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El valor supremo de la amnistía

La petición de amnistía para los presos políticos, presentada públicamente el martes 20 de septiembre por un grupo de sus familiares, ha tenido una buena acogida en la sociedad nicaragüense y en la comunidad internacional.

Organizaciones sociales, defensores de derechos humanos, partidos políticos como Ciudadanos por la Libertad, la organización empresarial Cosep y representantes de países y organismos internacionales, han coincidido en señalar que la amnistía podría ser un procedimiento apropiado para liberar a los presos políticos, y abonar así a la creación de un clima de reconciliación nacional y paz social en Nicaragua.

La historia política de Nicaragua demuestra que la amnistía, con los bemoles que tenga o que se le quieran encontrar, siempre sirvió para cerrar etapas de conflictos y restablecer la convivencia. O cuando menos para llevar sosiego a las familias de los presos políticos y a toda la sociedad de la que ellos forman parte.

Humberto Belli, sociólogo, historiador, exministro de Educación y columnista regular de LA PRENSA, publica al respecto en esta misma edición, un artículo ilustrativo y aleccionador sobre la historia de las amnistías en Nicaragua, alrededor del cual vale la pena reflexionar.

Examinando el pasado y el presente de Nicaragua con serenidad y patriotismo, es fácil convenir en que no hay mejor forma para construir un ambiente de reconstrucción en paz, que una amnistía dictada cuando más se necesita. Como es precisamente el momento actual.

     Amnistía significa dos cosas muy  importantes e insustituibles para establecer o restablecer un clima de respeto entre ciudadanos y gobernantes: una, la cancelación de un pasado que si no se cancela sigue engendrando violencia; y dos, la restitución de la confianza entre los ciudadanos, en nuestro caso los nicaragüenses.

     La amnistía es un medio para terminar con sentimientos de odio que desgarran a la nación, sobre todo en la juventud que merece y tiene derecho de vivir y aspirar a un futuro en paz, libertad y justicia.

     La historia, como se deduce del artículo de Humberto Belli, ha demostrado que en tiempos de crisis y violencia, los nicaragüenses siempre han encontrado en las amnistías una fórmula soberana para terminar y borrar los saldos de violencia.

     Ahora, una vez más las personas y las instituciones que tienen la capacidad de tomar decisiones, deberían usarla para abonar al restablecimiento de la paz social, con la liberación de los presos políticos mediante la amnistía, como lo piden sus familiares.

     No es fácil lograrlo por la extrema polarización que hay actualmente en la sociedad nicaragüense. Porque las fuerzas políticas antagónicas se mantienen en pie de lucha y no creen que ha llegado el momento de enfundar las armas del enfrentamiento.

     Pero no hay que cansarse de pedir o demandar la libertad de los presos políticos. Y por lo tanto la amnistía.  Como dice la sabiduría popular, una gota de agua que cae insistentemente,  sobre la piedra, consigue horadarla. Y la fe es una fuerza espiritual que en determinadas condiciones es capaz de remover las montañas.

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