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El otro acontecimiento de abril, glorioso  pero no doloroso

Este 25 de abril se conmemora el 32 aniversario de la instalación del gobierno democrático de doña Violeta Barrios de Chamorro, después de que derrotó electoralmente a Daniel Ortega el 25 de febrero anterior. 

En los sectores antisandinistas se acusó entonces y se sigue acusando hasta ahora al gobierno de doña Violeta, porque dicen que no tuvo agallas para liquidar al sandinismo como este había liquidado al somocismo, después de que  lo derrocó en 1979.

Pero es que el objetivo de doña Violeta y de los partidos de la UNO que respaldaron su ejercicio presidencial no era liquidar al sandinismo. Lo que se proponían era reparar los daños económicos y sociales causados por la revolución autoritaria, reconciliar a los nicaragüenses que estaban divididos y ferozmente enfrentados, construir una democracia en la que todos los partidos políticos pudieran competir de manera cívica y pacífica, y turnarse en el gobierno según fuese la voluntad ciudadana expresada en las urnas electorales. 

Además, aunque el gobierno de doña Violeta por  revanchismo hubiese querido liquidar al sandinismo, igual que este liquidó al somocismo, era imposible que lo hiciera. Doña Violeta solo tenía la fuerza moral de la razón y el respaldo político de quienes en la comunidad democrática internacional le ayudaron a ganar las elecciones del 25 de febrero de 1990 y confiaron ella.

La propuesta de doña Violeta era cívica, humanista y bondadosa; ella predicaba el perdón, la reconciliación, la libertad y el cambio democrático de manera pacífica y gradual. Doña Violeta no tenía una fuerza armada ni intención de violencia, ella no podía hacer lo que la contrarrevolución no pudo lograr con su ejército, por medio de la guerra.

Cuando doña Violeta comenzó a gobernar el 25 de abril de 1990, enfrente y en contra de ella estaba todo el poder militar, policial, judicial y social de los sandinistas, llenos de resentimiento y odio contra el nuevo gobierno democrático.

El “Protocolo para la Transferencia del Mando Presidencial del Gobierno de la República de Nicaragua”, llamado comúnmente protocolo de transición y demonizado por los enemigos del sandinismo y del gobierno de doña Violeta, fue en aquellas circunstancias  una imperiosa necesidad para asegurar el traspaso ordenado del mando presidencial, en el contexto político incierto y caótico que se creó con la derrota electoral del FSLN y Daniel Ortega, que no la esperaban y les costaba aceptar.  

Solo una parte de los sandinistas aceptó comprometerse con el proceso de construcción de la democracia. Oficialmente el FSLN no quiso actuar como una oposición normal y optó por sabotear al gobierno democrático de doña Violeta, practicando una estrategia que llamó “gobernar desde abajo”.

Sin embargo, la transición democrática funcionó, con sus idas y venidas, pero avanzó. La verdad es que si no hubiese sido por el pacto de Arnoldo Alemán y el PLC con Daniel Ortega y el FSLN, en Nicaragua habría hoy una democracia robusta y una economía dinámica, próspera y equitativa.

Pero como bien dice el dicho popular, de nada sirve llorar por la leche derramada. Ahora hay que confiar en que se puede recuperar la democracia perdida. Sin duda que están llevando al país por el rumbo de la cubanización política. Pero bien podría ser que este proyecto a la larga no sea sostenible.

Editorial
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