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Incierto futuro de la Cumbre de las Américas

La novena Cumbre de las Américas comenzó este lunes 6 de junio en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos (EE. UU.). Pero la presencia de jefes de Estado y de Gobierno, que es lo que da la categoría de Cumbre al evento, será hasta el miércoles 8 de junio.

El éxito de la Novena Cumbre de las Américas está asegurado en lo que se refiere a la participación de la sociedad civil, la juventud y el sector privado, que es la plataforma que sirve de base al diálogo entre los gobernantes. Al respecto se conoce que por Nicaragua participan más de cuarenta personas en los distintos foros sociales de la Cumbre.

Como es ampliamente conocido, los gobernantes de Cuba, Venezuela y Nicaragua no participan en la Cumbre porque no tienen credenciales democráticas. Y otros que sí han sido elegidos democráticamente, no han querido participar por solidaridad con los regímenes autoritarios.

EE. UU. cayó en la trampa de una discusión innecesaria sobre invitar o no a los dictadores de América Latina, provocada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Era inútil esa discusión, porque la Cumbre de las Américas se instituyó como un foro hemisférico de gobernantes democráticos, con el compromiso de promover la democracia y defenderla. De allí que fuera una Cumbre de las Américas —la III que se reunió en Quebec, Canadá, en abril de 2001—, la que mandató a la OEA a redactar la Carta Democrática Interamericana, aprobada en Lima, Perú, el 11 de septiembre del mismo año.

Además, de acuerdo con las normas de la Cumbre de las Américas le corresponde al jefe de Estado del país anfitrión decidir a quiénes invita y a quiénes no. La Cumbre no es como las Naciones Unidas, en las que todos los países tienen derecho de participar, independientemente de que sus gobernantes sean odiosos dictadores o ejemplares demócratas.

Evidentemente, lo que pretendían el presidente mexicano y los otros gobernantes que lo secundaron, era socavar o poner en entredicho el liderazgo regional de EE. UU. Pero, sobre todo debilitar los instrumentos democráticos de las relaciones hemisféricas, que son la Cumbre de las Américas y la OEA.

Lo ocurrido en las previas de la Novena Cumbre de las Américas y la falta de resultados que valgan la pena en las anteriores Cumbres, salvo la III que dio origen a la Carta Democrática Interamericana, ha motivado a expertos en las relaciones hemisféricas a proponer que se sustituya con otras instancias que puedan ser funcionales y eficaces.

En ese sentido, el diario Los Ángeles Times ha publicado un artículo de Dan Restrepo, en el cual el experto estadounidense dice que es necesario olvidarse de la Cumbre de las Américas. Restrepo, quien fuera asistente especial del presidente Barack Obama para asuntos del Hemisferio Occidental y coordinó su participación en dos Cumbres de las Américas, propone que “en lugar de prometer seguir participando en una (inútil) Cumbre de las Américas cada tres años”, EE. UU. “debería proponer reuniones regionalesseparadas con los líderes de los países de Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, de forma rotativa anual”.

Ese modelo sería mejor para “promover los intereses de Estados Unidos en las Américas”, dice Restrepo. Pero también los intereses de América Latina, agregamos nosotros.

Editorial Cumbre de las Américas Estados Unidos
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