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La incontenible pérdida de riqueza humana de Nicaragua

El viernes 14 de octubre LA PRENSA publicó un video en que se muestra a una muchedumbre alrededor de una de las agencias de Migración y Extranjería. Eso es cosa de todos los días, son  personas que solicitan un pasaporte nuevo, o la renovación del vencido, para irse de Nicaragua. Muchos otros  nicaragüenses se van de manera furtiva, sin importarles los peligros, incluso de secuestro y muerte que pueden encontrar —y de hecho muchos lo encuentran— en el camino.

      “Solo en este año, casi 200 mil nicaragüenses han salido del país debido a la extendida crisis sociopolítica que se vive desde el 2018. La mayoría de ellos tienen como principal destino Estados Unidos (EE. UU.) y Costa Rica”. Esto es lo que se informa en la nota de LA PRENSA a la que acompaña el video mencionado.

     Agrega la información que el Gobierno de EE. UU. contabiliza entre enero y agosto de este año 108,018 detenciones de nicaragüenses. Mientras que Costa Rica proyecta cifras récord de solicitudes de refugio de los connacionales al finalizar este año (46,348 casos hasta julio)”.   

A mediados del presente año, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Oacnur), informó que solo en los ocho meses anteriores a junio de 2022, “la cantidad de refugiados y solicitantes de asilo nicaragüenses en Costa Rica… representa el 3 por ciento de la población nacional”. Ese porcentaje de pérdida de riqueza humana de Nicaragua crece considerablemente, si se incluye a las muchas personas que se van a EE. UU. y Europa, sobre todo a España.

Se trata de un inmenso drama humano y una catástrofe nacional, de incontables vidas destruidas y familias disgregadas y arruinadas, lo mismo que un futuro opaco para el país.

Un lector de LA PRENSA nos cuenta que viajando en un microbús de Managua a León, el vehículo se detuvo en una gasolinera para adquirir combustible. Allí, alrededor de unos buses había una considerable cantidad de personas de ambos sexos, adultos y niños, casi todos llorando. Era gente que se iba de Nicaragua, huyendo de la incertidumbre política y la inseguridad pública, de la falta de empleo y de oportunidades para vivir en un país que los vio nacer, pero no les permitió vivir con la dignidad propia de seres humanos.

Nicaragua no posee mayores riquezas naturales para exportar, ni tiene una población altamente educada para competir en un mundo donde la supervivencia es un reto muy difícil.  La mayor riqueza de Nicaragua es su belleza natural y la feracidad de su tierra, apta para la agricultura y la ganadería. Pero la juventud que en principio debería ser su mayor reserva y la gente laboralmente más preparada, están abandonando el país, que, sin ellos está condenado al fracaso.

En Nicaragua el poder se impone pero no gobierna. La gente común calla aunque en el fondo rechaza. Y, como se suele decir, “vota con los pies” yéndose a contribuir a la creación de riqueza en otros países, con la ilusión de que podrá ayudar a sus familiares  que se quedan en el país, porque no todos se pueden ir.

La emigración le sirve al régimen porque baja la tensión social interna, pues mucha gente en disidencia, o potencialmente disidente, se va del país. Por otra parte, los emigrantes al poco tiempo ya pueden mandar dinero —las llamadas remesas— para sostener o ayudar a mantenerse a la familia que queda en Nicaragua.

Pero con esa hemorragia de gente que es la emigración masiva se rompe  el tejido social y se produce un gran dolor y vacío emocional.

Por el futuro de Nicaragua habría que contener esa hemorragia. Sin embargo, eso depende fundamentalmente de quienes tienen el poder para hacerlo. Y si son los mismos que la provocan, no hay manera de que se pueda lograr.

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