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El sacrificio de la huelga de hambre

El recién pasado 24 de septiembre, LA PRENSA y otros medios de comunicación independientes informaron que la prisionera  política Dora María Téllez se encuentra en huelga de hambre.

      Se dice que otro preso político, el periodista deportivo Miguel Mendoza, también está en huelga de hambre con la demanda específica de que se le permita tener comunicación con su pequeña hija de 9 años de edad. Padre e hija no se han podido ver ni abrazar,  desde el 21 de junio del año pasado cuando Mendoza fue encarcelado.

      La demanda por la cual está en huelga de hambre Dora María Téllez (antigua guerrillera y heroína sandinista, pero ahora franca adversaria del régimen de Daniel Ortega y por eso está presa, condenada a 8 años de prisión) es que cese el confinamiento solitario en que la mantienen, que se ponga fin a los torturantes interrogatorios que le hacen constantemente, y que le permitan el acceso de material de lectura.

      Que hay presos políticos en huelga de hambre se sabe por informaciones de sus familiares, que por razones obvias piden mantener sus nombres en el anonimato. Y la situación de los prisioneros dentro de la cárcel sus familiares la conocen solo cuando muy esporádicamente les permiten visitarlos.

      En otros países donde hay presos políticos, pero los sistemas penitenciarios no son tan rígidos como el de Nicaragua, la Cruz Roja los puede visitar para constatar su estado de salud, y las mismas autoridades les proporcionan la asistencia médica indispensable. Pero en Nicaragua algo así ni siquiera se puede imaginar.

      En el derecho humanitario habitual se considera que la huelga de hambre por motivos políticos es una forma legítima de protesta. Se reconoce como una decisión voluntaria de la persona presa, de privarse de ingerir alimentos con el propósito de obtener el reconocimiento de un derecho. Cabe señalar que en países de regímenes totalitarios, los presos políticos que se declaran en huelga de hambre muy difícilmente consiguen lo que demandan. Y en no pocos casos terminan muriendo por causa de inanición ante la indiferencia o el regocijo de sus captores.

      En la historia de Cuba de los  últimos 63 años hubo muchos casos de esos. Todos han sido y son dramáticos porque han implicado la muerte de personas que se sacrificaron por sus ideales políticos y sus derechos humanos, pero algunos han sido más impactantes que otros.

      Tal fue el caso de Pedro Luis Boitel, quien murió en una prisión de La Habana al cabo de 53 días en huelga de hambre. Boitel luchó contra la dictadura de Batista, pero fue encarcelado en 1960 por oponerse a la deriva comunista de la Revolución Cubana. El régimen castrista lo condenó a 10 años de prisión, pero no lo dejó en libertad cuando en 1970 cumplió la sentencia. Dos años después murió en la cárcel a causa de la huelga de hambre.

      La protesta en prisión por medio de la huelga de hambre no es aconsejable. Muchas veces significa ayudarle a los propósitos de los verdugos, que quieren la muerte de los presos políticos y les satisface verlos morir sin tener que matarlos ellos mismos. Pero se trata de una decisión personal soberana de quienes la ponen en práctica y merecen el máximo respeto por su abnegación y sacrificio.

      No es posible saber hasta dónde quieren llegar los presos políticos de Nicaragua que según sus familiares están en huelga de hambre. Pero ojalá que pudieran conseguir lo que demandan; y en todo caso que preserven la vida, que es el primer valor humano que se debe defender. Tanto la vida ajena como la propia.

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