Si usted pensaba que Nicaragua debía imponerse a Surinam era un optimista desmedido o un ignorante, ahora sí creía que íbamos a ser goleados, se acercaba mucho a las teorizaciones de la realidad y, si pensaba que el empate era una posibilidad, sería un tipo con suerte por haberse orquestado una sorpresa. No obstante, no sucedió ninguna de las tres. Esta Selección Nacional me causó muchos sentimientos encontrados porque fueron capaces de aumentar el nivel a medida de la exigencia del oponente. La Azul y Blanco mostró carácter, ideas en las salidas de contraataque, pero le faltó la cereza del pastel, claridad en la ofensiva.
Surinam tenía a un equipo lleno de jugadores militantes de ligas europeas, tocaban el balón con mucha mayor autoridad, físicamente se vieron superiores y en el primer tiempo parecía que los goles caerían en cascada por la explosividad en el sprint, mejor visión de juego y soltura con la que jugaban. Sin embargo, ahí es donde la Cenicienta se hizo reina y Nicaragua golpeó en las contras, aunque, falló en las decisiones de los pases y definiciones. En la segunda parte no se dejó de intentarlo y la lucha dio resultado con el gol de Quijano, pero Surinam que parecía estar medio aburrido en el duelo, se activó al instante y volvió a tomar la estafeta.
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Soy de los que cree que, si Nicaragua anotaba otro gol, Surinam volvería a colocarse arriba en el marcador. Se moderaron en el juego, eso no le quita mérito a Nicaragua que en cada desafío muestra una nueva característica en la era del Fantasma Figueroa. A pesar que la ambición es tan absurda y peligramos de morir por glotonería, será difícil una clasificación al próximo mundial, pero por lo menos, a este ritmo se mejorará el nivel, respecto a nosotros mismos.