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Un abril glorioso, pero también doloroso

Se cumple este lunes 18 de abril el cuarto aniversario del estallido de  la insurrección cívica de 2018, un acontecimiento histórico glorioso, pero al mismo tiempo doloroso.

Fue gloriosa la insurrección cívica de abril de 2018, porque siempre es hermoso y luminoso que los ciudadanos se alcen por conquistar la libertad y la democracia que se les niega. Pero, además de gloriosa, fue dolorosa y sigue doliendo hasta ahora. 

Dolorosa ante todo porque fracasó y la derrota de una insurrección popular siempre trae consecuencias terribles para los derrotados. Vae victis, ay de los vencidos, dicen los historiadores que les espetó a los romanos el líder galo, Breno, después de vencerlos y al imponerles sus condiciones humillantes para los vencidos.

Pero el hecho histórico de la insurrección cívica de abril de 2018 fue doloroso no solo por la derrota. Lo fue sobre todo por la gran cantidad de muertos, encarcelados, exiliados y familias nicaragüenses arruinadas que dejó la derrota de los alzados. 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) informó el 15 de noviembre de 2021, en una verificación de cifras mortales, que como consecuencia de los hechos de abril de 2018 murieron 355 personas, de las cuales 15 fueron mujeres, 340 hombres, entre estos 27 menores de edad y 34 policías.

Por su parte, el denominado “sandinista histórico” Marlon Sáenz, alias el Chino Enoc, quien según sus propias palabras fue uno de los jefes de la represión contra los tranques de la insurrección cívica, dijo a LA PRENSA en entrevista publicada el domingo 3 de abril corriente, que “en el sandinismo hubo ciento noventa y pico de muertos”.

La cifra del Chino Enoc no tiene respaldo, pero la verdad es que en ambos bandos hubo muchos muertos. Quizás en el futuro haya la posibilidad de una investigación independiente que determine la magnitud real de las pérdidas humanas por la insurrección cívica de abril y la represión que la aplastó.

Pero el hecho más doloroso para la nación es que independientemente del bando político —gubernamental u opositor— en el que lucharon y murieron, todos ellos eran nicaragüenses.

Fueron tan profundas y dolorosas aquellas heridas, que cuatro años después de abril de 2018 todavía están abiertas, sangran y duelen. Y lo peor es que no se ve en el horizonte que esta situación pudiera cambiar.

Los que vencieron en abril de 2018 y se mantienen en el poder, aseguran que nunca habrá perdón para los vencidos. Por su parte, en la mayoría de los grupos opositores se dice que no puede haber ninguna solución con Ortega y los sandinistas en el poder, que además, dicen, tendrán que ser sometidos a la justicia cuando dejen el poder.

Pero la política, cuando se trata de la lucha por el poder es una cuestión de fuerza y no solo de tener la razón. Y aunque a veces ocurren saltos sorpresivos que cambian el curso histórico, mientras la fuerza real esté del lado de los que mandan, la situación política de Nicaragua no cambiará. Y abril de 2018 seguirá siendo glorioso, pero más que todo doloroso.

Editorial
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