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Imagen con fines ilustrativos. Istock

El restaurante que vendía carne de perro en la vieja Managua

En los años sesenta, hubo un restaurante en el que convergían ricos y pobres, y que era famoso por sus exquisitas costillas. Lo que nadie se imaginaba es que las costillas por la que los managuas se chupaban los dedos, eran de perro.

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Más que un restaurante, el negocio empezó siendo una cantina, pero como los clientes no siempre llegaban por alcohol, si no por las costillas de cerdo que servían ahí, el lugar se transformó en un comedor.

“Empezó como un rumor y hasta después se confirmó que la mujer mataba gatos y perros para darle a los clientes”, cuenta el veterano periodista Anuar Hassán, quien en ese entonces cubría sucesos para el diario La Prensa.

El sitio se llamaba Mama Sara, y quedaba en el barrio María Auxiliadora en la vieja Managua. La dueña del lugar, como es de suponer, se llamaba Sara.

Era una casa de bloques, piso de barro y había un anexo estilo ranchón con palma. Al fondo, había una pared con una puerta que daba a un traspatio donde solo pasaban los trabajadores del restaurante.

Según un relato de Arle Dolmus Rivera publicado en redes sociales, en el lugar vendían ron, güisqui, guarón y aguardiente Santa Cecilia, que junto a las costillas eran el principal atractivo del lugar. “Costaba como unos 15 o 20 córdobas de la época”, cuenta don Alfonso Sánchez, quien para aquel entonces tenía 22 años y trabajaba en el Banco de América.

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Según Sánchez, al restaurante llegaban hasta los ejecutivos del banco, así como personas de clases menor pudientes. Hasta a hijos de los Somoza se les vio comiendo en ese lugar, así como a trabajadores de los ministerios, de la línea aérea Lanica, y demás.

Nicaragua, Managua, vieja Managua
La avenida principal de la vieja Managua. LA PRENSA ARCHIVO

Carne de perro

Hay dos versiones sobre cómo se dieron cuenta que en el Mama Sara vendían carne de perro. Anuar Hassán recuerda que todo empezó como rumores de barrio, pero realmente nada estaba confirmado.

“La gente, los vecinos como que empezaron a notar que estaban desapareciendo los perros de la calle y empezaron a decir que en la Mama Sara los estaban cocinando”, relata Hassan.

Una de las versiones es que los vecinos se pusieron a investigar y uno de los trabajadores del lugar les confirmó que ahí se estaban matando y sirviendo a los perros. Los vecinos llamaron a la Policía y el lugar quedó cerrado

Otra de las versiones, es que un día uno de los trabajadores del lugar abrió la puerta del traspatio y olvidó cerrarla, entonces un cliente se levantó de su mesa porque quería usar el baño, pero como estaba ocupado, le tocó esperar y en eso giró la cabeza hacia el traspatio y vio un bahareque grande lleno de perros colgados como chanchos.

Él regresó a su mesa y le conto a sus compañeros lo que había visto, así que uno de ellos denunció ante el Ministerio de Salud. Las autoridades sanitarias llegaron de sorpresa y obligaron a la dueña del lugar a que abriera la puerta del traspatio y ahí vieron a los perros colgados.

Según Hassán, no solamente eran perros. También encontraron carne de gatos.

La noticia conmocionó a los managuas. Las deliciosas costillas que servían, no eran de cerdo, eran de perro. “Mama Sara” destazaba los perros y combinada la carne canina con res y cerdo, y como estaba bien condimentada y cocinada, los clientes no notaban la diferencia.

Cualquiera de las dos versiones puede ser cierta, pero sea como haya sido, en el Mama Sara se servía carne de perro.

Los perros callejeros estaban desapareciendo en la zona cercana al restaurante y los vecinos empezaron a sospechar. Istock/imagen con fines ilustrativos

Clausurado

Don Alfonso Sánchez tampoco recuerda con exactitud cómo fue que se descubrió. Solamente recuerda que una de sus hermanas le enseñó la noticia en uno de los periódicos de la época y él se quedó asustado. “Eran de perro, pero eran riquísimas”, dice, mientras se lanza una carcajada.

Arle Dolmus Rivera detalla en su relato que él trabajaba en la librería Cardenal, que estaba ubicada de la Iglesia San Antonio, media cuadra arriba en la vieja Managua.

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“Recuerdo que muy tempranito me lleva el periódico un amigo llamado Jorge Artola y me dice: a saber cuántas libras de carne de perro te hartaste. Yo me quedé leyendo y le respondo: Acordate que me dijiste que querías otro servicio y le llevaste un servicio extra a la Yoma (Jerónima, su esposa). Nos burlamos el uno del otro”.

Sánchez recuerda que el local fue clausurado y que, por unos meses, la gente sentía un poco de temor de volver a pedir carne en un restaurante. “La gente olía la carne. La quedaba viendo primero, o la partían para ver si podían identificarle algo extraño”, cuenta.

La Prensa Domingo Nicaragua vieja Managua

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