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Lula, tampoco ahora podrá hacer una revolución en Brasil

El triunfo de Luis Inácio Lula da Silva en la elección presidencial de Brasil el pasado domingo 30 de octubre, estaba anunciado de antemano por las encuestas. Lo sorprendente fue el escaso margen             —menos de dos por ciento— con el cual se impuso al presidente Jair Bolsonaro, quien aspiraba a la reelección.

      Sin duda que para los brasileños es trascendental sustituir a un gobierno de derecha con otro de izquierda, como será el de Lula que ya fue presidente en dos períodos seguidos, de 2003 a 2011.

      En otras ocasiones, al comentar el triunfo electoral de la izquierda hemos dicho que eso no importa mientras permanezcan las instituciones de la democracia. Ahora lo repetimos. En un sistema político democrático, es normal que derecha, izquierda y centro se roten en el poder, siempre y cuando las instituciones de la democracia sean fuertes y puedan impedir que cualquier partido o líder aventurero imponga una dictadura. Además, si ahora el izquierdista Lula ganó la elección presidencial, dentro de cuatro años se podrá volver a votar libremente y escoger a otro presidente de derecha.

      Por otra parte, es necesario recordar que en 1990, Lula da Silva, Fidel Castro y Hugo Chávez crearon el Foro de San Pablo con el objetivo de dirigir desde allí una estrategia para que los partidos comunistas y revolucionarios pudieran tomar el poder por la vía pacífica. Ellos analizaron que después de la caída del Muro de Berlín y el colapso del comunismo en la ex Unión Soviética y Europa Oriental, la lucha armada ya no era viable para la toma del poder y había que sustituirla con la participación electoral. Pero el objetivo seguiría siendo el mismo: hacer la revolución y construir la sociedad socialista según la doctrina marxista-leninista.

      Sin embargo, en los ocho años que Lula ya estuvo en poder no pudo hacer la revolución y la verdad es que ni siquiera lo intentó. Las instituciones democráticas brasileñas eran demasiado fuertes y Lula se limitó a impulsar cambios sociales y populistas dentro del marco democrático.  Los cuales fueron exitosos por las óptimas condiciones económicas nacionales e  internacionales que le permitieron triplicar el PIB per cápita, convertir la economía de Brasil en la sexta del mundo y sacar de la pobreza extrema a unos 30 millones de personas.

      Después de dejar el poder, Lula fue condenado a más de 9 años de cárcel por delitos de corrupción, pero un tribunal superior lo liberó porque se cometieron  errores de procedimiento judicial, no porque hubiese sido inocente.

      Ahora que vuelve al poder, con menos respaldo popular y parlamentario, en condiciones económicas nacionales e internacionales desfavorables, y con la fatiga de 77 años de edad encima, menos que Lula quiera y pueda abolir la democracia e imponer una dictadura izquierdista, como las de Venezuela, Nicaragua y Cuba.

      Lo que sí ocurre con el triunfo de Lula es que la dominación de la izquierda en América Latina se extiende en gran medida. Y Lula tal vez hará algunas críticas y sugerencias a los regímenes más autoritarios de la región, pero seguramente hará causa común con los gobiernos de izquierda de Argentina, Colombia y México, entre otros, para apañar a las dictaduras en los foros internacionales.

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