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La vida de Mariana cambió hace siete meses, cuando su madre decidió emigrar a Estados Unidos. Tiene trece años, pero dice que se siente mayor. Ella y sus dos hermanos de cuatro y doce años quedaron bajo la tutela de su abuela materna quien ya pasa los sesenta años y tiene problemas de diabetes, hipertensión y desgaste de rodillas.
Ahora debe ayudar en los quehaceres del hogar, cuidar de sus hermanos menores, apoyarlos con las tareas y darle medicinas al más pequeño, además de sacar buenas notas en su colegio porque se lo prometió a su madre antes de partir del país.
“Mi vida era normal. Ni tan normal porque mi papá nos dejó chiquitos, pero miraba videos y me reía todo el tiempo, ahora lloro mucho y me siento sola. A veces ni a la escuela me dan ganas de ir”, confiesa la adolescente.
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Mariana detalla que su mamá la llama todos los días, pero casi siempre “está enojada”. Dice que, por ser ella la mayor, su mamá le pide cuentas de lo que pasa a su alrededor o si la abuela olvidó algún detalle. “Yo debo responderle por todo porque ella me dice que allá no anda jugando”.
A esta adolescente se le ha dificultado mantener el equilibrio entre los estudios y las responsabilidades familiares. “Me da miedo que algo le pase a mi hermanito menor porque la culpa será mía, aunque mi abuela nos cuida ya está viejita y mi mamá y mi abuela dicen que yo debo apoyar más. Yo siento que lo hago, pero no sé me pongo triste”.
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Recientemente, Mariana ha acudido a recibir ayuda psicológica. La última confesión que le hizo a la especialista es que en medio de su frustración pensó en atentar contra su vida.
Duelo sin trabajar
La experta en salud mental que brinda acompañamiento a Mariana accedió a hablar con la Revista DOMINGO bajo el anonimato. Refiere que ella tiene conocimiento de seis adolescentes que atraviesan por las mismas condiciones al no contar con una figura materna ni paterna.
“Estamos viendo un duelo no trabajado como efecto de la migración y daña la parte afectiva porque cuando migra uno o más miembros, la familia queda desarticulada. Por muy madura que se vea la niña se le dificulta el dominio de nuevos obstáculos”.
De acuerdo con la especialista entre las causas está el exceso de estrés que lleva a las adolescentes a presentar distintos sentimientos como de inferioridad, ira, enojo, tristeza, impotencia por querer entender algo que a su corta edad es difícil de procesar.
“Las niñas entienden las razones de sus progenitoras para migrar de Nicaragua, pero creen que sus madres van a volver en un corto tiempo y sabemos que no es así. Lógicamente las extrañan porque han sido la principal o única guía y se ven abandonadas de un día para otro”.
Mariana dice que ya pasó su primer cumpleaños sin su madre y fue “lo más horrible del mundo”. También resalta que ahora recibe “buenos regalos”, pero no cuenta con buenos consejos o un abrazo como antes. “Si uno tiene una cosa no puede tener la otra”.
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Para la experta, los adultos pocas veces piensan en el sentir de las niñas con nuevos roles al ser las hermanas mayores. Ellas son las primeras en sufrir problemas de adaptación. Además, deberán controlar sus propias emociones y enfrentar sentimientos desconocidos. Misión nada fácil para cualquier adolescente.
Algunas de estas niñas como Mariana son obligadas a estar pendiente de las tareas y de las medicinas de los hermanos menores y sus propias ocupaciones son relegadas.
“Estas niñas están asumiendo el rol de una madre y el de un padre ausente al mismo tiempo. Pero les está afectando tanto en su convivencia familiar como escolar”, señala la especialista.
Educar desde el teléfono
La mayoría de estas madres han ejercido autoridad familiar personalmente y pretenden seguirlo haciendo a través de una pantalla telefónica olvidándose que la comunicación se limita al saludo o conocer la situación, pero no hay espacio para expresar los sentimientos o problemas internos de los adolescentes.
Por tal razón, la experta recomienda que se atienda a las niñas que quedan en el país y que han asumido la migración de la madre como algo negativo para reforzar su autoestima que les oriente, abrase y acompañe creando una red de apoyo familiar porque ante la precariedad laboral del país no hay otra solución a la vista para cubrir las carencias económicas.
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Mariana recordó que en la pasada entrega de notas de su escuela nadie llegó a retirarlas y se sintió mal. “Es imposible no sentirme sola es como si yo no fuera importante. A veces solo quiero teletransportarme y abrazar a mi mamá. Decirle todo lo que no puedo decir por teléfono”.