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Los nicaragüenses y la democracia

Se han publicado en algunos medios otros datos de la encuesta política que CID-Gallup hizo en mayo pasado en 12 países de América Latina, incluyendo a Nicaragua. Los nuevos datos conocidos se refieren a la opinión de los ciudadanos sobre la democracia.

Como era de esperarse, Costa Rica, con un 71 por ciento de opinión positiva es el país donde los ciudadanos valoran más y mejor la democracia. Lo cual se comprende fácilmente porque en Costa Rica hay una democracia arraigada y robusta, que de hecho ha venido a ser parte de la identidad política nacional de los costarricenses.

En Nicaragua en cambio solo el 39 por ciento valora positivamente la democracia. Entre los 12 países encuestados, únicamente Guatemala con 36 por ciento está más bajo que Nicaragua en cuanto aprecio por el sistema democrático. En estos países “se refleja una pérdida de esperanza hacia la democracia”, señaló CID-Gallup en la nota explicativa que acompañó los datos de la encuesta mencionada.

Esto tiene su explicación. En Guatemala funciona desde hace tiempo una democracia limitada, muy defectuosa, con gobiernos elegidos mediante el voto popular, pero con una clase política gobernante ineficiente y extremadamente corrupta. De manera que es comprensible la desilusión de los guatemaltecos con su democracia.

El caso de Nicaragua es distinto. Aquí no hay democracia del todo y después de la derrota de la rebelión cívica de abril de 2018, la mayoría de la gente está descorazonada políticamente. Eso ha ocurrido en todas partes del mundo después de que un movimiento masivo de lucha por la democracia, es aplastado con una brutal y sangrienta represión del poder autoritario establecido.

En esos casos, los militantes y activistas de las organizaciones políticas y sociales sobrevivientes a la represión, aun estando en la cárcel y en el exilio mantienen firmes sus convicciones y su voluntad de seguir luchando por la libertad y la democracia.

Pero la masa de gente que se ilusionó y participó con gran entusiasmo en las masivas manifestaciones pacíficas contra la dictadura, se frustró por la derrota y es comprensible que al menos por algún tiempo haya perdido la fe en la democracia.

En esta situación, la mayoría de los ciudadanos evitan de cualquier manera ser víctimas de la represión, no quiere saber de política ni de democracia, y en la medida que pueden hacerlo se van del país.

No hay contradicción entre el dato de la misma encuesta de CID-Gallup, revelado anteriormente, de que el 85 por ciento de los nicaragüenses no apoya al régimen dictatorial, y de que solo el 39 por ciento valora positivamente la democracia.

Tendrá que pasar algún tiempo —sin que se pueda saber cuánto— para que la  gente recupere el ánimo y decida volver a luchar por la libertad y la democracia. A algunos esta opinión les puede parecer pesimista, pero se basa en la realidad. Otra cosa es el deseo legítimo, de que Nicaragua recupere lo más pronto posible la vida libre y democrática.

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