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Arturo McFields: “Veo a un Daniel Ortega arrinconado, pero peligroso”

En el exembajador de Nicaragua ante la OEA dice que la última resolución del organismos regional marca “un antes y un después” para el dictador nicaragüense, a quien considera se encuentra “más solo que nunca”

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El 23 de marzo de este año, el entonces embajador nicaragüense ante la OEA, Arturo McFields, sorprendió al mundo denunciando a la dictadura a la que hasta ese día sirvió. Ya en ese tiempo decía ver al régimen de Daniel Ortega aislado, y seis meses después dice que “Ortega está más solo que nunca”.

En esta entrevista, McFields argumenta su opinión en la reciente resolución de la Asamblea General de la OEA, en Lima, Perú; la votación de Nicaragua a favor de Rusia en la ONU, acompañado solo de tres países más; y el inicio de una investigación por crímenes de lesa humanidad contra Ortega y sus cercanos en Argentina.

¿Cómo ha cambiado su vida después de su romper con la dictadura de Ortega en plena sesión de la OEA?

Me siento liviano. Anteriormente sentía que tenía un yunque en el alma. No me sentía bien conmigo mismo. Ha sido una de cal y una de arena. No puedo regresar jamás a mi país. Hay gente que me ha dicho que aún cuando se democraticen las cosas voy a tener que esperar un tiempo prudencial para regresar al país. Esa parte me duele. La parte positiva es que me he incorporado, en la manera de lo posible, a la lucha por el retorno de la democracia en Nicaragua. Antes estaba con un bozal. Hoy día tengo una voz. Puedo hablar. Hay gente que me dice: mucho hablás. No saben por lo que pasé en tantos años de silencio. Ya he recuperado mi voz y no me van a callar.

Pero también ha ganado muchos enemigos, incluso dentro de la oposición.

No los identifico. Los ataques que he visto son de gente sobre la cual yo tengo un gran signo de interrogación, y son personas que, creo, son del Frente Sandinista. Estoy casi seguro porque como estuve del otro lado, la estrategia del Frente es dividir. Y yo lo he dicho mil veces: el Frente sigue en el poder, no por las armas, no por los paramilitares, sino por la enorme división que siembran entre la oposición nicaragüense.

Cuando renunció a su cargo en la OEA dijo que ya estaba grave la situación del contexto internacional para el régimen. ¿Qué ha pasado en estos seis meses? ¿Ha mejorado o empeorado?

Yo veo a un Daniel Ortega arrinconado, pero peligroso. Está arrinconado, en el sentido en que ha caído en una orfandad política enorme y una prueba de esto fue la recién pasada Asamblea General de la OEA. Por primera vez se quedaron sin ninguna voz que los respaldara, con una condena unánime del hemisferio. Marca un antes y un después.

O en Naciones Unidas. Ni Cuba, ni Venezuela, ni Irán quisieron votar a favor de Rusia y Nicaragua se quedó en un gueto diplomático en el que solo cuatro países, más Rusia, cinco, estuvieron apoyando la anexión de las cuatro regiones de Ucrania a la Federación Rusa. Vemos que el cerco se va estrechando y que Ortega se va radicalizando.

¿Usted mira como un éxito para la democracia en Nicaragua lo que sucedió en la OEA?

Lo veo como un éxito y como un paso adelante que marca un antes y después.

¿Cuál sería ese después?

El hecho de que Ortega esté solo en la llanura significa un montón, no solo moral sino pragmáticamente. Es un dictador solitario. En la OEA es un dictador solitario. En Washington igual. Un ejemplo, en el Congreso (de Estados Unidos) Cuba tiene un montón de congresistas o senadores que respaldan a la dictadura de Castro. Aquí en las universidades un montón de jóvenes con las camisetas del Che Guevara apoyan a la dictadura de Castro. Ortega no tiene eso. No tiene esa base social y política y, mucho menos, diplomática. La posición de la OEA, tan radical, de ya no más Ortega, marca el inicio de la soledad de Ortega.

¿Por qué diría que la dictadura cubana tiene apoyo exterior y Daniel Ortega no?

No se puede gobernar por teléfono. No se puede gobernar desde un búnker. Por ejemplo, hubo un desastre en Venezuela, inmediatamente estaba Maduro ahí, haciendo el populismo de siempre: voy a construir cualquier cantidad de casas. Ortega, se desbarató todo Rama, se inundó, y sigue por teléfono hablando desde El Carmen. Es cierto que los cancilleres, los embajadores hacen diplomacia, pero hay una diplomacia que es fundamental: la que hace el jefe de Estado. Y este jefe de Estado no está marcando tarjeta, estrechando manos, viendo cara a cara a sus pares de las Américas.

¿Es entonces un problema de cabildeo y no de su comportamiento?

Es una mezcla de ambos. Pero este hecho de que ellos gobiernan desde un búnker y por teléfono nunca se había visto. ¿Cuántas veces Alberto Fernández ha estrechado la mano de Ortega o de Murillo? ¿Manuel López Obrador cuántas veces ha saludada a Daniel Ortega? ¿Lo ha visto cara a cara? No ha habido esos contactos. Ortega no tiene amigos en el hemisferio. También a nivel local. ¿Cuándo fue la última vez que vimos a Ortega visitar una zona de desastre? Ellos no pueden gobernar apoyados solo por las balas y el Ejército. Hay un desgaste interno que a veces la gente no se ve pero que ahí está. Es como esos edificios que se les va socavando la base, se va erosionando el terreno, y no se ve, pero de repente se viene abajo. ¿Cómo cayó? Fue un proceso de erosión. Ortega está en ese proceso de erosión interna. Yo lo vi, lo conocí desde adentro, pero el nivel en el que está ahora es algo sin precedentes.

Para efectos prácticos, ¿que trae la nueva resolución de la OEA?

La OEA fue creada en 1948, oficialmente. Vos no le podés pedir a una señora de cincuenta años que se ponga su vestido de quinceañera. No le va a quedar. La OEA, creada en el siglo XX, no está en capacidad de responder a los desafíos del siglo XXI ante dictadores de la talla de Ortega, en este nuevo mundo en el que nadie en la región quiere invadir, cerrar fronteras o hacer presencia armada. La OEA es lo que los estados quieren que sea y no tiene más capacidades que las que la misma carta de la OEA le permite hacer.

¿Hay algo diferente en la propuesta de crear una comisión de alto nivel para buscar salida a la crisis en Nicaragua de otras iniciativas similares?

Antes se habían creado misiones especiales. Crear una comisión, conformada por los estados, separada de la Secretaria General de la OEA, tal vez es un nuevo intento, pero Ortega no los va a recibir. Va a seguir en su búnker. Ortega ya se desmarcó del sistema interamericano, ya se desmarcó de la izquierda de Venezuela y de Cuba y está apostando por un sistema más de la línea de Rusia o de Corea del Norte. Esta es una nueva etapa de Ortega.

¿A qué está apostando Ortega con esa estrategia?

Está apostando por su seguridad y por su protección. Cuando vos cometés crímenes de lesa humanidad ya no hay diplomacia que te salve. Está apostando a una política exterior parasitaria con Rusia. La vida y muerte de Ortega está en dependencia de la vida y muerte de Rusia. Lo que suceda en Ucrania hoy día es más importante que nunca para Nicaragua. Una derrota total e irreversible de Putin en Rusia significa una derrota total e irreversible para Ortega. Un poco parecido a como pasó en los 80.

¿Usted ve una negociación al final de todo esto?

Ortega no va a negociar mientras no tenga una presión real. Económica y diplomática. Ahorita no hay capacidad de decir: cerrémosle las fronteras a Ortega.

¿Si no es negociada cuál es la salida?

Como dije, la suerte de Nicaragua está muy ligada a los que pase en Ucrania. Hoy día es muy difícil un cambio para Nicaragua, a menos que suceda algo adentro que sea muy fuerte, y con eso que suceda adentro se pueda plegar un esfuerzo externo. Hay que seguir empujando.

¿Qué importancia le concede a la investigación que se inició en Argentina contra Daniel Ortega, Rosario Murillo y otros de sus colaboradores cercanos?

Lo de Argentina, el inicio de esta investigación y de enjuiciamiento por crímenes de lesa humanidad, es un comienzo extraordinario porque es la primera, pero seguro que no va a ser la última. Esa ya es una presión más realista. Solo con una presión real, si Ortega mira que el agua le está llegando hasta el cuello, podría ceder. Una presión real puede derivar en un tipo de concesión, no de negociación, porque Ortega difícilmente va a negociar, pero sí puede tener pequeñas concesiones.

Pero, hasta ahora, Daniel Ortega no ha dado ninguna señal de que cederá algo a pesar de todo los que se ha hecho en su contra.

Cuando hay presión real, él realiza pequeñas concesiones. Cambia un poco para que no cambie nada. Muy poca gente conoce que cuando Ortega en el 2018 estaba con el agua hasta el cuello, aceptó una visita de congresistas, de representantes de alto nivel del Congreso. Incluso, el embajador (Carlos) Trujillo llegó a Managua. No salió en los medios. Fue un tipo de acercamiento. En 2018, el canciller (Denis) Moncada, el embajador (Francisco) Campbell, fueron a la oficina de Marcos Rubio a decirle que iban a restablecer el orden, el respeto al estado de derecho y la democracia. Son acciones que han tomado en silencio ante contextos extremadamente adversos para ellos.

¿El Ejército de Nicaragua es una variable para usted en esta posible salida?

Yo siempre he creído en el factor sorpresa. Creo que puede haber algo en el Ejército. Algún estallido interno, una ruptura porque ellos tienen grandes negocios. En la Policía es más difícil porque hay un vínculo familiar. En el Ejército sí puede haber una ruptura en un escenario donde sea: o Ortega o ellos.

¿Ve a la oposición con posibilidad de jugar algún rol?

Creo que la oposición está avanzando en su esfuerzo de unirse, pero hay pequeñísimos sectores, cada vez menos, que quieren generar división. La radicalización de Ortega ha repercutido en la integración de la oposición. No es la oposición de la UNO con doña Violeta en el 90, así de cohesionada, pero se está avanzando. Esta es una oposición mucho más cohesionada que la de las elecciones del 2021. Han entendido que no vale la pena seguirle el juego a Ortega porque a cualquiera puede decapitar. Ortega tiene un barco muy chiquito, en el que solo cabe su familia y, poco a poco, más personas se van dando cuenta de eso. Y cuando el Ejército se dé cuenta de eso puede haber cambios reales en Nicaragua.

La Prensa Domingo Arturo McFields Daniel Ortega Nicaragua

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