, fiscales y policías con él y otros abogados.

“Aunque uno esté haciendo su trabajo apegado a la ley como que se queda uno con ese tinte de que estás defendiendo a un preso político y eso te puede traer consecuencias”, destaca.

Las consecuencias de las que habla el abogado suelen ser “amenazas para que uno desista de la defensa”, explica.

El abogado también cuenta que mantiene comunicación con algunos colegas con los que estudió y que ahora lo cuestionan porqué defiende a los presos políticos. “Yo solo les digo que defiendo a cualquier persona que me toque defender y busco como terminar la conversación para evitar problemas y discusiones”.

–¿Considera que Nicaragua es como una gran cárcel?

— Yo la veo más como una isla. Una isla bien controlada, donde no hay libertades y donde el emperador manda con mucha fuerza

“Ni como denunciarlos”

“Pablo” es un joven estudiante de Arquitectura de la Universidad Centroamericana (UCA) y todas las mañanas que va a clases, tiene que pasar frente a un par de policías motorizados que se encuentran frente a uno de los portones de la casa de estudios.

“Uno siente como miedo de verlos ahí armados. Te intimidan” dice el joven. En 2018, Pablo estaba en primer año de su carrera y se unió a las protestas estudiantiles. Él cuenta haber vivido la represión de aquellos días en carne propia.

Ahora, Pablo está enfocado en terminar su carrera de Arquitectura, pero no sabe si podrá hacerlo en la UCA debido a que está amenazada por la dictadura de Daniel Ortega. “En cualquier momento le pueden quitar su personería (jurídica) y la cierran, igual que las otras universidades”, teme.

En su aula de clases dice que no hay jóvenes que simpaticen con el régimen, pero cerca de su casa sí. Cuenta que para 2018, un grupo de la Juventud Sandinista llegó a ofrecerle que fueran a reprimir a estudiantes, pero él se negó y desde entonces ha tenido represalias en su contra.

Desde 2018, la UCA ha sido sometida a presiones económicas por parte de la dictadura de Ortega. LA PRENSA/ARCHIVO DE END

En tres ocasiones lo han asaltado. “Yo sé quiénes fueron porque son del barrio y nunca me habían hecho nada, pero fue después de que yo les dije que no, que me robaron”, relata el joven.

En una de esas ocasiones que lo asaltaron, a Pablo le robaron su computadora en donde tenía varios trabajos importantes de su universidad. “Ni como ir a la Policía a denunciarlos, si son los mismos”, comenta

El joven ahora trata de no caminar solo por las calles de su barrio. Sale junto con su hermano mayor y otras veces pide un taxi desde su casa para evitar pasar por la calle donde están las personas que lo pueden asaltar. “Ni en mi propio barrio estoy tranquilo”, valora.

–¿Crees que Nicaragua es como una cárcel?

–Sí. Solo mirá lo que te cuento. No puedo ni ir a la venta porque me asaltan. Y no solo yo pues, hay mucha gente que está sufriendo cosas peores como los presos, o los que tienen policías en sus casas

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